Detrás de sus peculiares vidas se esconden los problemas de la mayoría de la población, por ejemplo, la vivienda. Los complejos invernales hace tiempo que no facilitan alojamiento a los trabajadores, y el aumento constante del precio de la vivienda hace que las personas que acuden a las estaciones durante la temporada encuentren cada vez más dificultades para alquilar un piso. Los precios son desorbitados. Unos 6.000 euros por cinco meses. Pago adelantado. Además, en Granada no son viviendas de mucha calidad. Quizá por eso, tipos como Alberto y Fernando -dos profesores de la Escuela Oficial de Esquí- se han comprado sus caravanas y las han 'anclado' en Pradollano, en el aparcamiento Los Peñones.
Alberto y Fernando
39 y 31 años. Profesores de esquí
Junto a él se sienta su amigo -«como el Guadiana, ya que nos vemos de invierno a invierno»- Fernando Astilleros Parra, un madrileño que asegura que con este tipo de vida los profesores de esquí no buscan la seguridad, «sino las experiencias». Aunque Sierra Nevada es una de las estaciones más caras de España, los dos han escogido este enclave por contar con la mejor climatología -mucho sol- de Europa.
Mientras charlan dentro de la caravana de Fernando, muy caldeada, pequeña y con una inmensa ristra de chorizos encima del poyete de la minicocina, coinciden en que el estereotipo de los 'profesores pijos y chulos' es minoría. «Somos muy currantes, muy vocacionales, echamos muchas horas para sacar un sueldo digno. De noviembre a mayo nos levantamos todos los días a las siete de la mañana», concluye Alberto, quien recuerda que en ocasiones ha trabajado con veinte grados bajo cero y una sensación térmica de menos cuarenta grados.
Al preguntarles por eso de formar una familia los dos resoplan. Ven a sus novias -residentes en Madrid- cuando pueden. Y eso es lo que hay. Están encantados con la vida que han escogido y no se plantean abandonar hasta la jubilación. «Es mi profesión, no sé hacer otra cosa», asevera Fernando, quien manifiesta que en El Pirineo y otras estaciones europeas «los profesores son supermayores, hasta con 70 años siguen activos».
Fernando ya lleva seis años en Sierra Nevada y dos veranos españoles cruzando el charco en busca del invierno en el hemisferio sur. Su destino, cuando hace las maletas en Granada, es la nieve argentina. «Una gozada», asegura. «Cuando viajo a Sudamérica lo enfoco más como disfrute. Ahorro dinero en España y luego doy pocas clases en Argentina, donde gasto en ocio lo que llevo ahorrado», narra. «Antes de devaluarse la moneda argentina era al contrario -especifica Fernando- se ganaba mucha pasta en Argentina y luego venías aquí a trabajar poco, sólo para cubrir gastos y fundirte en España el resto. Pero ahora se van allí para mantenerse y si al final tienen ahorrados 2.000 euros, se los gastan en un viaje por Latinoamérica».
José Frías
26 años. Profesor de esquí
«Esto es particular en España, donde hay poca tradición de deportes de invierno. En otros países -Francia, Italia, EE UU...- es más habitual como trabajo 'estable'», comenta este joven, que, como el resto de los 500 profesores empleados en Sierra Nevada, gana de 16 a 20 euros la hora, dependiendo de la titulación y de la Escuela. Un buen día, pueden trabajar un máximo de siete horas.
«Me lo planteo como modo de vida que tiene la ventaja de conocer distintos sitios y la desventaja de la supuesta inestabilidad, que no es tal», abunda José, quien dice que al frío es fácil habituarse. «Sobre todo te acostumbras a estar vestido siempre de invierno. Te ves muy raro con unas chanclas y un bañador», concluye este joven que reconoce que en su situación es complicado formar una familia. «Pero hay quien la tiene y la mueve con él o con ella. Lo importante es encontrar con quién poder hacerlo», remata.
Javier, Tico, Joaquñin y Bea
Trabajadores en la estación
«Esto es como un pueblo, somos muy pocos, es un ambiente de amigos, sales siempre a los mismos sitios y se hace mucha vida en casa, imagina el frío por la noche», explica este trabajador de la hostelería que en verano se va a Baleares y que tiene como próximo destino Estados Unidos «para ver lo que es la nieve de verdad». A su lado, Tico, un boliviano que es 'novato' en Sierra Nevada, cuenta que curra en una de las muchas tiendas de 'snow'. A sus 29 años, está decidido a trabajar a partir de ahora de estación de esquí en estación de esquí. «La nieve me alucina», afirma.
En el otro sofá, Beatriz y su novio Joaquín han currado muy duro este verano para poder vivir ahora en Sierra Nevada dedicándose a estudiar las oposiciones de Magisterio de ella. Él 'pringa' los fines de semana. Todos aseguran extrañamente que en esas cumbres durante el día «no hace frío». Debe de ser la costumbre. Igual que ellos, uno se cruza por estas calles nevadas con ingleses, argentinos, portugueses, noruegos... que no tienen ni la más mínima expresión de frío en la cara.
'Jornaleros de la nieve'
No todo el mundo llega de tan lejos para desembarcar y ganarse la vida en las cumbres de estas montañas. Muchos trabajadores de las estaciones son residentes habituales de las ciudades más cercanas, por ejemplo, Granada, y suben a la montaña todos los días para volver a casa cuando termina la jornada laboral. Otros 'jornaleros de la nieve' se desplazan a diario desde pueblos como Güéjar Sierra, Cenes de la Vega, Monachil...
En la Sierra se suele empezar pronto a currar y se termina temprano, incluso en la hostelería, ya que cuando cierran las pistas, a eso de las cinco de la tarde, empieza lo que se llama el 'apreski' y, salvo en algunos bares y en casa, queda poco por hacer. «Aquí no hay un apartamento sin una 'playstation' o algo para entretenerse», apunta Bea.
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