Hubertus de Hohenlohe, aristócrata, cantante y empresario ya ha participado 20 veces en unos Mundiales de esquí alpino. Pese a pasado su vida en Europa, siempre ha esquiado en representación de México, ya que allí nació y vivió hasta los 4 años. Ahora con 64 no solo es el esquiador con más participaciones en este evento, sino que nadie se le acerca en edad. Pero no se rinde aquí, y ya se prepara para Saalbach 2025, donde espera ser aclamado entre los suyos como el primer 'jubilado' de unos Campeonatos Mundiales.
Hubertus es hijo de Alfonso de Hohenlohe y de Ira von Fürstenberg. Nació en Ciudad de México el 2 de febrero de 1959 y con cuatro años se trasladó a Europa, donde vivió en España y en Austria; país este último en el que, como colegial, estuvo interno en la Mehrerau, en Bregenz (Vorarlberg), y en el que no tardó en descubrir su pasión por los deportes de nieve. Fundó la Federación Mexicana de Esquí en 1981. Bajo la bandera de su país, participó por primera vez ese año en una prueba de la Copa del Mundo, una combinada de Aprica (Italia) y a la temporada siguiente ya debutó en sus primeros Mundiales, los de Schladming-82 (Austria).
Se especializó en salir a competir en la disciplina de la Combinada, donde ha logrado su mejor resultado, un quinto puesto en diciembre de 1981 en Madonna di Campiglio, donde en cambio llegó el último. Esa fue su posición durante la mayoría de pruebas. El número en la tabla variaba en función de los corredores que salían.
Desde Schladming’82 hasta el Gigante de ayer viernes en Courchevel, Hubertus ha competido en veinte Mundiales, un récord que no ha hecho más que ampliar porque ya los tenía en posesión. Hubertus, gran animador (especialmente cuando era más joven) de estos eventos, nunca tuvo el nivel para ganar medallas; pero siempre fue un esquiador cualificado. Este viernes, con 64 años, bastante hizo con no tropezarse en la larga, técnica, dura y exigente pista L’Eclipse de Courchevel -con salida a 1.730 metros de altitud y un desnivel de 450-, que no llegó a completar. Se saltó una puerta. Y quedó descalificado.
En los Juegos Olímpicos también ha sido muy prolífico. Y no tiene el récord de participaciones porque la Federación de Mëxico no le dejó participar en un par de ediciones. Debutó en Sarajevo-1984 cuando esta capital de la actual Bosnia-Herzegovina todavía formaba parte de un país de la ex-Yugoslavia. Sus últimos Juegos fueron los de Sochi-2014 en los que se salió de recorrido en la primera manga del Slalom.
El Comité Olímpico mexicano no quiso inscribirle en Nagano’98 (Japón) y Turín 2006 (Italia) por alguna polémica que tenìa entonces con ellos. Estuvo allí como espectador, pero los deportes de invierno se perdieron la posibilidad de tener al participante más olímpico de la historia, ahora en manos de la federación de atletismo gracias al español Jesús Ángel García Bragado, quién a sus 51 años, en Tokio-2020 cumplió su octava participación olímpica.
Sin duda alguna uno de los Juegos que más le recordaremos son los de PyeongChang-2018, donde diseñó los trajes de esquí del Equipo Olímpico Mexicano. No estuvo como corredor, ni tampoco en Pekin 2022 porque las condiciones para ser olímpico son más estrictas que para competir en Mundiales. Por eso pretende seguir engrosando su hazaña dentro de dos años en los de Saalbach (Austria).
Dejando su huella allí donde va
El simpático y excéntrico Hubertus siempre destacó como figura mediática en cuantos eventos deportivos participó, en los que casi siempre se hizo notar también fuera de las pistas. Intervino como cantante en unas cuantas ceremonias de inauguración de Mundiales, entre ellas la de los únicos que organizó España; en 1996, en Sierra Nevada, donde compartió protagonismo extradeportivo con el senegalés Lamine Guaye, al que estuvieron a punto de echar de esos campeonatos al desfilar en la Inauguración -en la que ejercieron de maestros de ceremonia los inolvidables Paco y Blanca Fernández Ochoa, únicos esquiadores alpinos españoles que han ganado medallas olímpicas- junto a un médico italiano que se había pintado de negro la cara.
Sólo un año después, afrontó, ataviado con la camiseta de la Juventus, el descenso -la prueba reina, la más peligrosa- de los Mundiales de Sestriere (Italia). En la estación de esquí del Piamonte, próxima a Turín, Hohenlohe corría prácticamente en casa: su madre, la princesa ítalo-alemana Ira von Fürstenberg, era sobrina del poderoso dueño de la FIAT, Gianni Agnell. “Me gustaría ganar a los que no esquían todo el año”, apuntaba el mexicano en los Juegos de Lillehammer’94 (Noruega). Y cuatro años después, en los de Nagano (Japón) -en los que no compitió- y en Hakuba, sede de las pruebas de velocidad de esquí alpino, indicaba a Efe que aspiraba “a mejorar”, al año siguiente, en Vail (EEUU), “el récord de participaciones” en grandes eventos que poseía entonces el austriaco Marc Girardelli, que logro todos sus triunfos deportivos para la federación de Luxemburgo. Lo mejoró. Con creces, además.
En la estación austriaca de St. Anton, en 2001, ya contaba once Mundiales; y en los Juegos de Vancouver-2010 acabó el Slalom a 28 segundos del ganador, el italiano Giuliano Razzoli y en el puesto 52. Pero acabó. Cuatro años más tarde participó por última vez en unos Juegos, en Sochi (Rusia). Pero desde entonces siguió apareciendo en los Mundiales.
