Una de las localidades más cercanas a las pistas, Trives, asumió a duras penas la avalancha de turistas. El puñado de restaurantes de que dispone la villa estuvieron a reventar desde el sábado, aunque el domingo y el lunes fueron, quizás, los días en los que los locales estuvieron más concurridos.
Establecimientos llenos hasta la bandera, sobrecarga de trabajo para los profesionales de la hostelería local, filas de personas esperando mesa. Y plato. Así se vivió el puente en Trives donde el estrés le llegó hasta a las bicas. «No damos a basto», explicaba la dependienta de una panadería local que, aún en festivo, seguía elaborando el bizcocho para aprovechar el tirón en las ventas ante la afluencia de visitantes.
Muchos de ellos, ante la imposibilidad de comer a una hora tempestiva, acabaron por trasladarse a localidades vecinas como Castro Caldelas que acabó beneficiándose del oro blanco que es la nieve para la provincia.
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