Del esquí alpino al esquí de fondo
Tenía muchas preguntas: si sería fácil, si los conocimientos del esquí de pista serían útiles, si sería entretenido, si sería una buena alternativa para los días de mal tiempo, si podía ser un deporte complementario, si sería muy exigente...
Para los amantes de las respuestas rápidas: tras un par de días de experiencia, la respuesta a todo es SÍ.
Que me disculpen los expertos en esquí de fondo por meterme a opinar sin tener gran idea del asunto. Tomad mis conclusiones como lo que son, una simple reflexión de principiante dirigida a otros que tal vez tengan ganas de probarlo.
¿Cuándo? Pongamos que un día quieres esquiar en Cerler. Y te encuentras con la estación medio abierta o cerrada por culpa del viento y del mal tiempo: busquemos un plan B. Y con la misma ropa de abrigo (quizá es recomendable abrigarse un poco menos, ya que vas a un valle más resguardado y el ejercicio será intenso), te encaminas a lo desconocido.
¿Dónde? En los Llanos del Hospital, a pocos kilómetros de Benasque, hay una estación de esquí nórdico. Un paisaje espectacular que merece la pena recorrer en cualquier momento del año.
¿Cómo? Allí, imagino que como en otras estaciones, cuentan con un servicio de alquiler de material que, sumado al forfait, asciende a 22 € por persona. El forfait, como es natural, no da derecho a ningún tipo de remonte, sólo a pasar por las huellas trazadas en la nieve.
¿Con quién? Yo recomendaría, puesto que así lo hicimos y nos fue bien, tomar una hora de clase el primer día con un profesor. Enseña los rudimentos básicos... y alegría.
Minuto 0: sales con tus esquís bajo el brazo en dirección al llano donde se imparte la clase. Pesan tan poco que ni hace falta echárselos al hombro y puedes ir volteándolos como una majorette en un desfile. Tampoco el peso de las botitas es disuasorio. Si no fuera por el miedo a resbalar, podrías ir dando saltitos sobre la nieve. Para compensar, los bastones te llegan al hombro y no sabes qué hacer con una cosa tan grande.
Minuto 1: te pones los esquís. La fijación es una cosa muy rara que se engancha solo con la punta de la bota.
Minuto ni se sabe, depende de la torpeza al enganchar la fijación. Primera sensación de pánico: eso no sujeta nada. El pie baila alegremente sobre un esquí de pocos centímetros de anchura que no tiene cantos dignos de tal nombre.
Yo no sé cómo harán otros para quitarse esa horrible sensación de inestabilidad: yo cerré los ojos y empecé a dar vueltas sobre mí misma para intentar asimilar lo más deprisa posible la falta de sujeción y de peso en los pies. La extraña mezcla de baile de la yenka y de giro de peonza me fue muy útil.
Aparece la profesora. Enseña a deslizar, a avanzar, a hacer media cuña, cuña entera y una serie de gestos elementales. Entre una cosa y otra, todo marcha viento en popa.
Terminada la clase, sigues por la pista azul de un lado a otro. Poco rato, el ejercicio es agotador.
Segundo día. Por ahora, y para seguir por el recorrido de la pista azul, no parecen presentarse más desafíos técnicos. Curiosamente, las suaves pendientes que con ojos de esquiador de pista son meros llanos, se transforman en muros inquietantes. No es necesario estresarse: aunque los esquís son muy endebles y poco disciplinados, lo cierto es que acaban obedeciendo a la cuña.
Sensación curiosa (y, probablemente, útil para el esquí alpino): recuperas los tobillos. Descubres que tienen un papel importante en la cuña.
Primera sorpresa: es un deporte exigente. Técnicamente no me parece complicado imitar el elegante paso de los deportistas que hemos visto por la tele, algo similar he hecho muchas veces con los esquís “normales”. Lo que no había previsto es que eso es agotador al cabo de 10 minutos. Viene a ser como subirse a la bicicleta elíptica del gimnasio a una velocidad enloquecida durante horas... El paso elegante se transforma en pasito muñeca Famosa. No importa hacer el ridículo: ventajas de los deportes solitarios.
Buena noticia: el mal tiempo no importa. Sudas como un pollo y no levantas la vista del suelo por miedo a perder el equilibrio o salirte de la huella.
Conclusiones: merece la pena. No sé si me aficionaré de veras, pero es una estupenda actividad alternativa o complementaria al esquí de pista. Los conocimientos previos de esquí son útiles y es posible divertirse con un riesgo mínimo de lesiones y ninguna caída.