Ser perfeccionista, o intentar constantemente alcanzar la perfección, es un rasgo dominante de nuestra personalidad que puede afectar la salud mental. No resulta nocivo dedicarse a desarrollar y mejorar nuestras habilidades y capacidades, pero al pretender demasiado del propio cuerpo y de las propias capacidades, nos arriesgamos a padecer algún problema psíquico.
Estudios sobre la personalidad perfeccionista reconocen tres dimensiones de esta tendencia: el perfeccionismo hacia sí mismo proviene del instinto de ser perfecto; el perfeccionismo hacia los demás como propensión a pretender la perfección en los otros; y el perfeccionismo social en cuanto al convencimiento de ser reconocido y aceptado sólo si se es perfecto. En este último caso, si tenemos tendencia al perfeccionismo percibiremos, infundadamente, presión por las expectativas de nuestro entorno social porque creemos que, si no esquiamos excelentemente, seremos objeto de rechazo.
La tendencia al perfeccionismo funcional es sana solo en el caso de que logremos controlarla no temiendo a los errores ni a un fracaso total y disfrutar de los éxitos parciales. En cambio, en el perfeccionismo disfuncional, el miedo a no alcanzar nuestros objetivos se ubica en primer plano provocando un efecto paralizante: decidimos no involucrarnos para no equivocarnos. Pensamos en polaridades de bien o mal, o un pequeño error lo interpretamos como fracaso completo. Así no aprendemos de nuestros errores porque creemos que lo importante es haber o no haber alcanzado el objetivo; mientras que en la personalidad perfeccionista funcional hay lugar para valorar los pequeños logros, aun si no alcanzan nuestras metas prefijadas.
Si somos perfeccionistas somos propensos a la autorrepresión, es decir, parecemos llevar una forma exitosa de ejecutar nuestras habilidades esquísticas sin demostrar ansiedad, prestando atención a los detalles y a nuestro equipo bien cuidado e inmaculado, pero nuestra debilidad radica en que no podemos tolerar la incertidumbre de las ejecuciones técnicas y consideramos las alternativas en términos de todo o nada.
Existe una discusión sobre si el perfeccionismo resulta un rasgo negativo de la personalidad que promueve resultados autoderrotistas y patrones de conducta poco saludables, lo que podría producir efectos perjudiciales de rendimiento. Al esquiar al máximo nivel en donde el rendimiento debe ser óptimo o casi perfecto para que el atleta tenga éxito, es comprensible la tendencia de la mayoría a poseer este rasgo. Al tener exigencias perfeccionistas de sí mismo y del propio rendimiento, si sus recursos son inferiores a sus exigencias, entonces el atleta será propenso a experimentar estrés y ansiedad.
Las características que determinan si somos esquiadores con tendencia perfeccionista son:
- Ejercer un control excesivo y repetido sobre nuestra manera de esquiar.
- Prestar atención si nos equivocamos, o si los demás se equivocaron en algo, puesto que tenemos propensión a corregirnos o a corregirlos.
- Exhibir una conducta en la que no se produzcan errores y que todo salga perfecto. Por ejemplo, partir con mucha anticipación hacia un lugar de encuentro para no correr ningún riesgo, aunque conozcamos perfectamente el recorrido.
- Planificar excesivamente lo que vamos a hacer en nuestro día de esquí.
- Tendencia a repetir una ejecución (descender un slalom o realizar un truco en el snowpark) hasta obtener un resultado ideal.
- Presentar dificultad en las decisiones por temor a realizar una elección equivocada, como puede suceder en un fuera de pista.
- Tendencia a procrastinar tareas, como aprender un nuevo gesto técnico o descender por una pista desafiante, para evitar situaciones en las que podríamos fracasar.
- Tener dificultad en finalizar ciertas cosas para concluirlas lo más perfectas posible. En otras oportunidades, finalizarlas demasiado pronto por temor a no poder concluirlas a tiempo.
- Demostrar dificultad para delegar tareas por desconfianza en los demás, entonces preferimos hacerlas solos, por ejemplo, afilar los cantos y encerar nuestros esquíes.
En conclusión, no está mal ser perfeccionistas al esquiar, pero debemos darnos cuenta de que todo tiene un límite, para evitar así caer en un perfeccionismo disfuncional.
Seguiremos más adelante con la personalidad del esquiador tendiente a la dependencia y tendiente a la evitación.
¡Hasta la próxima!