Comenzamos hoy una nueva serie sobre cosas que se oyen frecuentemente en las charlas de cafetería que, en mi opinión, no se corresponden con la realidad. Hoy le va a tocar al famoso “dedo gordo” ése que parece que hace mucho en el esquí y que, sin embargo, mal empleado, puede traer más problemas que beneficios.
(*NOTA: editado en consideración a mensajes razonados de algunos colegas)
Mucha gente aconseja a los demás que presionen el dedo gordo para esquiar, con el doble objeto de que trasladen el peso hacia adelante a la vez que obtienen sensaciones a través de sus pies. El truco está bien y es ampliamente utilizado desde los comienzos de la enseñanza del esquí, pero a veces no nos damos cuenta de que las sensación de presión en el dedo gordo es una consecuencia de otros gestos mucho más importantes que llevamos a cabo y, además, que presionar voluntaria y deliberadamente el dedo gordo puede provocar que consigamos justo lo contrario de lo que estamos intentando. Al principiante puede ayudarlo a adquirir, simultáneamente, una noción clara de "presionar", "dirigir" e, incluso, "cantear", lo que es muy efectivo, pero a medida que avanza en su progresión, el truco puede ser contraproducente si no comprende verdaderamente el porqué de éste, sus razones y sus consecuencias.
Cuando doblamos los tobillos hacia delante al esquiar, obviamente, sentimos cómo se produce presión debajo de nuestros dedos; pero no hay que confundirse: no por que presionemos con los dedos vamos a conseguir doblar los tobillos. Hagamos, para comprobarlo, un pequeño ejercicio.
Ahí mismo, sentados delante del ordenador, levantemos las puntas de los pies del suelo dejando los talones apoyados. Ahora estamos con los tobillos flexionados ¿verdad? Bien, pues ahora apuntemos hacia abajo con el dedo gordo… ¿Qué pasa? … pues que nuestros tobillos tienden a desdoblarse. ¡Maaaádre mía! Si hacemos esto esquiando, cuando la masa de nuestro cuerpo tiende a quedarse retrasada, abriremos inconscientemente los tobillos, el peso se transferirá a los talones y estaremos ¡atrás!
Cuanto más queramos presionar con el dedo en una posición retrasada más nos retrasaremos, y conseguiremos justo lo contrario de lo que estamos intentando. Además, apretar con el dedo gordo dará una dosis extra de rigidez a nuestras articulaciones inferiores y, para colmo, esquiaremos menos relajados.
A lo mejor, en un viraje muy dinámico, focalizarse en el dedo gordo puede ayudarnos si somos buenos esquiadores, pero no hay que confundir los términos. Por ejemplo, un corredor, abre los tobillos al inicio de un viraje para deslizar y dirigir los esquís hacia la máxima pendiente. Entonces, dosifica – quizás con el dedo gordo - la cantidad de presión que trasfiere a las espátulas. Lo mismo puede ocurrirle a un competidor de baches que, a la salida de la cresta, en el momento de mayor flexión, empuja las puntas de los pies hacia abajo. Pero esto lo pueden hacer porque están envueltos en una serie de fuerzas externas enormes – concretamente, la energía cinética de la masa de su cuerpo, o sea, la inercia, sumada a la gravedad - que los empujan cuesta abajo hacia el interior del viraje y, entonces, su centro de masas está más adelantado que sus pies, lo que les permite presionar en la parte alta de la curva.
Pero si hacemos esto despacio, ninguna fuerza externa vendrá a socorrernos de una posición retrasada y, desgraciadamente, conseguiremos, en vez de transferir presión a las espátulas de los esquís, transferirla a las colas, con todos los inconvenientes que acarrea eso.
Otro día seguiremos con más entelequias mitológicas y leyendas montañeras… hasta entonces
¡Buenas huellas!