Así lo demostró ayer al lograr su vigésimo quinta victoria en la Copa del Mundo, en el supergigante disputado en Kvitfjell, la pista noruega donde tuvieron lugar las pruebas de velocidad en los Juegos Olímpicos de Lillehammer, en 1994. Con este triunfo, Eberharter también se adjudicó el Globo de Cristal del supergigante, en una temporada gloriosa en la que el tirolés, de 33 años, podría terminar su brillante trayectoria deportiva.
Una excelente trayectoria
Hace un mes, Eberharter ya había protagonizado un hecho insólito, al ganar, en los mundiales de St.Moritz, el supergigante, con lo que conseguía un título mundial doce años después de los logrados ante público en los campeonatos de Saalbach- Hinterglemm.
Eberharter, que el año pasado se convirtió en el tercer austriaco en ganar la Copa del Mundo, después de Karl Schranz y de Herminator, ya había puesto el broche de oro a su carrera al conquistar el único título que le faltaba, el olímpico, que logró en el gigante de Park City (EEUU), donde pasó de ser eterno segundo a ganador de todo.
Nacido el 24 de marzo de 1969 en Stumm (Tirol), Eberharter ya había sido doble campeón del mundo, de supergigante y de combinada, en los mundiales que se disputaron hace doce años en la estación austriaca de Saalbach-Hinterglemm y pasó a ser el más joven integrante de la selección de su país. Poco después, una gravísima lesión le sacó del potente y competitivo primer equipo austríaco.
El tirolés demostró ser dueño de una poderosa fuerza de voluntad, ya que después de dos años parado logró entrar en un equipo que le tenía olvidado tras ganar la Copa de Europa (1994-95), en el poderoso Wunderteam de la República alpina. Ahora queda por ver si se prorroga un año su posible retirada o si Eberharter decide dejarlo ya, cuando habita en la cumbre del esquí alpino.
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