Pero entre la prueba femenina y la masculina siempre hay un hueco para pasearse por Pradollano a la caza y captura de gentes, situaciones e imágenes curiosas. Jornada idónea la de ayer para tal misión, ya que la plaza se encontraba absolutamente expedita del blanco elemento y las terrazas llenas de esquiadores mirando al cielo para 'coger tono' mientras degustan una tostada con su correspondiente café.
Una pareja de murcianos, que reconocen su cariño por la estación, forman parte de ese paisaje pintoresco de Sierra Nevada. Una pareja, si, pero singular. Esposo con bebé y sin su 'costilla' a la vista.
A Paco Navarro lo sorprendimos en Pradollano carrito en mano, ocupado por una miniatura de tan sólo dos meses de edad, bien abrigada y a salvo de los rayos del sol. Nos hablaba de sus cualidades como padre, ya que mientras paseaba a su hijita, su mujer se deslizaba por las pistas de la estación. «Nos coordinamos perfectamente. Mi mujer está ahora esquiando y cuando acabe, más o menos al mediodía, me tocará el turno a mí y ella recogerá el testigo con la niña», señaló Navarro.
No pueden disfrutar juntos de las maravillas de bajar por la pista, pero con el sistema de media jornada cada uno, cuando no se calzan los esquíes, disfrutan con la imagen de su pequeña durmiendo plácidamente en su carrito de tres ruedas, que con apretar un botón hace cualquier cosa, otra de las innovaciones tecnológicas de este nuevo siglo.
Incomparable
Este matrimonio, procedente de la murciana ciudad de Lorca, reconoce que se desplazan hasta Sierra Nevada «unas tres o cuatro veces al año», y define la estación como «una maravilla, es un lugar muy bonito. Aquí esquiamos por todas partes, aunque yo me quedo con la zona de la Laguna de las Yeguas. Tiene un paisaje fantástico y, a nivel de esquiadores, está muy poco poblada».
Es uno de esos españoles que gusta de salir a practicar su deporte favorito, aunque sólo ha estado en Andorra y Granada, «por ser selectivo, son las que me gustan, y Granada además está muy cerca, y no se puede comparar con ninguna otra estación. Tienes la urbanización al acabar de esquiar, con sus chiringuitos y la fiesta por la noche con sus bares de ambiente. No se puede pedir nada más».
Ni que decir tiene que este murciano parece estar perfectamente adaptado a sus obligaciones como padre, cuestión que le proponemos por aquello de celebrarse ayer el día de la mujer. Sonríe y espeta con rotundidad que él lo tiene muy claro: «cada día, los hombres nos tenemos que involucrar más en las tareas de la casa, por la cuenta que nos trae. En mi caso concreto, le puedo asegurar que cambio los mismos pañales al día que mi mujer».
Hay que observarlo a la hora de echar hacia atrás el toldillo que protege a su hija de los rayos solares, haciendo la maniobra cuidadosamente, y posando para la posteridad con esa imagen tan singular y simpática: el marido que disfruta de la compañía de su hija mientras su mujer hace lo propio con la nieve. Trabajo no cuesta.
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