Hay quien dice que se esquía con los pies y hay quien dice que con la cabeza. También, en el deporte moderno, cada vez se insiste más en que todo gira alrededor del centro de gravedad... ¿Son conciliables todas estas posturas?
Por supuesto. Todos los caminos llevan a Roma y, aunque unos sean más cortos o estén mejor pavimentados, puede que no sirvan a quien venga de un destino distinto que de otro. El cuerpo es un sistema integrado, y lo que hagamos con cualquier parte de él probablemente influirá en lo que hagan otras partes; sobre todo cuando estamos en movimiento y debemos mantener el equilibrio. Así, pensar en los pies, en la cadera o comenzar el movimiento como cuando andamos, partiendo de la orientación ocular y de la cabeza, servirá más o menos a unos u otros según sus características personales y, el resultado final, seguramente será el mismo.
Pero hablemos hoy del centro de gravedad, que es lo que está de moda, juas. Los profesores y los entrenadores se han pasado la vida hablando de la cadera, tanto para poner énfasis en la angulación, como para conminar a los esquiadores a impulsar ésta parte del cuerpo hacia adelante y poder centrase sobre los esquís. Este truco siempre ha resultado, pero se le puede sacar más punta si cambiamos este enfoque “biomecánico” por un enfoque sensorial, y pensamos que, cuando se habla de mover la cadera hacia adelante, en realidad, de lo que estamos hablando es de mover el centro de gravedad - el centro, el core, el núcleo del cuerpo - en la dirección hacia la que viajamos o la que queremos movernos.
Es lo mismo, pero esta perspectiva sensorial puede hacernos obtener más beneficios. Si aprendemos a sentir el centro de gravedad y las fuerzas a las que está sometido (tanto las externas como las internas) conseguiremos, ni más ni menos, fluir con mayor eficiencia entre estas fuerzas. Evitaremos probablemente hacer movimientos ineficaces o innecesarios como extensiones excesivas o rotaciones, y quizás dejaremos que el resto de los segmentos corporales se adapten de forma sinérgica a lo que hace el centro del cuerpo, permitiéndole interactuar mejor con el medio. Es decir, muchas de las cosas que tenemos que aprender de forma analítica y con mucha práctica, puede que ocurran de manera natural por el simple hecho de focalizarse en hacia dónde movemos el centro de gravedad: adelantarse, anticiparse, neutralizarse, mantener el torso sólido, absorber, extender, impulsarse, acelerar... ¡Y eso sin hablar de saltar: aproximarse, despegar, volar y aterrizar!
En este fotomonaje se aprecia como Richard hace viajar su centro de gravedad casi todo el tiempo a la misma distancia del suelo, absorbiendo al final de la curva y proyectándose cuesta abajo, al interior de la siguiente. Todo este complejo mecanismo de relajar las rodillas para, a continuación, extender las piernas y mover el cuerpo en una dirección determinada, se puede resumir en algo muy simple: hacer que el centro de gravedad se mueva en la dirección en la que viajamos.
Esquiador Richard Berger. Foto András Vehg, cortesía de “Esquí, rendimiento y emoción” Desnivel 2007. Carlos Guerrero Castillo © 2006
Esto, por supuesto, no sustituye el empleo de una buena técnica ni el aprendizaje de los gestos tradicionales de presión, canteo, dirección y equilibrio pero, a buen seguro, que acelerará la consolidación de algunos de ellos y nos harán esquiar con mayor eficiencia, pues al acostumbrarnos a sentir la masa de nuestro cuerpo y las fuerzas a las que está sometida, nos hará interactuar mejor con ellas, conocerlas y percibirlas antes, aprovecharlas y reaccionar más adecuadamente ante las constantes variaciones de las mismas.
En el caso del gesto que proponemos en la foto, la absorción del final de una curva, suele ser difícil aprenderlo de manera analítica, intentando relajar la rodilla exterior extendida hasta que quede paralela a la interior ya flexionada, con objeto de que el cuerpo “pase” por encima de los pies en la dirección de la siguiente curva; pero, sin embargo, resulta extraordinariamente productivo y sencillo desde el enfoque sensorial, imaginando que nuestro cuerpo - nuestro centro de gravedad, masa, "core", o como queramos identificarlo - tiene que viajar todo el tiempo en línea más o menos recta y paralelo al suelo, sumergido y buceando entre esas fuerzas que lo impelen hacia abajo.
El centro de gravedad daría para todo un libro, y es uno de los temas de referencia en casi todo los deportes hoy día, de modo que prometemos entregar algunos artículos más al respecto.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2011
Artículo dedicado María José Rico, con mi agradecimiento por su esfuerzo, estímulo y colaboración