"Es una región muy interesante para Rusia, en pleno desarrollo", apunta Gianni Van Daalen, director de la filial moscovita del hotel Baltschug Kempinski, que construirá cuatro complejos hoteleros en la ciudad, la primera de Rusia en ser sede de unos juegos olímpicos invernales. La actual falta de infraestructuras en Sochi quedará paliada con la inversión de millones de dólares anunciada por las autoridades, si bien en un reciente encuentro de inversores quedó patente que el cumplimiento del calendario pactado es lo único que preocupa a los hombres de negocios. El presidente ruso, Vladimir Putin, ya aseguró que "un evento deportivo como éste abre enormes oportunidades de negocio". Putin fue el gran valedor de la candidatura de Sochi, donde tiene la residencia de verano.
Por el momento, los grandes inversores en la ciudad son locales: el gigante del gas Gazprom y los magnates del aluminio y la minería, Oleg Deripaska y Vladimir Potanin, respectivamente. Sin embargo, Putin también ha hecho llamamientos a inversores extranjeros, por ahora oídos por la constructora austríaca Strabag, en la que Deripaska posee un 30%, que prevé invertir hasta 2.100 millones de dólares en la renovación de las principales carreteras de acceso a la ciudad. Los JJOO-2014 serán "la vitrina de la nueva Rusia y el mundo estará pendiente de ello", dice James Brooke de Jones Lang LaSalle, una compañía que realizará tres proyectos inmobiliarios en la zona. "Es evidente que el dinero fluye", reconoce.Sin embargo, los habitantes de Sochi no parecen estar destinados a beneficiarse de este 'boom' inmobiliario. Los responsables del comité organizador de los JJOO han reconocido que las obras del complejo olímpico, que comenzarán en abril del 2008, pueden conllevar expropiaciones. Así sucede con una de las periferias de la ciudad, Imeretinski, sobre la que planea la amenaza de expropiaciones para construir la villa olímpica y las pistas de patinaje. El problema es que muchas de las viviendas afectadas de esa zona no están registradas y sus propietarios temen recibir compensaciones irrisorias o, en el peor de los casos, nada.
Esos temores aumentaron con un proyecto de ley que se presentará este mes en el Parlamento y cuyo objetivo es facilitar y acelerar los procesos de expropiación por parte del Estado. "Todo el mundo sabe que su casa será destruida. Sólo es una cuestión de tiempo", dice Dimitri Kaptsov, un joven de 20 años militante de la organización local Vigilia Ecológica del Norte del Cáucaso. Kaptsov calcula que la población de Imeretinski asciende a 5.000 habitantes. En septiembre, las televisiones ofrecieron imágenes de unas máquinas destruyendo una de las casas ilegales de la zona, que fue considerado como un mensaje de advertencia para los ciudadanos.
Pero el proyecto de Sochi también ha alertado a los ecologistas, quienes denuncian que las construcciones dañarán gravemente un territorio, que posee especies de plantas poco frecuentes y que es un importante punto de escala para las aves migratorias.