Ambas actuaciones urbanísticas, situadas a apenas 14 kilómetros de distancia, están relacionadas con estaciones de esquí, el denominado negocio blanco, que tan buen rendimiento ha dado a la comarca en las últimas décadas.
El primer proyecto, el de La Tuca, lo promueve la sociedad privada Tucarán en unos terrenos situados en el término de Betren, junto al núcleo urbano de Vielha. La constructora ya ha expresado su intención de iniciar en el año 2009 las obras de las nuevas viviendas, de las que 112 serán de protección oficial. Su propósito es financiar la reapertura de la antigua estación (cerrada desde 1982) con las plusvalías que generen las edificaciones. Tras casi cuatro años de negociaciones, Tucarán consiguió que el pleno del Ayuntamiento de Vielha aprobara el pasado miércoles por unanimidad el cambio de las normas subsidiarias de Betren. Esta modificación permitirá recalificar como urbanizables los prados situados junto a la carretera C-28, justo al lado de donde arrancaba el telesilla de La Tuca.
El proyecto de urbanización, que incluye la construcción de un aparcamiento de 1.700 plazas, cuenta también con el visto bueno de los vecinos de Betren y de Casarilh-Escunhau, propietarios de las montañas afectadas. La estación abrirá inicialmente con 10 remontes y 40,2 hectáreas esquiables. En total, habrá 12,5 kilómetros de pistas, un snowpark y un circuito de fondo. La zona residencial tendrá, además de las 562 viviendas, equipamientos hoteleros y comerciales.
Plan controvertido
Mientras tanto, la empresa Neu 1500 SL, que construye la urbanización de Vall de Ruda, ha optado por paralizar las obras correspondientes a la tercera fase del proyecto, situado al pie de la estación de Baqueira Beret. La actuación, iniciada en el 2003, preveía erigir 500 viviendas, tres hoteles de unas 1800 plazas y un gran aparcamiento con capacidad para más de 3.500 vehículos. La tercera fase, la que ahora se ha decidido frenar, contemplaba la construcción de un centenar de casas, indicaron fuentes cercanas a la constructora.
El proyecto de Vall de Ruda nació rodeado de polémica a finales de los años 90. Primero, fue duramente criticado por grupos ecologistas, que consideraban que la urbanización suponía un grave impacto sobre el valle del río Ruda, un afluente del Garona. Superado este escollo, las obras fueron denunciadas ante la Generalitat por los vertidos de escombros que originaron y, más tarde, fueron objeto de una investigación por la captación de agua.
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