La conservación de la nieve, o mejor dicho, del hielo, tiene milenios de historia. Se hacía para mejorar la conservación de los alimentos e incluso para poder hacer algunos helados en verano. La habilidad de preservar el hielo no era solo cosa de países fríos, sino que ya era conocida por los antiguos griegos, y cientos de años antes del comienzo de nuestra era en Persia, se construyeron depósitos como salas de verano para refrescarse.
En algunos países se tenía que bajar la nieve de las montañas más altas, teniendo que hacer unos largos trayectos. En otros en cambio, como es el caso de Finlandia, conservar el hielo fue un proceso más simple, pero requirió mucho trabajo. En las días más fríos de febrero los lagos se helaban y de allí se cortaban trozos duros como el acero. Luego se apilaban en forma de pirámide en pozos, graneros, o almacenes metidos el bosque. Las pilas estaban cubiertas de serrín. Protegidas de la luz, el hielo podría sobrevivir durante el verano hasta octubre. Gracias a la forma piramidal, el agua derretida se drenaba para evitar lo máximo posible que se derritiera el hielo.
Aunque en un principio la conservación de la nieve tenía un objetivo alimentario y en algunos casos para que las élites gobernantes se refrescaran, siglos más tarde se utilizó también en equipamientos e instalaciones como los hospitales. Pero a medida que los sistemas de refrigeración se volvieron más comunes, la conservación del hielo disminuyó. En los países nórdicos los últimos pozos de hielos se vieron en los '60. Sin embargo, no se perdieron conocimientos y habilidades. Unas décadas más tarde, se inventó para aplicar la habilidad de conservar el invierno para los deportistas, especialmente los esquiadores.
El aislamiento tradicional, el serrín, todavía está en uso. Su disponibilidad es excelente y las propiedades aislantes son muy conocidas. Además, también contiene agentes anti-moho y anti-bacterianos propios de la madera. Y a medida que la nieve comenzó a almacenarse para un uso más amplio dirigido a los esquiadores, también comenzó el trabajo de desarrollo de técnicas. Además del uso tradicional, también se ha utilizado como aislante el fieltro, similar a un montón de lana. Ahora hay empresas especializadas como Snow Secure, que ha desarrollado un producto llamado Finnfoam que se ha probado este verano de 2020 en Levi, y promete una pérdida de tan solo el 5 al 10% de la nieve.
Esto permite que no haya que estar pendiente del cielo para empezar la temporada. Ni esperar a que nieve ni a que haga temperaturas óptimas para empezar a poner en marcha los cañones. Además de ahorrarse la predicción meteorológica, se ahorra energía, la que no gastan los cañones. Es más, ahora se puede calcular casi con exactitud cuanta nieve va a quedar del invierno, y planificar no solo cuando comenzar la temporada, sino la cantidad de pistas que se quiere abrir.
Ruka, pionera en la conservación de la nieve en una estación de esquí, ha almacenado una cantidad récord de nieve en el sector Saarua y allí se abrirán dos pistas el próximo 2 de octubre. Ese mismo día también se intentará poner en marcha el Ruka Park, o se dejará para el siguiente fin de semana.De esta manera será la primera estación de esquí del hemisferio norte que abrirá, hablando siempre de las que no tienen glaciar.
Al sur del país y a unas 3 horas en coche de su capital, Helsinki, la estación de esquí de Laajis se ha apuntado también al snowfarming. Es el depósito de nieve más meridional de Finlandia. Si el experimento ha salido bien, esperan poder abrir el próximo 20 de noviembre de 2020. Una fecha que coincidirá ya con muchas otras en los Alpes e incluso algún año en el Pirineo, pero que por aquellas latitudes no es tan frecuente.
Levi, Ounasvaara y Suomu completan la lista de snowfarmers este año, pero se espera que en los próximos otoños se sumen otros centros más, ya que se han dado cuenta que ampliar la temporada en otoño, sale mucho más rentable que alargar la temporada durante la primavera.