Todos conocemos ya los beneficios de la angulación, entre los que podemos destacar el poder ejercer una presión más eficiente con el esquí exterior y, también, evitar el peligro de quedarnos en el esquí interior. Pero hay algunas ventajas más que, por sutiles, no dejan de tener una gran importancia.
Alrededor de la pelvis residen algunos de los músculos más potentes del cuerpo que sirven para estabilizarlo. Cuando nos inclinamos para realizar un viraje sólo trabajan los músculos pélvicos del lado exterior de la curva pero, si en vez de solo inclinar, nos angulamos, trabajarán mejor los músculos de ambas partes de la cadera.
En consecuencia, mediante la angulación, hacemos a nuestra estructura músculo esquelética adoptar un par de fuerzas bastante sólido y estable que permite a ambos cantos morder con efectividad en la nieve. La forma opuesta de hacerlo - mediante la inclinación – también nos confiere una base sólida y potente pero, como dije antes, solo en la mitad del cuerpo que está en el exterior de la curva. Como inclinar nos hace correr el peligro de quedarnos en el esquí interior, inconscientemente aligeramos éste en exceso, bien subiéndolo o bien adelantándolo, lo que nos obliga a depositar demasiada confianza en la rodilla exterior para regular el canteo. Como podemos imaginar, la angulación de la rodilla no solo es menos estable que la de la cadera, sino que, además, a la larga nos hará correr más riesgo de lesiones en esa articulación, pues las presiones que soportará en una posición comprometida serán enormes.
Los entrenadores de esquí alpino saben que hay, además, otros beneficios relacionados con la coordinación del resto de los movimientos que llevamos a cabo durante el viraje como puede ser, por ejemplo, el clavado del bastón, pero esto, lo dejo para otra semana.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2005