Con cerca de una treintena de puntos de restauración entre restaurantes a la carta a simples bocaterías, e incluso espacios montados en máquinas pisapistas que se van moviendo por pistas, el negocio de las comidas en Grandvalira se ha convertido en uno de los pilares del negocio en la estación andorrana.
Para llegar aquí se ha tenido que invertir cada año, no solo en la mejora o ampliación de los locales existentes, sino en la búsqueda de aquella oferta más adecuada al cliente. En el caso de Grandvalira, con 1,7 millones de forfaits vendidos cada año, la variedad ha tenido que ser lo más amplia posible. Allí encontramos sencillos puntos de venta de comida rápida o bocadillos, pero también restaurantes a la carta especializados en diferentes comidas. También los hay tematizados y especializados en productos muy concretos. En los últimos seis años la facturación se ha incrementado un 40%, según explicaba ayer Alfonso Torreño durante la presentación de la oferta gastronómica en Grandvalira, quien añade que todo esto no se hubiera logrado de no haber invertido también en remontes,
Precisamente en el ámbito de la innovación, Saetde ha presentado un proyecto experimental que comenzó este otoño. Una empresa de cava sumergió 200 botellas en el Llac de Pessons, a 2.300 metros de altura. Por entonces el agua estaba a 14 grados, la misma que se suele buscar para la maduración de esta bebida. Allí e se han quedado durante toda la temporada 2017-2018 de manera que se llegará a los 2ºC. La temperatura, la altura y el ligero movimiento de las aguas, puede hacer que la evolución del cava sea más fino.
Pas Grau ha sido pionero (gracias a una empresa de cavas, todo sea dicho) en este nuevo tipo de investigación sobre la evolución del espumoso. Una vez llegue el deshielo, extraerán las botellas del fondo del lago para ver el estado de conservación y a ver que tal ha funcionado el experimento.