Llegamos a La Pinilla acompañado de Txolis, con tranquilidad, son las 11:30 de la mañana y ayer Maldonado se aventuró a pronosticar lluvia en el Sistema Central, aunque parece que esta vez no va a acertar. Nos disponemos a empezar a subir hacia Gran Plató, la mochila no es precisamente ligera, con un par de esquís a la espalda, botas, crampones, comida, bebida… aun así el gusanillo de empezar la temporada antes de tiempo nos hace sentir menos peso del que en realidad llevamos.
Al empezar a subir, sopla un molesto viento, pero nada que nos impida continuar, aquí una vista hacia atrás cuando subíamos por la pista del Retorno:
A las 12:30 llegamos a Gran Plató, aquí el viento se intensifica. Las nubes están a más de 2000 metros y a las pistas les falta otra nevada para estar decentes, fue este el momento en que pensé que lo mejor era subir hacia el pico del Lobo porque allí el espesor de nieve sería más generoso.
Paramos a comer un poco, ya que la subida que nos espera no va a ser moco de pavo. Preguntamos a unos montañeros que bajaban de Lobo como estaba el asunto por arriba, ellos aseguran que no sopla tanto viento. No me podían haber dado mejor noticia, no esperamos más, encaramos la pista del Mirador:
Son casi las 14:00, estamos en la llegada del Ts. Mirador (2050 m), Txolis se ha calzado mis crampones porque las botas se le escurren con la nieve y no quiere sustos. Una breve pausa para beber agua y enseguida seguimos, no hace mucho frió (unos 3° C) y el viento amaina por momentos.
Vamos a subir por el Portillo, al que se accede siguiendo recto a la llegada del Ts. Mirador, estamos apunto de entrar en las nubes aunque no parece que vayan a descargar:
Una última vista atrás, ya que pronto las nubes nos impedirán de ver la base de La Pinilla:
Y aquí empieza lo realmente duro de la subida, tanto por la pendiente como por la cantidad de nieve:
También vimos hielo, aunque solo en las piedras, la nieve está bastante húmeda, pero tiene una costra superior bastante importante, si la nieve no cambia arriba se nos va a hacer pesada la bajada esquiando:
Ya estamos casi casi en la cuerda de las Mesas, en la foto se puede apreciar la salida del Portillo hacia la cuerda:
Ahora solo queda llegar al Lobo, lo más duro ha pasado. El viento vuelve a pegar fuerte, aunque y las nubes no parecen tener intención de marcharse:
Es insecto, cuyo nombre desconozco, no pudo refugiarse a tiempo:
Estamos al lado del Lobo, solo queda subir el último repecho, hay mucha nieve, y como podéis ver ha pegado mucho viento pegando la nieve en todas partes:
Cima del Lobo (2273 m), un viento bastante importante hace que nos quedemos en la cima un minuto escaso, temperatura 0° C y el sol que tímidamente asoma entre las nubes:
Aquí Freerider (izq.) y Txolis (dcha.), aunque no lo creáis estábamos deseando de irnos de aquí:
Nos refugiamos en las ruinas del telecabina, donde tranquilamente podemos cambiarnos las botas y quitar los esquís de la mochila. Dentro del “refugio” se está bastante mejor que fuera, aunque sigue haciendo fresquito:
Son las 16:00, ya es hora de bajar a La Pinilla. Primeros giros a la salida del telecabina, la nieve está muy pesada y los esquís que llevamos no ayudan nada, parece que nos va a costar disfrutar de las primeras bajadas de la temporada:
Hacer fotos se hace cada vez más difícil, la niebla y el viento empañan continuamente la cámara:
Llegamos al camino del falso llano del Lobo tras una breve bajada y automáticamente descartamos la opción de bajar por el portillón, así que decidimos hacerlo por la zona de Las Peñuelas, para no arriesgar. Nos desviamos del camino para coger una pala que yo mismo había bajado el año pasado, hay que quitarse los esquís porque la pendiente es ligeramente ascendente. Cuando llegamos a la supuesta bajada, vemos que no tiene nieve suficiente, así que pensamos en bajar por el camino de peatones, ya que la tarde está bastante avanzada y no nos podemos entretener.
A la hora de volver al camino (que anteriormente habíamos abandonado para intentar bajar), probamos a atajar un poco, ya que si volvemos para atrás nos tocará volver a subir hasta el paso de las Peñuelas, por eso nos calzamos los esquís y comenzamos a bajar para enlazar el camino de bajada:
Esta fue la última foto que hice antes de darme cuenta de que no estábamos yendo en la dirección correcta, ya que deberíamos haber conectado con el camino de bajada y aun no lo habíamos conseguido, la niebla es muy espesa y el viento no cesa.
Son las 17:15, la situación es la siguiente: No sabemos donde estamos, de momento pensamos que solo estamos algo desorientados, pero la palabra “perdidos” aun suena lejana. Como tenemos cobertura en el móvil, hacemos una llamada para informar a los padres de Txolis de que vamos a tardar un poco más en llegar, echamos en falta una brújula, que casualmente me he dejado en casa.
Seguimos con los esquís puestos, hasta que nos damos cuenta de sin ellos avanzaríamos más rápido, así que los colocamos en la mochila rápidamente y continuamos con las botas de esquí puestas, no hay tiempo para entretenerse.
17:45 Es la hora de llamar y decir que estamos perdidos, ya que ahora tenemos cobertura y quien sabe si luego tendremos. Una vez comunicada nuestra situación nos dicen que van a llamar a la Guardia Civil, intento quedarme parado a la espera de que me llamen, pero la cobertura desaparece de repente.
Esta oscureciendo cada vez más, la sensación de agonía se va agudizando, el ir contrarreloj y sin tener cobertura nos empieza a poner nerviosos, pero no cesamos en el empeño de seguir buscando la salida. Decidimos quitarnos las botas de esquí, ya que con las botas de montaña nos costaba menos andar.
Llega el momento de bajón psicológico, andar a ninguna parte es una sensación muy pesada, sabes que no vas a llegar donde quieres, que tu familia estará preocupada y que no tienes cobertura el móvil y esto te repercute en las piernas, que parecen querer no seguir andando. Decidimos parar, sentarnos y plantear la situación, la primera medida que tomamos fue no continuar con los esquís ya que no merecía la pena llevar un lastre en la espalda que mermara nuestras fuerzas. Así que dejamos nuestros dos pares de esquís, no eran gran cosa, un par de Dynastar con unos cuantos años de uso, a los que Txolis llamaba cariñosamente Leñostar .
Bajamos por una pala de nieve impresionante, nieve por las rodillas y una pendiente pronunciada…al final de esta, Txolis me dice: “Se que no es el momento, pero, ¡vaya pedazo de pala!”, una sonrisa falsa se apodera de nuestras caras, la cosa no está ni mucho menos para cachondeos y por nuestra cabeza comienzan a merodear las peores situaciones que nos podrían pasar.
Ya es de noche, casualmente llevo una linterna en la mochila desde que un día llegué de noche de una ruta y me salvó la luna llena; dentro de lo malo, la linterna nos ayuda a movernos con más facilidad aunque la niebla sigue siendo muy molesta. Comenzamos a bajar por un valle, guiándonos con el altímetro para no bajar demasiado, de esta manera vamos bordeando la montaña, aunque seguimos sin saber donde estamos.
Vemos una especie de camino, rápidamente salimos corriendo y cuando llegamos a el, nos percatamos de que no había ninguna huella en él. Lo seguimos y acaba llevándonos…a ninguna parte, estamos claramente perdidos y seguimos sin cobertura.
Al cambiar de valle, vemos unos pinos, estamos a 1900 m., rápidamente llega la euforia, si seguimos recto acabaremos en La Pinilla, rápidamente bajamos entre los pinos, no se ve nada, la niebla lo tapa casi todo…cuando llegamos a 1800 metros paramos. El teléfono móvil no tiene cobertura, esto nos hace pensar que no estamos en el valle correcto, ya que en la vertiente segoviana, a esta altitud hay cobertura de sobra.
Entre la desesperación por haber bajado en vano, oímos agua, parece que hay un pequeño arroyo entre la nieve, cuando lo encontramos aprovechamos a rellenar las botellas y Txolis se quita las botas para escurrirse los calcetines, los cuales están llenos de agua porque la nieve nos había llegado por las rodillas anteriormente.
Por nuestra cabeza pasa inevitablemente la idea de tener que vivaquear y pasar la noche en la zona, no hace mucho frió, unos 3° C, vamos bien abrigados, pero parados nos quedamos bastante fríos. Llevamos dos pares de calcetines de repuesto, pero Txolis decide no cambiárselos por si hubiera que pasar la noche. El plan esta fijado, vamos a seguir andando hasta que no podamos más, solo en ese caso nos refugiaríamos entre los pinos a esperar la salida del sol y cenaríamos la tortilla de patata que mi madre me preparó la noche anterior.
Comenzamos a examinar la situación, a sacar conclusiones, los pinos son una buena referencia que nos permite descartar ciertas zonas, ahora solo queda recuperar la altitud perdida y seguir buscando una salida.
Subimos por un tubo de unos 5 metros de ancho, con pinos a ambos lados, no podemos andar entre ellos porque sería perderse todavía más, por ello, decidimos seguir subiendo hasta que la vegetación sea menos espesa y así poder seguir bordeando la montaña.
Entre parada y parada durante la subida, miramos el móvil por si hubiera cobertura, pero está claro que no estamos en el valle correcto. En una de esas paradas, observamos que el cielo comienza a despejarse hasta dejar ver alguna estrella…parece que la estrella polar puede ser nuestra referencia, pero no la encontramos. Lo que sí pudimos observar fue aviones pasando cada muy poco tiempo en una misma dirección, lógicamente tantos aviones yendo en una misma dirección con tanta frecuencia no podían ir hacia otro sitio que no fuera… ¡Madrid!, este razonamiento nos hizo encajar varias piezas del rompecabezas que teníamos en la cabeza. Comenzamos a sentir una sensación de estar orientados y de llevar la dirección correcta, una vez salimos del tubo donde estábamos metidos, vemos un resplandor en el horizonte, al principio no le dimos importancia ya que la niebla aun persistía aunque cada vez menos.
Son las 21:45, el espesor de los pinos es mínimo, el viento aumenta de intensidad, esta claro que estábamos cambiando de vertiente, cuando llegamos a 2000 metros, hacemos un giro a la derecha en la dirección que creíamos correcta. Estamos cerca de llegar a una cuerda para cambiar de valle…y en ese momento… ¡si! ¡Ahí está! ¡Todo el valle de Riaza! ¡Totalmente despejado! La emoción es indescriptible, busco a Txolis para darle un abrazo y no es para menos, hemos salido de la boca del lobo, nuca mejor dicho.
Estamos justamente en el camino que perdimos hacía ya cinco horas, justo en el desvío hacia La Pinilla, la estación tiene todas las luces encendidas en todas las cotas, la suerte nos ha sonreído. En ese momento recupero la cobertura de mi móvil, llamo a mi padre, que ya estaba en el Puerto Quesera por si casualmente aparecíamos allí, es en ese momento cuando de verdad me doy cuenta de la que había organizado. Lo peor ha pasado, en poco más de media hora estaremos en La Pinilla.
Durante la bajada comentamos lo ocurrido, no sabemos bien como van a reaccionar allí abajo, después de cuatro horas sin dar señales de vida.
22:45, llegamos a la estación, el primero en recibirnos es Ramón Valle, director de La Pinilla. Nuestras familias, guardia civil de montaña y personal de la estación están en el restaurante “Mont Blanc”, que aun sigue abierto.
Por suerte todo fue un susto causado por un simple despiste, podría haber sido peor si la temperatura hubiera sido más baja y como siempre hago una lectura positiva de lo que nos pasó, ya que estas experiencias son las que te hacen pensar realmente hasta que punto es traicionera la montaña y os aseguro que hasta que no te pasa, no te das cuenta.
Desde aquí quiero dar las gracias a todas y cada una de las personas que aquella noche se involucraron en mayor o menor medida en nuestra búsqueda, desde las patrullas de la guardia civil de montaña que se movilizaron hasta la gente que se acercó para interesarse por lo que pasaba, pasando por la dirección y empleados de la estación, a todos, GRACIAS.
Y así conseguimos volver a casa, bastante tarde pero peor hubiera sido dormir en la montaña. Cuando volvía en el coche iba pensando en donde estarían los esquís que dejamos hacía unas horas y la verdad es que no se donde pueden estar. Solo puede haber una razón para que vayas a esquiar y vuelvas sin esquís…ha sido el peor día de esquí de tu vida.