Algunas escuelas de esquí enseñan a meter la rodilla para girar. También podemos ver a infinidad de demostradores en internet haciendo ejercicios de canteo en la que adoptan ese “genu valgo dinámico” o "angulación" de la rodilla del esquí exterior. ¿Es esto saludable? ¿es eficaz? o ¿es una herencia del pasado que no se ha cuestionado debidamente?
La cuestión no es sencilla y, para sacar conclusiones personales sobre la marcha, vamos a recrear en casa, frente al espejo, un viraje en cuña a baja velocidad y otro, en paralelo, ejecutado con dinamismo. Adelanto que he elegido un enfoque anatómico para argumentar y, por tanto, la terminolgía que voy a emplear pertenece a ese lenguaje de especialidad.
Probemos a ponernos en cuña delante del espejo. El centro de gravedad queda en medio de ambos pies en el plano frontal y encima de los pies en el plano sagital. Hemos abierto las piernas, o sea, llevado a cabo una abducción del fémur, y estamos apoyados en la parte interior de las botas, con lo cual, los esquís están canteados. Si hacemos una dorsiflexión con uno de los dos tobillos idéntica a la que hacemos al esquiar, contraemos el tibial anterior y el cuádriceps. La presión se transfiere a la parte delantera del esquí; concretamente a la porción delantera del canto interior. En el espejo la rodilla parece haberse “metido” algo, pero es solo una ilusión óptica; no ha habido ninguna aducción ni rotación interna del fémur voluntaria, más allá de la muy leve (y pasiva, no deliberada) que produce el movimiento de dorsiflexión del tobillo y flexión de la rodilla en esa postura.
Ahora hagamos lo mismo, pero, en vez de dorsiflexión del tobillo, llevemos a cabo una aducción voluntaria del fémur, es decir “metamos la rodilla” al interior. Notaremos una rotación interna de la cadera y una tensión excesiva en el ligamento colateral medial de la rodilla. Sobre todo, observaremos que la presión no se está transfiriendo a la parte frontal del esquí, sino a la parte media e, incluso, a la trasera. Con la eversión del tobillo, la abducción de rodilla o la aducción del fémur (las tres cosas equivalen a “meter la rodilla”) no solo no transferimos la presión hacia adelante, sino que sometemos a los ligamentos de la rodilla y al menisco medial a una carga poco funcional. Hilando un poco más, en valgo dinámico prevalece la activación del bíceps femoral y los gemelos sobre el del cuádriceps y el tibial anterior, con lo que estamos desaprovechando la fuerza de estos músculos, quitando estabilidad a la rodilla y corriendo más riesgo de quedar retrasados en seguida. El cuadro no parece muy favorable en cuanto el terreno se complique, se empine o se vuelva irregular.
Pasemos ahora al segundo escenario, que es bastante distinto. Con una pared cerca donde apoyarnos, imaginemos que terminamos un viraje veloz y nos proyectamos con dinamismo, cuesta abajo, hacia el interior de la nueva curva (la pared). Notaremos que nos apoyamos en el nuevo esquí exterior y que la pelvis se mueve hacia adelante. Ese pie de apoyo queda en seguida detrás de la cadera. Aquí -ya con la pierna extendia - sí que se está produciendo una inervación de los músculos aductores (es decir, podemos tener la sensación subjetiva de "meter rodilla") y, también, el fémur, para permitir al pie tomar dirección, va a tratar de rotar internamente (mientras la otra pierna interior lo hace al contrario). La clave aquí es que, en este viraje más dinámico, en el plano sagital la pelvis no esta encima del pie como en la cuña, sino que está por delante y, además, la pierna dominante se está extendiendo, por tanto, sus segmentos están más alineados y la rodilla tiene mayor estabilidad. Anatómicamente la articulación no está sufriendo una carga tan poco eficaz y, a la vez, potencialmente lesiva al comienzo de la curva como en el caso que describíamos antes.
Probablemente esto ha confundido durante años a muchos profesores de esquí. Quizás sea esta sensación interna de lo que hacemos en un viraje dinámico, lo que ha hecho a muchas personas pensar que había que “meter la rodilla” en todo tipo de virajes. Tradicionalmente se ha confundido lo que percibe un buen esquiador en su propio cuerpo con lo que hay que enseñar a un principiante cuando está aprendiendo. Este error de “falsa empatía” ha creado este y otros muchos malentendidos en la enseñanza que discutiremos en otros artículos.
Como conclusión, podremos decir que “meter la rodilla” es, en la mayoría de los casos, un simple efecto óptico. Parece que la rodilla “entra” al interior, pero, en realidad, solo lo parece al flexionarse hacia adelante con la pierna abierta. En los virajes a poca velocidad la abducción de la rodilla es innecesaria y, en virajes dinámicos, es algo que ocurre de manera, por así decir, pasiva, sin que tengamos que hacerlo deliberada o conscientemente. Además, en los virajes a poca velocidad, ese movimiento combinado de eversión del tobillo o aducción del fémur, que resulta en una abducción de rodilla es, no solo poco funcional, sino también potencialmente lesivo.
En fin, espero con esto iniciar una discusión razonada sobre la pregunta que, con frecuencia, surge en los bares de las estaciones, las clases e, incluso, en los cursos entre profesionales del gremio; ¿hay que meter la rodilla? Personalmente creo que es una de tantas cosas que dependen de la percepción individual. Como truco puede funcionarles a muchas personas de nivel alto; como patrón de movimiento en la enseñanza de la cuña me parece un error, tanto desde el punto de vista de la funcionalidad como del de la salud.
¡Buenas huellas!
Carolo, septiembre de 2020