Alemania ha tenido que hincar la rodilla con un cerrojazo para las navidades, prohibiendo a sus ciudadanos que salgan del país y pidiendo a resto de Europa que haga lo mismo mientras en la primera ola que a ellos no les afectó tanto, no tuvo esa sensibilidad y envió a turistas a las Baleares y las Islas Canarias. Hoy entre otras cosas, ha cerrado sus estaciones de esquí, entre ellas la glamourosa Garmisch-Patenkirchen, y prohíbe los viajes a los complejos invernales de Austria.
Una situación parecida a la de Corea del Sur. La primera ola del COVID la pasaron relativamente bien. Se dijo que era por la disciplina de sus ciudadanos y porque estaban acostumbrados a llevar mascarilla. Hoy se ha podido ver que la suerte estuvo de su lado, a no ser que los surcoreanos hayan perdido la disciplina de repente. La cuestión es que el índice de nuevos contagiados se ha disparado y el Gobierno ha tenido que tomar medidas.
El primer ministro Chung Sye-kyu anunció ayer que su país cerrará las estaciones de esquí y parques de atracciones desde el 24 de diciembre al 3 de enero para evitar la propagación del COVID. El objetivo es tratar de contener una tercera ola que se presenta muy potente teniendo en cuenta la cantidad de gente contagiada en la segunda, y las reuniones que se iban a celebrar durante las fiestas de Fin de Año.
También se aplicarán restricciones en las reuniones privadas. Solo se admitirá un máximo de cinco personas tanto en las viviendas como en restaurantes. En Seul esta medida aún se aprieta más. En la capital del país y su área metropolitana, no se pueden hacer encuentros de más de 4 personas durante las vacaciones de Navidad y Año Nuevo.
Esta semana Corea del Sur está reportando récords de contagiados. La avalancha de nuevos casos ha sacudido a un país que durante meses se ha considerado una historia de éxito de contención. A un ritmo esta semana de 1.000 nuevos casos diarios, desde que se inició la pandemia, se han registrado 51.460 positivos de los que 722 han fallecido.