El año pasado dediqué varios artículos a hablar sobre la paciencia necesaria para desencadenar los virajes. Ya estemos esquiando fuera de pista, haciendo un viraje de gigante a toda velocidad o incluso esquinado en los baches, debemos tomarnos con calma la transición entre las curvas para poder iniciar la siguiente vuelta con precisión. Una forma muy gráfica de conseguir ser pacientes es imaginar que lo que hacemos en la nieve con los esquís no son exactamente semicírculos, sino espirales, ya que las curvas teóricas que describimos al esquiar son, precisamente, semielipses.
Es solo una abstracción y, en realidad, las curvas reales pueden tener infinitas geometrías, pero, si observamos la figura, nos haremos una idea de cómo, tras desencadenar la vuelta, nos dirigimos a la máxima pendiente progresivamente, dejando que la gravedad haga su trabajo. Poco a poco el esquí se comba bajo la presión y vamos saliendo de la máxima pendiente hasta finalizar la vuelta. Lo típico es precipitarse al inicio del viraje y querer atravesar los esquís en seguida, pero así arruinamos la conducción fluida de las tablas. Por supuesto, como hemos comentado en otras ocasiones, trataremos de presionar desde el inicio para mantener el control, pero si querer "girar" los esquís en seguida, sino imaginando esa curva progresiva que se dirige hacia la pendiente.
La conclusión tras estudiar esta curva ideal -insisto, imaginaria- es doble: que hay que ser pacientes y aceptar la gravedad. De este modo, no solo llevaremos a cabo un corte más limpio, sin brusquedades, sino que también nos acostumbraremos a convivir con esa fuerza que, no solo no nos perjudica sino que, sin ella, el esquí, simplemente, no existiría.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2006