El día 9 de marzo del año pasado Italia ordenó un cierre total de la actividad en el país para contener los brotes de virus de COVID-19. Pocos podrían imaginar que un año después el mundo se hubiera paralizado casi por completo. Y ese verano de 2020 aún parecía impensable que seis meses después se tuviera que interrumpir todo el turismo de los deportes de invierno. Cualquiera podría pensar que para entonces ya se habrían implantado medidas de contención.
Lejos de todo eso, llegó el mes de diciembre y tres países lideraban el cierre de las estaciones de esquí: Alemania, Francia e Italia. Juntos trataron de que otros estados hiciesen lo mismo con sus complejos invernales. Y es así como nuestro contienente se dividió en dos: los que abogaban por el parón total, y los que preferían abrir, aunque con fuertes medidas de prevención, como son el uso de mascarillas en las instalaciones y locales cerrados, control de aforo y de distancia de seguridad.
De fronteras adentro cada país pudo tomar su decisión mientras hacia afuera el resto hacía lo mismo. Pero ¿y las poblaciones donde la frontera no es más que una linea imaginaria de algo que fue y ya no es? Pues tuvieron que colocar vallas para que se respetaran las indicaciones de cada Gobierno. Porque no ha habido una decisión unánime de la UE, sino que cada estado o incluso regiones, ha tomado medidas a la carta.
Y es así como dos poblaciones que funcionan como una sola, especialmente en invierno, se vieron de la noche a la mañana divididas y viendo como sus vecinos de siempre podían, o no, hacer cosas distintas.
Breuil-Cervinia y Zermatt comparten el mismo dominio esquiable, el Matterhorn Ski Paradide. Juntas tienen una de las ofertas más grandes de Europa, con acceso desde Suiza y desde Italia. Aunque separados por una frontera internacional, las dos poblaciones están conectadas por una cultura de montaña que comparten y por el turismo, que cada temporada de invierno, entre noviembre y mayo, atrae a cientos de miles de amantes del esquí.
Pero la pandemia rompió inesperadamente un largo equilibrio, ya que Suiza e Italia respondieron a las medidas del COVID-19 de formas diferentes, casi irreconciliables.
En Italia, las estaciones de esquí permanecieron cerradas durante la temporada de invierno tras un aumento de los casos de coronavirus, que se dispararon en enero de 2021. Pero en el lado suizo de la frontera, visible desde el lado italiano, las cosas permanecieron casi sin alterar.
Desde que comenzó la temporada de esquí en noviembre de 2020, las pistas suizas se fueron llenando relativamente de esquiadores, mientras que al otro lado solo se oían pisadas de raquetas en la nieve. Y es que las autoridades suizas decidieron mantener abiertos los complejos turísticos y permitir reuniones al aire libre de hasta 15 personas. La decisión transformó la frontera Breuil-Cervinia-Zermatt en un símbolo de la nueva normalidad COVID, donde conviven rutinas diarias divergentes dentro de un área geográfica relativamente pequeña.
La pandemia tuvo repercusiones económicas notables en la economía de Zermatt: la oficina de información turística de la ciudad ha informado que se ha recibido un 45 por ciento menos de visitantes en comparación con 2020. Pero incluso esa cifra reducida, eclipsó el número de visitas en Italia, que no recibió a ningún viajero. Desde Zermatt Bergbahnen, la empresa que gestiona los remontes y pistas del lado suizo del Matterhorn Paradise, aseguraron hace unas semanas en la prensa que
La parte italiana, la del Cervino Ski Paradise, registró unas pérdidas de unos 7 millones de euros por culpa de los cierres y costes de mantenimiento de instalaciones. Los únicos humanos en las pistas han sido los conductores de pisapistas, que han estado manteniendo las instalaciones para poder abrir en cuanto el Gobierno del país diese una autorización que nunca llegó. El Valle de Aosta, la región italiana donde está Breuil-Cervinia, tiene una veintena de estaciones de esquí; Los ingresos por turismo representan alrededor del 80 por ciento del PIB de la zona. En enero, aquí se perdió alrededor de 204 millones de euros al no poderse abrir al turismo de invierno.
Las pistas se pisaron en el lado italiano pero nunca se llegó a autorizar la apertura
Y eso que el futuro de este turismo era más que prometedor en esta zona. Enero de 2020 comenzó como el mejor en ambas poblaciones de las dos últimas décadas, pero luego llegó marzo y se ordenó el cierre. Apenas afectó un par o tres de semanas de la temporada, y se pensó que cuando llegase la siguiente habrían medidas implementadas para recibir de nuevo toda esa cantidad de turistas. De hecho cuando se reabrió en verano, se vio un auge de viajeros que querían visitar las montañas y hacer excursiones.
Pero 2021 fue distinto para ambos lados de la frontera. Mientras los italianos echaban el cerrojazo, en la parte suiza se abrían todas las estaciones de esquí, aunque bajo unas condiciones de prevención ante el COVID-19. Fue la primera de las grandes diferencias que notaron los vecinos de las dos localidades, que además tuvieron que lidiar con algunas curiosidades.
Como el hecho de que en el lado suizo los restaurantes estaban cerrados y solo ofrecían comida para llevar, pero en la parte italiana sí se podían sentar los comensales hasta mediodía. Así que muchos turistas esquiaban en Zermatt y comían en Breuil.-Cervinia. De todas maneras el promedio de clientes en los locales abiertos era de unos 30 diarios, muy lejos de los más de 250 en una temporada de esquí normal antes de la pandemia. No obstante en marzo Italia aplicó medidas más estrictas, y se prohibió cruzar entre ambos países.
El caso de Breuil-Cervinia es extrapolable a otras regiones de montaña o pequeñas poblaciones donde hay una unión cultural muy fuerte pese a que les cruce una frontera. La pandemia enfatizó una separación política que ya parecía olvidada, y desestabilizó su sentido de cohesión cultural.
Y en las pistas pasó lo mismo. Para evitar que los esquiadores que accedían al lado suizao del Matterhorn Paradise pasasen a la zona italiana, donde las estaciones han estado cerrado toda la temporada de esquí, se tuvo que colocar una cuerda amarilla.
A medida que la temporada y la no-temporada (en el caso italiano) llega a su fin, ambas poblaciones miran hacia el futuro.
Un nuevo teleférico facilitará el cruce fronterizo alpino internacional. Si nada se tuerce, se inaugurará en 2022. Se espera que fortalezca el vínculo social y económico de las dos ciudades.
El lado suizo con el Zermatt al fondo, pudo recibir esquiadores |