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Última actualización: 05/05/2024 a las 07:55:00 (CET)

III Big Air Contest de Navacerrada

III Big Air Contest de Navacerrada
“Yo siempre les pregunto: ¿del uno al diez, cuánto te duele? Ese se ha dado una buena, pero no le ha pasado nada”.
José Luis Mazuelos, de 70 años, es uno de los organizadores de la prueba de saltos de esquí que se celebró ayer al mediodía en la estación del
“Yo siempre les pregunto: ¿del uno al diez, cuánto te duele? Ese se ha dado una buena, pero no le ha pasado nada”.
José Luis Mazuelos, de 70 años, es uno de los organizadores de la prueba de saltos de esquí que se celebró ayer al mediodía en la estación del
Navacerrada. Mazuelos habla mientras observa a uno de los participantes que, tras caer de espaldas en un salto, se queda tendido inmóvil. Arriba, junto a los jueces, uno de los participantes cruza los brazos por encima de la cabeza, formando una equis: este gesto significa que la pista se cierra y ningún esquiador puede correr en ella,
“Es para evitar que el que llega detrás se lleve por delante al que se ha caído. Podría matarle”
Falsa alarma, el saltador está bien. Se incorpora con gesto cansado y baja hasta el remonte como si nada.

El III Big Air Contest es un torneo de esquí que nació en 2011 “como un intento de revitalizar la estación de esquí de Navacerrada, de capa caída desde hace un tiempo”, como explica David Castán, profesor de esta disciplina 38 años y uno de los jueces de la prueba. Los campeones este año han sido Jorge Méndez, de 34 años, en la modalidad de snowboard, y Miki Vergara, de 20, en esquí freestyle. Los premios han consistido en una tabla de snow valorada en 600 euros y en otra de longboard —parecida a un monopatín pero más larga—.

Es el primer torneo de su tipo en la Comunidad, según la organización
Desde hace una semana los empleados de la estación han estado trabajando para preparar la pista. No ha nevado lo suficiente y han tenido que usar los cañones de nieve. Además, esta es demasiado dura y hay que crear los montículos que sirven de trampolín a los saltadores. La estación dispone de cuatro máquinas quitanieves especiales cuyas palas tienen dos brazos que amontonan la nieve para crear los saltos. Una fresadora enganchada en la parte trasera tritura el hielo. Esta tarea se realiza cuando la estación está cerrada. Ayer los trabajos de acondicionamiento se realizaron a las seis de la mañana.

Abajo, junto al arco de meta, a unos pasos del telesilla que sube hasta el comienzo de la pista, hay un Hummer, de color negro, en cuyo trasero han dispuesto una plataforma con un equipo de música. A su alrededor hay varias mesas y dos chicas reparten bebidas energéticas.

El mal tiempo de los últimos días obligó a posponer la prueba una semana y eso se ha notado. “El domingo pasado se habían inscrito unas 60 personas, pero se han echado atrás 40”, dice Mazuelos. Al final se han apuntado 19 personas. Eugenio y Carlos, padre y tío de dos de los participantes les dan las últimas recomendaciones antes de la prueba. “La zona está muy bien aprovechada. Para ser una pista pequeña está muy bien”, cuentan. Unos metros más allá, Javi mira cómo calientan los esquiadores. “Cuando he ido a apuntarme no había dorsales y hasta me han dicho que no podían inscribirme porque el bolígrafo se había helado”, cuenta. En el último momento le gritan que hay un dorsal para él. Entre los que se han apuntado a la prueba solo hay una chica. Se llama Marta y, aunque solo tiene 15 años, ya ha participado en dos torneos. “
No suele haber chicas. Como mucho un par, aunque en la pista de nieve de Xanadú suele haber más”
El concurso, dicen los organizadores, es el primero de su tipo en la Comunidad de Madrid. José Luis González, director técnico de la estación, explica que,
“No queremos que sea un peligro, por eso no hacemos que sea demasiado complicado. Lo que deseamos es que sea una prueba popular, en la que pueda participar cualquiera”
Algunos de los saltadores acaban estrellando sus huesos contra la nieve. Dos o tres de ellos se levantan enfadados y arrojan sus bastones. Uno incluso se lía a puñetazos con el suelo. Para el chileno Jean, de 20 años, una parte de ellos vividos en Alaska, la competición le parece una buena iniciativa.
“Esto es más pequeño que [las estaciones de esquí] Alaska pero es más acogedor. Está hecho para los usuarios, no para los turistas”.
Junto a él, Konstantin, alemán de 23 años, asiente: “Me gusta la competición. No esperaba tanto nivel”.

La prueba se interrumpe. Uno de los saltadores no está. Gritan su dorsal pero no aparece. “¡No podemos parar, que se nos mete la nube encima!”, grita alguien en un altavoz. Se ha levantado un fuerte viento y las nubes negras ponen nerviosos a los organizadores. Es la una y media y hay que terminar ya. Dos horas y 75 saltos después, termina la prueba. Miki está contento:
“Me parece muy importante que se hagan pruebas así para dar apoyo a la estación y al freestyle nacional”.









Fuente:

El Pais

El Pais

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