Monte Rosa y Mont Blanc con esquís
La primera parte consistía en un recorrido que, partiendo de Cervinia, nos llevaría, de refugio en refugio, a través del Macizo del Monte Rosa encadenando varios cuatromiles de esta zona tan increíble para el esquí-alpinismo.
La primera etapa comenzaba en Testa Grigia, hasta donde se accede utilizando los remontes de Cervinia (o de Zermatt), y terminaba en el refugio Quintino Sella tras ascender, en travesía, el Castor.
El Breithorn (4164 m), fácilmente accesible, que en esta ocasión pasamos de largo:
Y el Castor, que con sus 4228 metros era punto de paso obligado hacia el refugio Quintino Sella:
Poco antes de emprender la ascensión al Castor, tuve un incidente con el material, al rompérseme la talonera de una fijación, quedándome colgado, así que adopté la decisión de dar media vuelta y bajarme a Cervinia a alquilar un equipo, con la intención de reunirme con el resto del grupo al día siguiente ascendiendo por mi cuenta desde Gressoney.
El resto del grupo ascendiendo al Castor, con su afilada arista cimera.
Descendiendo hacia el refugio Quintino Sella.:
Al día siguiente, tomé los remontes de Gressoney hasta el glaciar de Indren, a 3275 m. Desde allí ascendí hasta la base de la Pirámide Vincent para esperar allí a mis compañeros.
Ellos salieron del Refugio Quintino Sella y, tras ascender Il Naso (4272 m), segundo cuatromil del programa, me reuní con ellos para subir juntos la Pirámide Vincent (4215 m), con su sencilla y elegante cima.
Ascendiendo al Naso (o Schneedomspitze):
La Pirámide Vincent, muy frecuentada:
Tras un agradable descenso llegamos al acogedor refugio Gnifetti, para pasar allí la segunda noche de este viaje.
El tercer día prometía ser duro, con cuatro cuatromiles esperándonos. Desde el Refugio Gnifetti, alcanzamos fácilmente el primero de ellos, denominado Ludwigshöhe (4341 m).
Tras un corto descenso, iniciamos la ascensión al Parrotspitze (4432 m), algo más seria debido a su larga arista, aunque sin dificultades reseñables, y con unas vistas espectaculares.
Nuestro siguiente objetivo, la punta Gnifetti (o Signalkuppe), de 4554 m, una de las 4 cimas principales del Monte Rosa, con la particularidad de que sobre su cumbre se alza la Cabaña Margherita, el refugio más alto de Europa.
La punta Gnifetti, a la derecha, y la Zumsteinspitze, a la izquierda, vistos desde la Parrotspitze:
La Cabaña Margherita:
Desde allí descendimos al collado, y tras una breve ascensión alcanzamos el cuarto cuatromil del día, la Zumsteinspitze (4563 m), cuarta cima más alta de los Alpes, a la que se accede mediante una corta trepada por terreno mixto tras una sencilla arista:
Y, tras un descanso contemplando las impresionantes vistas que ofrece este pico, iniciamos un largo descenso a través del glaciar Grenzgletscher presidido por la impresionante cara norte del Liskamm, sin duda el mejor descenso de todo el viaje, prestando la atención lógica a las posibles grietas.
Aunque la idea era descender hasta Zermatt recorriendo el glaciar en su totalidad, no fue posible debido al fuerte deshielo que creaba una fuerte torrentera en el desagüe, así que hicimos noche en el refugio Monte Rosa, modernísimo y con todas las comodidades.
El día siguiente, mucho más tranquilo que los anteriores, era el de regreso a Cervinia para cerrar la travesía. Tras una ascensión, primero foqueando, y luego caminando por un largo sendero totalmente desprovisto de nieve, alcanzamos la zona de Rotenboden, en la estación de esquí de Zermatt, desde donde cruzamos a Cervinia por las pistas de la estación.
Y así terminó la primera parte del viaje. Ese mismo día poníamos rumbo a Chamonix para iniciar al día siguiente la ascensión al Mont Blanc (4807 m), sin descansar pero aprovechando la buena aclimatación que llevábamos de los días anteriores.
Tras pasar la noche en un albergue de Les Houches, tomamos el teleférico de la l’Aiguille du Midi hasta la estación intermedia, en el Plan de l’Aiguille, a 2300 metros.
Desde allí, siguiendo un recorrido glaciar bastante llano y que en su parte intermedia se suele encontrar bastante fracturado, se alcanza tras unas tres horas de foqueo, el refugio de Grands Mullets, situado a 3057 metros de altura.
El refugio, rodeado de glaciares, se encuentra colgado sobre un promontorio rocoso al que se accede mediante una trepada con la ayuda de un cable metálico.
La jornada siguiente, con casi 1800 metros de desnivel hasta el Mont Blanc, es larga, así que conviene madrugar. De hecho, el desayuno se sirve en el refugio a la una y media de la madrugada.
Salimos del refugio con los frontales, en dirección a la denominada “Vía Real” que, tras algunos accidentes por desprendimientos de Seracs en la vía tradicional (a través del Grand Plateau), se ha impuesto como la vía más segura para ascender en invierno y primavera.
Esta vía sigue la Arista Norte del Dome de Gouter, y se realiza durante gran parte de su recorrido a pie, con los esquís en la mochila, debido a su inclinación. No obstante, resulta muy bella si las condiciones de nieve acompañan:
Tras esta primera parte que hicimos completamente de noche, calzamos de nuevo los esquís, y foqueando, con las primeras luces, alcanzamos la cabaña Wallot, donde dejamos los esquís para hacer la última parte a pie.
La parte final recorre una sucesión de pendientes y aristas que, debido al buen estado de la nieve, realizamos con relativa comodidad.
Gracias a la aclimatización de los días previos en el Monte Rosa, llegamos hasta allí bastante enteros a pesar del desnivel recorrido, lo que nos permitió disfrutar de las espectaculares vistas que tenemos en todas las direcciones.
Y así alcanzamos la cima del Mont Blanc, el techo de Europa Occidental. Tuvimos mucha suerte con el tiempo, no es fácil poder disfrutar de 6 días seguidos de tiempo perfecto en estos macizos. Aún así, hacía frío, así que no perdimos demasiado tiempo en la cima. Comimos un poco, nos hicimos algunas fotos y emprendimos el descenso hasta el lugar en el que habíamos dejado los esquís.
Nos los calzamos y empezamos a esquiar. La bajada la hicimos por la vía tradicional a través del Petit y el Grand Plateau. Hacía muchos días que no nevaba, así que estaba todo bastante trillado. Había que prestar mucha atención a las grietas, por lo que convenía no salirse de la traza más frecuentada, y no entretenerse en las zonas expuestas a la caída de Seracs.
Así llegamos al refugio, que pasamos de largo, continuando nuestro descenso hasta el Plan de l’Aiguille, donde tomamos el teleférico hasta Chamonix.
En Chamonix, después de 6 días de actividad, tocaba descansar, disfrutar del buen tiempo y recordar, tomándonos una buena Fondue acompañada de abundante cerveza, lo que habíamos tenido la fortuna de vivir los días anteriores.