Las semanas anteriores hemos hablado de pensar en nuestro centro de gravedad en la pista y en los baches, pero si hay un lugar donde realmente resulta interesante centrarnos en nuestro centro de masas, es en el fuera de pista, pues el terreno inestable que pisamos no nos permite equilibrarnos tan fácilmente como sobre una superficie dura.
Hoy, en vez de liarme con explicaciones técnicas y metafísicas, les contaré una anécdota que creo describe gráficamente cómo nos beneficia sentir el centro de gravedad en la nieve sin tratar. Cuando trabajaba en Kirkwood esquiaba a menudo con una profesora que bajaba tanto los baches como los paquetones de nieve polvo que caían allí con una fluidez y una suavidad especialmente llamativa. Ante mi pregunta sobre cómo lo hacía ella respondió:
Cuando hay un gran paquete sin base, siento mi ombligo yendo recto, cuesta abajo, en dirección a un punto imaginario abajo de la pista. Así de sencillo.
Richard Berger, en Hochkar, 2007, hace fluir su centro de masas en la dirección de la nueva curva. Foto András Vegh.
Eso le hacía mantenerse estable y absorber y extender con las piernas según le iba pidiendo el terreno y la compresión que sentía bajo sus pies, interactuando, de esta manera, de una forma extraordinariamente eficiente con le medio en el que se estaba moviendo.
Por hoy no les molesto más. Feliz entrada del año y ¡Buenas huellas para toda la temporada!
Carolo © 2008