Aquellos cuatro días de febrero resultaron inolvidables para todo nuestro grupo, nos unía nada más que una relación laboral, ya que se trataba de un viaje de empresa, de esos que se ganan como premio a una buena campaña o algo así, también se conoce como incentivos. Yo fui en calidad de consorte, con lo cual, aún conocía a menos gente. Daba igual el viaje nos unió, y nos ganó el país.
Aterrizamos en el aeropuerto de Helsinki, desde Madrid, con Finnair . Un bus nos llevó al hotel, y reparto de habitaciones.
Vino un bus a buscarnos y dimos una vuelta por Helsinki, el Auditorio Finlandia de Alvar Aalto,
el parque y monumento a Sibelius
una iglesia excavada en la roca con el techo de cobre,
(aún no había llegado el Titanio, ni Franck Gehry ),
la catedral neoclásica,
los famosos almacenes Stockmann,
los finlandeses comiendo helados por la calle a pesar de los 5 bajo cero reinantes…
…Y al restaurante ruso a cenar, todo muy rico, regado con vodka y amenizado por un guitarrista que nos cantaba Kalinka y O chichornia (Ojos negros ) , volvimos un poco perjudicados, después del lanzamiento de los vasitos de vodka contra la chimenea, como mandan los cánones.
Al segundo día,
Al aeropuerto rumbo a Kemi, casi en el círculo polar ártico,
a orillas del mar Báltico, en el golfo de Botnia para ser mas exactos. El aterrizaje impresionante, capa de nieve de 10 cm sobre capa de hielo. El avión ni culeó un poco siquiera, directos a las tiendas de suministros , buzo aislante, sobre nuestra ropa, guantes, botas, casco y las motos de nieve
todos en fila india detrás del Musher, el convoy comienza a avanzar por el pueblito, llegamos a la playa, entramos, dejamos atrás las txalupas atracadas en la arena, ya estamos sobre el mar congelado, avanzamos dejamos la costa atrás y nos impresiona la pedazo llanura, qué llanura, si es el mar!!!, avanzamos unos 10 km hasta que divisamos la silueta del rompehielos Sampo
Alli quedaron aparcadas las motos hasta nuestro regreso, y por la pasarela como si de un muelle se tratara subimos a cubierta. Nos enseñaron el interior y nos explicaron el funcionamiento y la capacidad de romper las placas de más de 50 cm de espesor.Tambien estuvimos en el puente de mando y en la sala de máquinas.
Y nos movíamos, el barco navegaba, todos salimos a cubierta sin importarnos los muchos grados bajo cero, además lucía el sol.
El sonido del hielo al quebrarse es espectacular, imposible de olvidar
Un rato de paseo, una maravilla, sonó la campana, hora de comer, bajamos al restaurante, todos el mismo menú, sopa de salmón, una especie de marmitako, en lugar de atùn , salmón, y en lugar de nuestro aceite de oliva, nata líquida. Estaba buenísimo, y tarta de postre, todo muy energético, para soportar los grandes fríos
Después de comer, el barco hizo unos extraños movimientos, se desplazaba una y otra vez lateralmente, salimos a cubierta un poco escamados para ver lo que pasaba, se nos acercó el Comodoro para preguntar si alguno nos queríamos dar un baño en el Báltico, nos mostraron unos fantásticos trajes de neopreno con los que se puede aguantar hasta dos horas sin congelarse, se ponen encima de tu ropa, son un perfecto aislamiento del frío y de la humedad.Con aquellos movimientos el Sampo había despejado una zona bastante grande, como si de una piscina se tratase.
Llegó la hora de la verdad, “ Al agua patos “, mi marido se animó, a mi me dio repelus, fueron muchos los que bajaron, se dieron en chapuzón entre los hielos.
Después del baño, hora de volver, hasta el punto donde dejamos las motos, una vez allí, otra vez en convoy hasta Kemi, la visión del atardecer con los pinos enredados en niebla daba un aspecto fantasmagórico a la costa, empezaba a anochecer eran la 16:30 de la tarde.
Nos montamos en el autobús, que nos llevaría a dormir a Rovaniemi.
Tercer día
Había un programa de actividades muy intenso, así que desayunamos tempranito, el café parecía té, pero el yogur era delicioso.
Pertrechados con nuestros trajes y botas térmicos, las manoplas y los cascos de ayer, montamos en las motos y nos deslizamos por el cauce de un río helado, hasta llegar a una especie de tienda india, que no era sino una tienda lapona o sami, como prefieren que se les llame.
Una vez en su interior, nos obsequiaron con vino caliente y nos mostraron la ceremonia del bautismo lapón.
Siguiente escala, la granja de Renos, íbamos a aprender a conducir el trineo de renos y a obtener la correspondiente licencia.
Dimos unas vueltas en el trineo, y voilá la licencia de conducir trineos de renos, en nuestras manos.
Nos contaron que son animales de los cuales se obtiene un gran aprovechamiento, las pieles, la carne, la grasa, incluso las astas de las que sacan el polvo de asta de reno, famosísimo afrodisíaco. Naturalmente aquel día comimos fiambre frío de lengua de reno, y guisado de carne de reno, ambos exquisitos.
Después de comer, a las motos, rumbo a la granja de Huskies
Fue asombroso contemplar y escuchar a los perros intentando ser uno de los elegidos por el musher para ser enganchados al trineo, les encanta ponerse el arnés y tirar del trineo.
Disfrutamos dando una vuelta en el trineo con el musher, aquí no se arriesgaron a que hiciéramos alguna chapuza con los pobres perritos…
Cuarto y último día
Al día siguiente nos tocaba visitar a Joulupukki( Papá Noel ), en su casa de Rovaniemi, en pleno Napapiiri (círculo polar ártico ),
Nos hicimos fotos con él, sentadas en sus rodillas, a algunas les tocó el culo, aprovechándose de su avanzada edad…
Le pedimos muchos regalos para las próximas navidades
A la vuelta, nos apeteció practicar con la sauna finlandesa, era estupendo, pasabas del calor al agua templada de la piscina y volvías a entrar en la sauna, y en algún intermedio reponías la pérdida hídrica con una fría kalia,( cerveza).
Cenamos en una isla , en un restaurante especializado en salmón a la parrilla, anteriormente ya nos habíamos deleitado con salmón ahumado, salmón marinado al eneldo, y en sopa dentro del Sampo, pero este último a la parrilla nos sorprendió por la forma de asarlo puesto de pié cerca de las brasas (como los argentinos hacen sus famosos asados), así había perdido gran parte de su grasa, estaba exquisito.
Aquella noche como despedida, nos fuimos después de la cena a la disco del hotel, nos divertimos un rato y observamos a los lugareños que salían hacia sus casas en camiseta de manga corta, el termómetro marcaba -19º
Cerraron temprano la disco y como nos quedaba marcha, en el hall del hotel, con el beneplácito de las señoritas de recepción, nos bajamos una botellita de Cardhu, traída desde Madrid, unos vasos de plástico “prestados” de la sauna del hotel, y el hielo?, descubrimos lo bien que sabe el hielo lapón traído directamente de las reservas del exterior del hotel. Algunos se arrancaron por sevillanas, deleitando a las recepcionistas.
El viaje terminaba, al día siguiente madrugón y al aeropuerto de Rovaniemi, rumbo a casa.