Zell am See, una semana en un sueño.
Era mi primera vez en Austria, enseguida supe que no iba a ser la última. Desde entonces soy un poquito austriaca, aunque solo sea de adopción.
Viajamos dos parejas, bien avenidas y en un perfecto número a la hora de reservas de habitaciones, mesas, incluso telecabinas y telesillas.
Aterrizamos en Munich, a finales del mes de enero, temporada media baja, así nos asegurábamos un buen precio y evitábamos las multitudinarias colas de las Navidades y las vacaciones escolares de febrero y Semana Santa. Tomamos un microbus, con destino a sucesivas estaciones de la zona del Tirol, se nos hicieron muy largas las tres horas y media que duró el trayecto, no tanto como al volver, con la tristeza añadida del final de unas maravillosas vacaciones. Ahora hay vuelos a Salzburgo, con Low Coast, a solo hora y media de distancia Tuvimos tiempo para contemplar, las preciosa construcciones de madera del estilo alpino- tirolés, lástima de no haber llevado unos bocatas para acallar el hambre, habíamos salido de Madrid 15 horas antes. Y hacía un sol espléndido.
Llegamos al hotel, [www.sporthotelalpin.com] , un cuatro estrellas con una situación inmejorable, auténtico pié de pistas pues llegabas hasta él esquiando y tenías la telecabina para subir a las pistas a escasos 50 m..No puedo decir nada contra este establecimiento, magnificas las habitaciones, las comidas, correcto el Spa con piscina, el servicio y un trato exquisito a la par que familiar.
Tuvimos tiempo de llegar a la escuela de esquí, muy cerca, para preguntar precios, horarios y punto de encuentro. Sólo para mí, ya que el resto eran avezados esquiadores.
Cenamos estupendamente, qué pena que el vino, fuera de España sea tan caro y de relativa calidad, pero tienen una cerveza fantástica servida generosamente de medio en medio litro. Agotados, nos fuimos a descansar, para enfrentarnos al día siguiente a nuestra primera jornada de esquí en Austria.
En la recepción, a la mañana siguiente nos esperaban los forfaits de semana, magnéticos, muy cómodo. Desayunamos en el buffet, zumo, huevos con bacon , bollería (son los inventores del croissant, por eso los franceses dicen viennoiseries ) y un embutido fantástico como en todas las zonas donde hace frío.
Nos pertrechamos con todo lo necesario y con los esquís al hombro nos lanzamos a por el cityxpres para subir a pistas, sol espléndido, -12º C, la nieve como a mí me gusta un poquito dura para utilizar los cantos. Llegamos al meeting point de la escuela Sport-alpin skischule. Mis amigos se fueron y me quedé esperando al guapísimo profe austriaco soñado. Qué decepción, ni de encargo. Bueno, se trata de aprender, no? Pensé.
Mi grupo parecía la ONU, una mezcolanza de nacionalidades y de idiomas, alemanes ingleses, holandeses, un israelí y yo. El pobre Wolfgang, Wolfie para los amigos, se esforzaba en comunicarse con nosotros utilizando el alemán, inglés y como sólo sabía pedir cañas en español, (restos de algún viaje a Mallorca), nos entendíamos en francés ya que mi inglés da para lo mismo que su español. Ya nos fuimos a esquiar, en la primera bajada, escucho al profe cantar tirolés, ololei ololei casi me caigo de la risa, el tío era un cachondo, no sabía lo que me iba a divertir con aquel pelirrojo con coleta que nos acompañaría toda la semana en nuestros magníficos descensos.
Paramos a comer, en uno de los múltiples restaurantes que salpican las pistas, el profe pidió lo que queríamos cada uno y luego nos dijo el importe. Todo está bueno, las salchichas, wurtz, con puré de patatas, con patatas fritas o con choucrout , la goulaschsouppe, el escalope vienés o unos huevos con patatas a lo pobre espectaculares. Todos los platos con una cerveza y un café salían por diez o doce euros,un buen precio. A los postres, Wolfie, pidió una guitarra en la barra y se puso a cantar temas muy conocidos por todos, terminamos todos cantando, con parte del restaurante que también se animaron. Yo solo pude seguir con La Bamba, porque no me llega el inglés, pero tarareaba de cine. Después otra vez a esquiar y cuando terminaba el cursillo del día, empezó a nevar, y ya no paró, ni de día ni de noche, hasta el sábado cuando nos íbamos que volvió a salir el sol.
Con las petacas en las pistas
Llegué sola esquiando hasta el hotel, me quité las tablas y entré en una especie de carpa que tiene una barra de bar redonda en su interior, música y calefacción. Las bautizamos como burbujas, había más de media docena por toda la estación, la mayor en lo más alto a 2000 metros y tenía hasta DJ, Schnaps Hans, donde todas las tardes empezaba la fiesta sobre las 15-15,30h.luego había que bajar esquiando… [www.youtube.com]
No tenían frío.
Cuando llegaron mis amigos, unas cervecitas, paseo por el pueblo que es como de cuento y al hotel. Sauna , piscina y a cenar, otra deliciosa cena. Copita en el bar, comentar un poco la jornada y a recuperar piernas en la sorprendente piltra, pues cada vez te la arreglaban de mil caprichosas formas..
Los dias siguientes fueron pasando rapidísimo, no dejaba de nevar, mientras te deslizabas sobre tus tablas , a tu lado pasaban las máquinas pisanieves, no daban abasto. Nos enteramos de que el aeropuerto de Munich estaba cerrado por las nevadas, en Alemania!!! Parecía increible. Todos los días, a los postres nuestro profe pedía una guitarra y hala, a cantar , o a veces organizaba divertidos juegos de mesa, era un crack.
Abajo, el grupito.
En la “burbuja” de arriba, sobre la barra
Algún dia me desligaba del grupo después de comer, y me iba con mis amigos a la burbuja de arriba,en Schmittenhohe, el bareto de Hans, así se llamaba el DJ que se montaba un espectáculo divertidisimo, a veces subian las Go-gos del Viva (disco del pueblo ), nos tomábamos los schnaps con una fruta dentro, riquísimos y unas birritas y luego bajábamos como podíamos, con escalas en las burbujas más pequeñas que se encontraban en nuestro camino, hasta llegar a la de nuestro hotel, que constituía nuestro cuartel general.
Al fondo, Kaprun.
Un día que mejoró el tiempo un poco nos cogimos el Ski-bus gratuito, y a Kaprun, nos servía el forfait .Nunca había esquiado en un glaciar, me gustó, las pistas no eran en exceso difíciles y la nieve era magnífica, eso sí, no te libras del viento porque son 3000 m. Cervecitas y Schnaps con melón a 2500 m. de altitud. Y vuelta a Zell am See.
Las Go- gos del Viva.
No he comentado nada de los magnificos remontes ni de la ausencia de colas. Me maravillaron las telesillas con capucha, que poníamos todos los días porque no dejaba de nevar.
En esta estación, hay pequeños restaurantes encantadores por todas las zonas, muy animados, a veces hay dos tiroleses en bermudas cantando y tocando el acordeón en las terrazas, o con esas Tubas largas típicas del Tirol. No te puedes aburrir. Recuerdo un pequeño restaurante, regentado por dos hermanos uno de ellos de larguísimas barbas, al que apodamos “el patriarca”, con sus gastados trajes y sombreros tiroleses , encantadores . Tomamos unas copas con ellos y sonrieron al ver nuestras petacas, con las que animábamos los cafés. Se hicieron divertidas fotos con nosotros.
El último día, no sólo para nosotros, un grupo de estudiantes ingleses, invadió la burbuja del hotel, cantaban, bebían, bailaban y pedían canciones a los DJ-barman, era la despedida, sonó la música de “ 9 semanas y media “, y comenzó el despelote . Los más atrevidos se quedaron en calzoncillos, circunstancia que aprovecharon los otros para quitarles la ropa y echarla a la nieve del exterior. Animaron a una chiquita rusa, que subida en la barra, escuchaba: wonderbra, wonderbra, repetidas veces, al final se animó y quedó en bikini casero, tenía un tipazo. No llegaron a más, poco a poco se fueron retirando, a dormir las respectivas monas, para al día siguiente madrugar y a casa. Todo se acaba. Pero queda el recuerdo y la ilusión por volver. El ultimo dia, nos dio tiempo a comer en una famosa cerveceria de Munich, fue el broche de oro para el magnífico viaje.
Los musjcos, con instrumentos tiroleses...
Espero haber transmitido mi pasión por este país y por esta estación, y no haber aburrido por lo extenso. Hasta la próxima temporada.