"No me hace sentir bien", dice Alois Ranalter, trabajador de mantenimiento que pasa sus veranos imaginando cómo contener el proceso. "El glaciar es nuestra vida".
La mayoría de los 925 glaciares de Austria ha ido retrocediendo después de décadas de calentamiento paulatino, lo que ha obligado a los investigadores y a los operadores de las estaciones de esquí a buscar soluciones originales. Aquí, en la región tirolesa del oeste de Austria, luchan para combatir el derretimiento cubriendo los lugares más vulnerables con mantas de plástico blanco o láminas de aluminio para mantener el frío adentro y el calor afuera.
Claro que no pueden salvar los glaciares enteros, sino hacer más lenta la contracción.
"No es posible afectar el proceso en gran medida", dice Andrea Fischer, investigadora de la Universidad de Innsbruck involucrada en el proyecto. "Pero a nosotros nos permite observar las fuerzas que actúan en el derretimiento de los glaciares".
Las cubiertas complementadas por una serie de antenas y células solares que emergen de las estaciones de investigación han transformado la vista prístina de Eisgrat que ha atraído a generaciones de esquiadores y excursionistas a esta estación montañosa a 2.900 metros de altura.
Los esquiadores veraniegos ahora tienen que pasar junto a un manto de polietileno blanco del tamaño de una cancha de fútbol sobre el trasfondo de las majestuosas cumbres. El polietileno obra como un termo hermético desviando el calor del sol y manteniendo el frío.
A Rosemarie Gleichman, una visitante alemana, no le preocupa esa interferencia con la naturaleza.
"Creo que está bien", comentó mientras caminaba sobre un sendero cubierto con un material blanco. "Protege el glaciar".
Esos enormes felpudos no son nada nuevo en Austria ni en otras partes del mundo. Las superficies en torno de los pilones de los telesquíes son particularmente delicados debido al deshielo anual, lo que obliga a los trabajadores a volverlos a afirmar una y otra vez. Aquí, dice Fischer, lo han hecho durante años.
Pero en el verano del 2003, las temperaturas récord y la falta de nieve y lluvia aceleró el deshielo, exponiendo rocas, tierra y troncos de árbol de antiguos bosques en el medio de las canchas de esquí. La firma Wintersport Tirol AG & Co, que administra cuatro centros de esquí en el Tirol, buscó la ayuda de científicos del centro de investigación Alpes y glaciólogos de la Universidad de Innsbruck.
Las primeras superficies amplias se cubrieron el año pasado. Este año, unas 16 hectáreas están cubiertas en las regiones tirolesas de Stubaital, Oeztal, Kaunertal y Pitztal, un 5% del total.
Se están haciendo trabajos similares en la vecina Suiza, donde los estudios indican que los glaciares han perdido casi una quinta parte de su área total entre 1985 y el 2000, a una tasa siete veces superior a la de un período de 123 años que concluyó en 1973.
Urs Elminger, un ejecutivo de Andermatt Gothard Sporttbahnenm AG, dice que su compañía ya ha apreciado los beneficios en su centro de esquí de Andermatt. Después de seis semanas de superficies cubiertas, el derretimiento ha sido mínimo.
Los 2.300 metros de cubiertas cuestan 24.000 dólares, además de la mano de obra. Pero eso es de todos modos más barato que traer más nieve.
Los residentes de mayor edad en la aldea de Neustift im Stubaital, al pie de Eisgrat, recuerdan que sus abuelos enviaban a sus sacerdotes a las montañas para pedirle a Dios que detuviera la invasión del glaciar. Ahora ruegan porque se detenga el derretimiento que amenaza los empleos de 1.200.000 tiroleses dependientes de una u otra manera del esquí en los glaciares.
Pero aunque coincide en que debe reducirse el cambio climático causado por la contaminación, la investigadora Fischer no está demasiado preocupada por el repliegue del glaciar.
"El clima ha cambiado en el pasado y cambiará en el futuro", sentencia. "El problema para la mayoría de la gente es que no quiere que cambie nada: ni sus empleos, ni sus relaciones, y por cierto tampoco el clima".