La pequeña población de Saariselkä, al norte de la Laponia finlandesa, creció con «la fiebre del oro». Hoy es uno de los centros turísticos de invierno más activos de la Europa septentrional, que ha hecho de la temporada de nieve -de noviembre a mayo- su principal fuente de riqueza. Los cuatrocientos habitantes de Saariselkä viven del sector servicios y del turismo. Acaba de arrancar la temporada alta y el pequeño aeropuerto de Ivalo, el centro urbano más cercano, registra un intenso tráfico, con vuelos directos procedentes de Inglaterra y Francia. En esta pequeña localidad, situada a 1.200 kilómetros de Helsinki, reside Carlos López Domínguez, un gijonés de 30 años que desde el año 2003 trabaja como guía para Club Nord, una empresa especializada en turismo activo.La estación de invierno posee «aproximadamente 300 kilómetros de pistas para practicar más el esquí de fondo que el alpino porque no hay montañas altas» -cuenta en una conversación telefónica mantenida con La Nueva España-, aunque la espectacularidad del entorno natural lo convierte en una zona propicia para «realizar travesías en trineos con perros husky, renos, safaris en motonieve o pesca en lagos con hielo», puntualiza el guía. El exotismo de la zona, a las puertas del parque nacional Urho Kekkonen, el más grande del país, atrae a los turistas «que en invierno pueden observar pavos reales, pájaros carpinteros, alces, renos y osos», entre su rica fauna.
Según este gijonés, su jornada laboral consiste en planificar un programa que abarca diferentes actividades. «Lo normal es contratar cuatro horas de servicio. Enseñamos a los turistas a manejar un trineo tirado por huskys y les acompañamos en la ruta, que un almuerzo en el bosque. Se puede concluir la travesía visitando una granja de renos o el Museo Siida para conocer la cultura de los Sami», detalla. Una cultura, dice, de la que se han heredado vocablos como «tundra», si bien el idioma coexiste de forma oficial en el norte del país junto con el finés y el sueco. Precisamente la cultura nativa de los Sami está muy integrada en la vida actual del norte del país. Para el guía turístico, «todos los Sami son lapones, pero no quiere decir que todos los lapones sean Sami». La población Sami, de tradición nómada, aún sostiene su economía en la pesca, caza y artesanía pero sobre todo en la cría y pastoreo del reno, su principal fuente de ingresos. Y es que la carne de reno tiene un consumo similar a la de la ternera en nuestro país, aparte del salmón y el alce.
Otro de los espectáculos que ofrece la naturaleza lapona es el que se conoce como «Kaamos». «A partir de diciembre el sol sale hacia las diez y media de la mañana y se pone a las dos y media de la tarde», explica, a la vez que apunta que no quiere decir «que estemos en completa oscuridad sino con una luz especial que se conoce como "momento azul" y que persiste durante poco más de mes y medio». Esa falta de luz, sostiene Carlos López, «no influye tanto en el estado anímico como la gente suele pensar», aunque reconoce que el estilo de vida de la gente del Norte es muy tranquilo y en invierno pasa mucho tiempo en casa, «por eso les gusta tenerla siempre muy decorada, más aún en Navidad», enfatiza. 
Uno de los elementos indispensables en el hogar de los lapones es la sauna. «La sauna es su religión», afirma tajante el gijonés, quien asegura que «es lo mejor cuando vienes de pasar casi 30 grados bajo cero». Con la agenda programada para el invierno a este gijonés no le será posible reunirse con su familia en Navidad. Además, comparte vida con Piia Söbergârd, una finlandesa de quien espera un hijo para el próximo año. Su experiencia lapona está resultando tan satisfactoria que admite que por el momento no echa de menos la tierra. Se ha acostumbrado de tal forma a la fría pero sencilla vida del Norte que está censado, lo que le permite gozar de los mismos derechos que un finlandés. En mayo, con el deshielo, el turismo se traslada a Noruega. Sin embargo, este verano dejará de trabajar, percibirá una cantidad fija por desempleo y dedicará su tiempo libre a «descansar y disfrutar de los paseos por el bosque y atender a mi familia», concluye, hasta que llegue de nuevo el invierno.
