Adaptarse a un tipo de turista siempre requiere de un esfuerzo especial para todos los actores que viven de este cliente. No es lo mismo atender las necesidades de un británico que el de un alemán, y ni mucho menos el de un ruso. Así que cuando a principios de este verano empezaron a llegar muchas familias saudís a Ucrania para pasar unas semanas de ocio, pilló a todo el mundo con el pie cambiado.
El primer ejemplo nos lo encontramos nada más llegar al aeropuerto de Kiev. Se trata de familias en general numerosas que además llegan dispuestas a pasar varias semanas de vacaciones. Así que no les sirve el tradicional taxi, sino que piden un monovolumen o furgoneta-limousine para poder llevar tanto a los progenitores como a los hijos. A menudo vienen también con los abuelos. Y a todo esto hay que sumar maletas para tanta gente y muchos días de estancia. Pues apenas había este tipo de vehículos, así que cada familia podía llevarse cuatro taxis de una tacada para transportar bultos y pasajeros.
Luego están los restaurantes. Tienen que tener una carta con oferta de comida Halal, y de eso, aunque en Kiev si hay, en las zonas de montaña como los Cárpatos ni saben lo que es. Y luego están los guías que sepan hablar en árabe, que en toda la ciudad de Kiev apenas hay 10 que lo dominen. Además, los saudíes extrañan las salas de oración en los hoteles, por ejemplo, aunque muchos de estos alojamientos salieron a comprar alfombras para que al menos pudieran orar.
No estamos hablando de un volumen enorme de turistas saudís, pero si de un cliente que gasta mucho más. Se calcula que este verano han llegado a Ucrania unas 30.000 personas de Arabia Saudí, es decir, 10 veces más de lo habitual. Pero mientras el turista británico o alemán apenas pasa unos días y no está más interesado que en beber cerveza barata y visitar Chernobyl. Y luego están los que solo buscan sexo.
Por su parte el saudí se queda una media de tres semanas y está interesado en un turismo cultural y de compras. Además no beben alcohol, por lo que no crean problemas de convivencia con los residentes, más allá del choque que es para muchos el ver mujeres con el hyyab. De media suelen dejarse unos 3.000 euros por estancia. Además de las ciudades de Kiev y Lviv por la cantidad de verde de sus parques, eligen también los Cárpatos y, sobre todo la estación de esquí de Bukovel por las montañas, la naturaleza y al aire puro.
Según estimaciones de la Agencia Estatal para el Desarrollo del Turismo, los saudíes ocupan hasta el 50 por ciento de las habitaciones de los hoteles; gracias a estos turistas, muchos hoteles en Kiev están actualmente incluso mejor ocupados que antes de la pandemia del verano de 2019.
La razón de que de repente hayan llegado tantos saudis, está en que en el resto de Europa y Turquía los requisitos de entrada son más estrictos para los países árabes. Además con el COVID se ha limitado más la entrada de turistas. Por otra parte hace unos meses se firmó un acuerdo con Arabia Saudí para eliminar el visado y establecer vuelos directos desde Ryad a Kiev. Ahora legan unos 10 aviones repletos cada semana gracias a que las agencias de viaje de allí están incentivando mucho que sus clientes vayan a Ucrania.
No obstante todo el mundo se está adaptando rápidamente, y en la estación de esquí de Bukovel ya se ven carteles de menú con comida árabe y Halal. Durante el Festival Islámico del Sacrificio, que se celebró a finales de julio de este año, la publicidad de venta de ovejas para sacrificar se disparó. Esto provocó que circulara el rumor de que se sacrificó una oveja de acuerdo a las reglas del ritual islámico en la habitación de un hotel en Bukovel...
Como los saudíes apenas beben alcohol, pero son grandes fanáticos de la shisha, las 'pipas de agua' ahora están disponibles en los pubs y cafeterías de los Cárpatos en casi todas partes, algo que al mismo tiempo choca a los turistas ucranianos. Aunque como el turista árabe apenas se comunica con los residentes locales, apenas hay conflictos.
Hay muchas perspectivas de que los saudis y otros árabes de los países del Golfo Pérsico regresen en invierno para ver la nieve de los Cárpatos. Como en general no saben deslizarse por las pistas, valoran una oferta para poder disfrutar de la nieve sin tener que usar esquís o tabla de snowboard. Por eso, elegirán aquellas estaciones que tengan uso peatonal de sus remontes o incluso otras atracciones como un alpinecoaster o toboganes con inflables. El sector turístico del país ya se ha puesto manos a la obra para no perder un maná tan apreciado, sobre todo en tiempo de pandemia.