Daniel Santos es ingeniero técnico y la persona encargada de supervisar cada uno de los detalles de la construcción del nuevo telesilla ‘Dílar’ en Sierra Nevada. En verano, operarios de distintas empresas trabajan en el mantenimiento y mejora de las instalaciones. “Cuando empecé creí que no iba a durar aquí ni una semana. Luego te haces a las condiciones y he de reconocer que me encanta mi trabajo”, comenta. Daniel coordina un grupo de trabajadores de la empresa Cara Norte Ingenieros, a la que también pertenece, durante la construcción de este remonte. Lleva varios meses en ello. Lo peor ha pasado, pero queda faena. 
Se trata de un remonte que asciende obedeciendo un diseño curvo, de derecha a izquierda, desde la Estación Motriz, cerca de La Laguna, hasta el radiotelescopio. Sólo hay otro en el mundo cuyo trazado no es completamente recto. Está en Schruns (Austria), pero mientras que las sillas del austriaco son biplaza, las del granadino son para cuatro personas.Lo normal es construir los telesillas en línea recta. “Llegan los topógrafos y miden el terreno. Se decide la altura y la inclinación que han de tener las torres que sostienen el cable”, explica Daniel en un intento por expresarse de una forma entendible para todos. En este caso, la proximidad del Parque Nacional hace que el trayecto del remonte no pueda alzarse en recta y deba hacer un quiebro para no invadir tierra protegida por ley.
EL MONTAJE DE LAS TORRES
Si espectaculares son las vistas que desde allí se disfrutan, más lo es el montaje de las ‘pilonas’. Cada una pesa algo más de dos toneladas y son trasladadas en helicóptero hasta las bases de hormigón previamente fijadas entre la pizarra que conforma el suelo del Veleta y sus proximidades. “Subimos hasta aquí (la Estación Motril) y esperamos la llegada del helicóptero con una de las torres o con las crucetas y los balancines. 
Abajo (en Pradollano) tenemos el material en un parking. Allí lo preparamos y lo dejamos listo para que sea subir y poner. Antes de encajar las piezas las atamos con unas cuerdas para poder dirigirlas desde tierra, ayudar al piloto y facilitar que encajen en el sitio indicado, sino se ponen a dar vueltas y no hay manera de colocarlas”, resume Daniel Santos. Contado así parece fácil, pero las imágenes hablan por si mismas de la complejidad de la operación.Este ingeniero está encargado de un equipo de nueve personas que divide en dos a la hora de colocar los fustes. Así, mientras uno reafirma la torre recién colocada, el otro recibe una nueva. “Es importante estar bien sincronizado”, comenta. El helicóptero cobra por minutos. Bien organizados son capaces de instalar ocho torretas en tres horas.
El nuevo telesilla ‘Dílar’ que conducirá a los esquiadores hasta el radiotelescopio sustituye al anterior, cercano ya a cumplir la treintena de años. Está levantado sobre 19 torres que tienen una altura media de 16 metros. Soporta un desnivel de 256 metros en una pendiente del 30% durante un trayecto de 890 metros. En sus cables sostendrá el peso de 133 sillas. Puede dar servicio a 2.400 personas cada hora y circula a una velocidad de 2,3 metros por segundo.
Estos datos van en consonancia con la complejidad que los operarios allí destacados reflejan en su rostro cuando se les pregunta por su trabajo a 2.500 metros de altura sobre el nivel del mar, el cual no queda a más de 150 kilómetros al Sur. “Cuando te mueves o haces mucho ejercicio físico notas que te falta el oxígeno y te cuesta más. Te falta el aire. Si llevas tiempo trabajando en la Sierra y bajas a Granada notas que andas como si nada”, cuenta Daniel. Lo que algunos deportistas tratan de ganar inyectándose EPO, ellos lo consiguen de manera natural: a más altura, más glóbulos rojos; a más glóbulos rojos, más oxigeno, mayor facilidad para respirar y, por tanto, menos fatiga.CONTACTO CON EL ENTORNO
Trabajar en altura ofrece otras ventajas como el contacto directo con la naturaleza autóctona de esta altimetría. Allí arriba es normal compartir faena con ciervos, con ejemplares de cabra montés, vacas o águilas que pisan o sobrevuelan borreguiles. “Un día íbamos en el ‘todoterreno’ y vimos a un águila lanzarse en picado desde el aire hasta la cuneta de la carretera por la que circulábamos. Dió tres saltos y salió volando con una culebra entre el pico. Impresionante”, recuerda.
Cara Norte Ingenieros realiza también este verano algunos trabajos en las estaciones de Formigal y Baqueira Beret. En sus orígenes estaba especializada en la planificación y construcción de parques eólicos. El tiempo ha ido definiendo el negocio y ahora sus propietarios tienen sobre la mesa importantes proyectos dentro del país relacionados con el montaje y desmontaje de transportes en altura.
Daniel Santos acaba de cumplir su primer año de trabajo en la empresa. Tiene 29 años. Pertenece a una generación de jóvenes sin ataduras cuya dedicación es el trabajo diario y el deseo de aumentar su experiencia vital allí en donde le toque estar. En el mismo vértice del pico del Veleta desde el que parte el diseño de esa peculiar figura que caracteriza la cumbre granadina más conocida, la existencia del hombre se hace insignificante cuando se mira al lado oculto de la Sierra, al abismo de centenares de barrancos y pequeñas lagunas.
Es en ese momento cuando se halla la justificación a la locura de subirse a lo más alto de una torre de 20 metros confiando tu suerte a una cuerda, al sacrificio físico y mental de trabajar en esas condiciones. Es ahí donde se descubre que lo que realmente engancha al oficio es sentir a cada instante que se está vivo.
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