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Última actualización: 27/04/2024 a las 12:23:00 (CET)

Montañas de libertad

Montañas de libertad
Los jóvenes ascienden a las cumbres de Teherán para escapar del rigor y la represión.
La altura es cómplice de la diversión y el relax, lejos de los muecines y los himnos revolucionarios.

No exageró Basman, el chófer de mi amigo Juan Manuel Molina, consejero de la embajada de España en Teherán, cuando me aseguró que su casa era la última de la inmensa capital iraní. Detrás sólo queda la oficina municipal de parques y jardines. El hermoso parque de Jamsidiye, el jardín de piedra, se encarama por la vecina ladera del Colak Cmal, al norte de Teherán. El agua fluye por todas partes, desciende por pequeños canales, acequias, arroyuelos entre chopos, acacias, sauces llorones, copudos árboles.

En lo más alto del parque, bajo la escarpada ladera con sus cumbres aún nevadas, hay un estanque de agua verde con una cascada artificial entre rocas ennegrecidas y patos indolentes. Algunas parejas (ellos con pantalones tejanos y pelo largo, ellas con gabanes de color perla y velos estampados en la cabeza) pasean, o se sientan en anchos bancos de madera en los que se pueden cruzar, desahogadamente, las piernas. Algunos hombres de cabellos grises extienden las hojas de los periódicos sobre el césped. De vez en cuando cruza un vigilante con una porra colgada del cinto.

Jamsidiye, con sus rosas, sus violetas, sus petunias, sus espesos parajes arbolados, es el parque situado más al norte de Teherán, en el barrio de Niavaran, donde el sha tenía sus palacios. La gran ilusión de los habitantes de la metrópoli es alcanzar el punto más culminante del monte, más allá de sus frondosos y limpios barrios, donde continúan viviendo las más acomodadas familias y los diplomáticos extranjeros. Su gran ilusión es ascender a las tentadoras laderas de sus montañas.

Damavand es el nombre del pico más alto: 5.670 metros. Muchos de los episodios del poema épico nacional de Firdusi, Rey de reyes,tuvieron lugar en esta majestuosa montaña y, según la leyenda, Zoroastro vivió en sus aledaños.

Por las noches, sobre todo en verano, los cafetines y restaurantes del chelo kebab están atestados de gente. En las orillas de un pintoresco y profundo cañón han dispuesto, a flor de agua, estrados de madera recubiertos de tapices y almohadones persas donde, recostados, los parroquianos degustan los platos de la cocina tradicional, beben zumos de fruta o cocacolas, sorben té caliente introduciendo los terroncitos de azúcar en su boca antes de paladearlo o fuman sus narguiles. Una vereda a lo largo del alegre torrente, iluminado con guirnaldas de bombillas y luces fluorescentes, va ascendiendo hasta la nevada cumbre.

En el Towchal el ambiente es relajante. Se ven jóvenes de ambos sexos de la mano y parejas adultas con sus dedos entrelazados. A la orilla y sobre el curso del agua, en estas plataformas encabalgadas que hacen las veces de amenas terrazas, dejan fluir el tiempo.

Estacion de esqui de Dizin, a 100 km de TeheránLos viernes de estío, decenas de miles de habitantes de la capital, ahuyentados por el calor, por la vida despiadada de Teherán, se escapan hasta las montañas del norte, donde hay también un teleférico y pistas de esquí. Asaltan día y noche este reducto montañoso de aire puro, de aguas límpidas, en su anhelada evasión. Ascienden a las alturas o vivaquean en las laderas del Damavand y del Towchal.

Alo largo del caminito hay chiringuitos de té caliente, pan, queso, refrescos. Desde estos senderos se contemplan las interminables avenidas, las rectas calles de la metrópoli. Por unas horas se han escapado de los dramas de la mediocridad, de la represión y de la lucha amarga por la vida de la populosa capital. Es como una tregua de Dios, el retorno a la naturaleza, una invitación de las delicadas miniaturas persas.

Bandas de jóvenes se entregan, en cuerpo y alma, al excursionismo con sus mochillas colgadas a la espalda. En valles o cumbres aisladas encuentran sus momentos de libertad. Estas montañas pueden ser refugio de amor, lugar de escarceos eróticos, tiempo para deleitarse con música rock o para furmar pipas de kif. Pero los jóvenes deben estar alerta por la presencia de las temibles brigadas de la policía de costumbres, que recorren, sin cesar, la abrupta geografía para perseguir a los infractores de la puritana ley islámica. La montaña es cómplice, lejos de las oraciones de los muecines y de los himnos revolucionarios. Es el paraíso de los jóvenes, fuente inagotable de este caudal de agua que atraviesa y desciende hasta los barrios populosos y tórridos del sur.

Es en el Damavand donde estalla la juventud iraní, donde, cada fin de semana, se dan cita muchachas y muchachos para divertirse, retozar y, sobre todo, para zafarse del aire contaminado y de la estricta moral impuesta sobre Teherán.

Más información: Iran Mountainzone.com

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