En el reverso de la metafórica moneda tenemos a San Isidro, con 273.500 esquiadores, 128 días de apertura y 2,84 millones de euros de ingresos. De Leitariegos, a falta de datos oficiales, se sabe que cerró su temporada con 30.000 usuarios, según la Concejalía de Turismo del Ayuntamiento de Villablino.
Ante la contundencia de las cifras queda claro que: Uno, la estación de montaña de referencia, tanto invernal como para actividades de ocio y turismo de todo el año (golf, spa, excursiones, hostelería, infraestructura y urbanismo) es San Isidro. De hecho, la Diputación de León invertirá 7,6 millones de euros, principalmente en más pistas, cañones, remontes mecánicos y maquinaria.
Y dos, Leitariegos, «a modiño, pasiño a pasiño» como decimos aquí, se ha «colado» y convertido en la estación de esquí referente para los aficionados del lado más occidental de la provincia.
Los altruístas esfuerzos de la Asociación de Amigos del Morredero chocan, una temporada más, con los problemas burocráticos del uso y clasificación del suelo del paraje que frena cualquier obra y plan específico público o privado que se quiera llevar a efecto o diseñar.
La Junta de Castilla y León, así como el propio Ayuntamiento de Ponferrada, tienen el deber y la potestad para desbloquear el asunto. Y en cuanto a la Diputación, organismo desde donde se está impulsando el famoso «corredor de estaciones de montaña», queda claro que tienen, si es que quieren, inyectar financiación de verdad, y no sólo política de gestos con pequeños esfuerzos, para garantizar una comunicación fluída y sin riesgos hasta las pistas, amén de inversiones en los paravientos, remontes y maquinaria para que la nieve y el agua que cae (suficiente y de sobra), se mantenga, porque si algo es el Morredero, es un paraje de agua, viento y frío, tanto, que el «morrirse» allí dio nombre al lugar siglos atrás.
Y hablando de vientos, quede aquí constancia de que el Morredero dista a tan solo 20 kilómetros de un área poblacional de más de cien mil ciudadanos...Algo no casa y luego vienen los lamentos. Así pues que cada palo aguante su vela. O su responsabilidad.
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