El mérito es siempre del alumno

El mérito es siempre del alumno
Los profesores y los entrenadores tenemos la obligación de dar lo mejor de nosotros... pero por encima de todo esto está el deportista, y son ellos los que deciden, los que se sacrifican y los que, a la hora de la verdad, llevan o no a cabo aquello para lo que se han preparado.

Es gracioso. Ayer estaba hablando con un profesor sin mucha experiencia y me decía que otro compañero no tenía ni idea de lo que enseñaba. Yo me decía, je, por poco que uno sepa siempre hay alguien que sabe menos, juas, juas. Por la otra parte también pensaba: por muy experto que uno sea, no sólo siempre habrá quien lo sea más, sino que continuamente podrá aprender algo de cualquiera porque, en determinadas circunstancias, otros podrán ver donde uno no es capaz de hacerlo… pero bueno, no demos más rodeos.

Mi reflexión sobre esto es algo que llevo comprobando años: por muy mal que enseñemos, el alumno va a progresar tarde o temprano. Aunque sea a pesar de nosotros, je, je. Lo mismo ocurre en la competición deportiva. Los entrenadores solemos recibir muchas felicitaciones cuando nuestros corredores ganan, pero una frase muy típica en el mundillo dice que cualquiera puede hacer un buen competidor de un atleta con talento. Y es cierto, aunque también sea cierto que un mal entrenador puede malograr a muchos buenos deportistas. El caso es que, a poco que uno se esfuerce, si tiene entre sus manos a una persona con las cualidades necesarias, el atleta terminará brillando.

Y ¿cuál es la conclusión de todo esto? Fácil; los profesores y los entrenadores tenemos la obligación de dar lo mejor de nosotros, de estudiar, estar actualizados, comprender las necesidades físicas, técnicas, mentales, afectivas y vitales de nuestros pupilos y, además de todo esto, tenemos que aceptar el compromiso de estar concentrados en nuestro trabajo para no perder de vista todos los elementos que influyen en la consecución de los objetivos que nos planteamos. Pero por encima de todo esto está el deportista, y son ellos los que deciden, los que se sacrifican y los que, a la hora de la verdad, llevan o no a cabo aquello para lo que se han preparado. Lo mismo se puede decir de los alumnos en la enseñanza normal del esquí; y quien mueve temeroso el pie para dibujar esa cuña, o quien dobla por primera vez en su vida las rodillas para absorber ese bache amenazador no es el profesor, sino la persona que tiene en frente y que ha depositado en nosotros su confianza. Los entrenadores y los profesores sólo ayudamos a descubrir el potencial de las personas. Pero el mérito, al final, es sólo de ellas.

¡Buenas huellas!

Carolo © 2005

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  • Actitud Publicado el 10/01/2012

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