Recientemente he estado revisando mi veterano Esquiar con los pies para su cuarta edición. El libro – concebido en 1993 - es a ratos cándido y a ratos recargado y, de haberlo escrito hoy, seguramente hubiera puesto la mitad de palabras para decir lo mismo, juas. Con todo, lo cierto es que el contenido (que no es mío, sino que debe mucho a muchas personas, como insisto siempre) sigue siendo actual, así que vamos a intentar comentar algunos detalles de aquel librito pionero, a ver si hoy nos pueden servir de algo.
Como decía en el articulito de hace unas semanas, aunque somos conscientes de que distinas corrientes de investigación pueden ser contradictorias, existe evidencia abundante sobre la eficacia de combinar en el aprendizaje un foco interno y uno externo, y que esto se muestra muy superior al mero análisis de los gestos que estamos aprendiendo o llevando a cabo; exceso de análisis, por cierto, en el que inexplicablemente se sigue insistiendo en tantos lugares.
En Esquiar con los pies dábamos un montón de trucos útiles, basados en el empleo de un foco externo y un diálogo interno motivador, como propugna hoy la Teoría óptima del aprendizaje motor que citamos más arriba. Uno de los más evidentes era el triple consejo que daba nada más empezar: esquiar de pie, “pensar” cuesta abajo y mirar hacia adelante, pero había muchos más. Veamos algunos:
Trucos basados en el efecto o las consecuencias de los gestos.
Por ejemplo, proponíamos que nos fijásemos en el efecto de la mayor o menor presión que ejercemos. Así, comprobábamos que el esquí se frena cuando ejercemos presión y que acelera cuando dejamos de aplicarla, lo que nos enseña a regularla eficientemente a través de los sentidos, y no a través del lento y torpe análisis.
También explicábamos cómo poner el foco en el sencillo clavado del bastón provocaba una provechosa cadena de acontecimientos: flexión de tobillos y rodilla, angulación de cadera, orientarnos hacia la pendiente, posición adelantada y, de propina, valiosa información para el equilibrio desde el suelo, al tocar con la punta del bastón. Todo ello con un solo foco, simple, con una referencia externa en la pendiente fácilmente identificable.
Trucos basados en la visión:
El foco externo por excelencia lo proporciona la vista. Así, hablábamos de usar la visión periférica en el truco del “rabillo del ojo” o para recabar información del terreno en circunstancias diversas. Respecto al foco principal de visión y las ventajas de la anticipación, sugeríamos mirar varios baches más abajo en los carriles, lo mismo en los trazados de palos o incluso a utilizar cualquier referencia de la pista que nos permitiese encadenar virajes con fluidez, sin movimientos desligados. A decir de los investigadores citados, las referencias visuales permiten al cuerpo auto organizarse y gestionar mejor la dirección, amplitud, la velocidad y la fuerza necesaria en los movimientos.
Para aprender la geometría óptima de las curvas fuera de pista proponíamos, entre otras muchas estrategias, hacer ochos a una huella existente, lo que nos permite calcular las distancias, al ajustarnos a unas coordenadas espaciales y temporales ya fijadas. Algo similar ocurre cuando imitamos los movimientos de a otra persona, o incluso en el caso que explicamos a continuación.
Trucos basados en la imaginación, el uso de metáforas y comparaciones.
Parece ser que cuando imaginamos los movimientos se produce una inervación muscular similar a la propia actividad que recreamos en la mente, lo que sirve tanto para aprender gestos nuevos como para perfeccionar los que ya conocemos. En el viejo Esquiar con los pies no solo proponíamos trabajar la imaginación para superar dificultades, sino que dimos un montón de truquitos basados en ella. Por ejemplo, figurarse que cortamos un bollo de pan para conducir mejor, lo que nos permitía llevar a cabo un movimiento fluido y eficiente en terrenos tan distintos como el hielo, la nieve primavera o la honda.
En fin, espero que esta breve reseña auto-publicitaria sobre ese librito de mi juventud, sirva para refrescar la memoria de algunos de los muchísimos truquitos útiles que contiene y anime, por qué no, a quienes no tengan todavía su ejemplar, a que se hagan con uno, o con la trilogía completa, juas, juas.
¡Buenas huellas!
Carolo, enero de 2018