Vestidos con costosos trajes de esquí y máscara de diseñador, los jóvenes iraníes todavía creen que es un precio que vale la pena pagar, y que el deporte es un modo de relacionarse con el sexo opuesto. Vahid, un estudiante de 29 años que esquiaba con su novia, dijo que este es el único lugar al que va "para escapar de las limitaciones impuestas sobre los jóvenes en Irán". La segregación sexual, desde playas y aulas escolares a autobuses públicos, ha aumentado desde la revolución islámica de Irán de 1979, cuando muchos centros de esquí fueron además clausurados por no ajustarse a los valores islámicos.
Cuando las pistas fueron reabiertas en la década de 1990, los esquiadores tuvieron que adoptar las estrictas normas islámicas. "No hay señal de dichas restricciones estos días", dijo Vahid, señalando a un grupo de chicas, riéndose mientras aguardaban el telesilla, vistiendo chaquetas ajustadas, algunas sin el velo obligatorio. "Según parece, en tanto y en cuanto nos mantengamos al margen de la política, las autoridades nos dejarán en paz", dijo. Su novia Laleh, quien lucía un traje de esquí al estilo occidental además de lápiz labial y esmalte de uñas rojo, se mostró de acuerdo. "Quiero vivir mi vida como las otras personas alrededor del mundo. No me importa la política", declaró la joven.
De familias acomodadas a algunos que han vivido y estudiado en Occidente, las opiniones -y modas- de aquellos que concurren a las montañas de Irán a esquiar no son representativas de los millones de jóvenes que en muchos casos perciben modestos ingresos y llevan estilos de vida más tradicionales. El estilo subdesarrollado de las laderas de Irán (donde gran parte de la infraestructura fue instalada por los franceses antes de la revolución de 1979) refleja algunos de los problemas económicos a los que se enfrenta el país.
Las sanciones económicas, bajo las cuales Irán ha vivido durante muchos años, fueron endurecidas por Naciones Unidas, Estados Unidos y Europa en el 2010 por la negativa de Teherán de suspender su programa nuclear, que muchos países ven como una fachada para la fabricación de bombas atómicas, algo que el Gobierno iraní niega. Aunque los funcionarios iraníes niegan el impacto de las sanciones, los economistas dicen que están afectando la economía y disuadiendo inversores en el quinto mayor exportador de crudo del mundo.
Los hoteles sobre las laderas han sido renovados desde la revolución, pero todavía están lejos de los estándares internacionales, debido en parte a que instituciones financieras occidentales han suspendido los lazos con Irán como consecuencia de las sanciones internacionales. "Debido a las sanciones, prefiero no invertir en Irán. Tengo un hotel en Suiza y uno en Austria pero ninguno en mi propio país", dijo un empresario iraní radicado en Dubái, quien también se negó a ser identificado.
Pese a todos los defectos y de la veda total de Irán sobre el alcohol, sus montañas sí atraen a turistas extranjeros. Se sienten atraídos por los precios más bajos y la novedad de esquiar en un país cuya belleza y cultura a menudo se ven eclipsados por eventos geopolíticos, como el tema nuclear y la polémica reelección del presidente Mahmoud Ahmadinejad en el 2009, que generó grandes protestas opositoras en las calles. Al respecto, el turista francés Laurent Claude, de 31 años afirma que