Un forero me pidió la semana pasada que hablara de cómo gestionar los cambios de nieve. Me pareció muy buen tema, así que vamos con ello.
Hemos argumentado ampliamente que la técnica al esquiar es prácticamente la misma en todas las nieves. Llevamos a cabo leves adaptaciones pero lo que cambia no es la técnica, sino las sensaciones que percibimos según la nieve sea más dura, más blanda, se hunda más o menos, o sea más o menos consistente, bien o mal pisada, con baches o sin ellos y todo ese casi infinito etcétera que todos conocemos.
Las tres claves para adaptarse a todos estos cambios son relativamente sencillas: atención, foco en el esquí exterior y progresividad en los cambios y la conducción. Prestar atención es obvio y espontáneo, aunque hay que atender a dos estímulos distintos: el entorno, concretamente el recorrido que deseamos seguir y sus posibles cambios, y a las sensaciones que percibimos bajo los pies. Tanto anticiparnos visualmente como atender a las sensaciones nos permirirá, combinando vista y tacto, regular el movimiento con eficacia.
Personalmente, dirijo la atención hacia la sensación de fricción que me viene de la nieve. Pongo el foco en el trozo de canto que tengo bajo el pie exterior y eso me proporciona una información muy rica de lo que está pasando, según la calidad de la nieve que piso. Además, por una mera cuestion cinestésica, al sentir esa parte del canto bajo el pie, me equilibro sobre este de manera natural y, en cuanto me desequilibro, como mi intención es estar ahí, sobre el canto, el cuerpo utiliza los recursos que ha desarrollado durante todo una vida (y unos millones de años de evolución) para mantener ese apoyo monopodal. Por cuestiones que ya hemos comentado en otros artículos, la pierna interior se "auto-organiza" y se queda en su sitio natural, junto a la otra. Por eso, cuando la nieve está complicada economizo lo más posible, me concentro en el exterior y casi me olvido del interior pues, prestarle atención, puede distraernos y ser contraproducente.
Como mi actitud es siempre la de cortar en la nieve con esa porción de canto, dejo que se mueva hacia adelante abriéndose camino, sin importar si el manto cambia de calidad. Si noto que hay menos fricción y resbala más, aplico más presión. Si, por contra, noto que hay más resistencia, quito presión y dejo que el esquí corra más. Con el tiempo, esta habilidad se consolida y se convierte en automática. Por eso, la progresividad al esquiar y la intención de que los esquís se muevan hacia adelante, y no de lado, es fundamental y hay que trabajarla siempre, tanto en los cambios como en la fase de coduccción. Con la práctica atenta, desarrollando una buena técnica en situaciones controladas, llegado el momento reaccionaremos a los estímulos que recibamos de la nieve, adaptándonos mejor a los cambios de los terrenos más complicados.
Este sencillísimo truco resulta muy fácil, por ejemplo, en la nieve primavera; en otras no es tan simple, como ocurre en la nieve costra o cuando encontramos placas de hielo. Con todo, el principio es el mismo para todas: concentrarse en las sensaciones que percibimos y regular con mucho cuidado los movimientos; sobre todo, notanto la sección del esquí que hay justo debajo de los pies. La práctica, el entrenamiento y la asunción de que cometeremos decenas de errores hasta dominar todos los terrenos será nuestro mejor aliado. Por contra, esquiar de cualquier manera en las pistas fáciles, distraídos, dando coletazos, sin progresividad o en mala posición, pondrá de manifiesto estos malos hábitos en cuanto la nieve ofrezca el mas mínimo cambio.
¡Buenas huellas!
Carolo, febrero de 2020