«Muchos de nosotros aspirábamos, primero, en nuestra adolescencia, a viajes en lugares lejanos y a aventuras exóticas. Esas ambiciones son, de hecho, adolescentes por naturaleza, lo que me resulta una idea inspiradora... Así, cuando nos permitimos imaginar lo que en otro tiempo imaginamos, sabemos, con una claridad súbita y meridiana, que si no nos ponemos en marcha de inmediato, jamás lo haremos. Y nuestros sueños incumplidos nos perseguirán, y sabremos que habremos pecado gravemente contra nosotros mismos.»
Tim Cahill "Exotic places made me do it"
Acababa de llegar a casa tras mi segundo viaje a Austria. Cansado, con el cuerpo molido, apenas disponía de un gramo de fuerza para incorporarme y deshacer mi maleta. Con la mirada perdida en el techo repasaba una y otra vez paisajes, momentos y lugares que había recorrido. Una sonrisa de oreja a oreja invadía mi cara y la excitación me impedía conciliar el sueño. Había tenido un flechazo.
Empezaba mi historia de amor con Austria, bueno, más bien había empezado años atrás leyendo las experiencias de los foreros que por allí habían estado. Me estrené sobre el terreno poco después de leer aquellas historias. Siempre me había fascinado la exploración. Llegábamos de noche a Múnich y nos dirigíamos a Kappl en coche de alquiler. Fue entrar en el tramo de autopista entre Rossenheim e Innsbruck y mi cara quedó pegada a la ventanilla como si de la viñeta se tratase. Me encontraba fascinado por esas imponentes montañas que se intuían y sobre las que se dibujaban fortalezas y pistas de esquí iluminadas.
Al día siguiente una pequeña e inesperada nevada nos daba la mejor bienvenida posible. La preciosa estampa de las casas tirolesas, los enormes picos y las cabañas con una capa de nieve, quedaría para siempre grabada en mi retina.
Por diferentes motivos y, gracias también al azar, mi segundo viaje a Austria sería casualmente el verano siguiente. Como amante de los deportes y actividades al aire libre sabía que disfrutaría, pero siempre desde el convencimiento de que la experiencia anterior era ya irrepetible. Me confundí.
De nuevo el tramo de carretera entre Rossenheim y Kufstein me dejaría pegado a la ventanilla. Esta vez, y con un soleado día, un verde resplandeciente llamaba mi atención y hacía de hermoso atrezzo en unas montañas que ya me habían enamorado de blanco. Pastos perfectos y animales felices campando a sus anchas conscientes, quizás, de ser unos privilegiados en semejante entorno. Una imagen difícl de olvidar. El resto de días del viaje fueron una orgía imparable de montañas, pueblos, lagos y glaciares de gran belleza, un deleite para los sentidos.
Desde aquel segundo viaje siempre que pensaba en los Alpes lo hacía en Austria. Decía Bernard Shaw que"el amor es una tremenda exageración de la diferencia que existe entre una persona y todas las demás". Posiblemente esté en lo cierto. Había conocido a otras, pero ninguna alcanzaba su belleza. La había visto con elegante vestido de noche, luciendo un inmaculado vestido blanco y de corto estival mostrando toda su sensualidad. Me había enamorado en todas sus formas. Me había atrapado y no había vuelta atrás. Sabía que acabaría junto a ella, era solo cuestión de tiempo.
Al despertar la mañana siguiente contemplaba la postal del Tirol que había dejado en la mesilla. Una antigua casa tirolesa nevada con unas bonitas montañas de fondo. Soñaba con estar ahí.
Han pasado unos años y aún sigo viendo esa postal, pero ahora soy yo quien está dentro de ella. Esa bonita y antigua casa tirolesa es mi actual morada, las montañas de fondo mi querido Wilder Kaiser y una pista de esquí bordea mi casa. Por fin mi sueño se ha cumplido. Bueno, no. En realidad mi sueño acaba de empezar.
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