Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha asociado la montaña con el hogar de los dioses. Ya desde las creencias más primitivas, las zonas montañosas han sido respetadas y veneradas. Por tanto no es de extrañar que hoy en día aún mantengan una gran fascinación en nuestras conciencias.
texto y fotos por Scarface
Existen miles de leyendas, historias y mitos relacionados con el monte. Algunos tan antiguos como la propia génesis de la humanidad. Pero sólo destacaremos unos cuantos mitos para confirmar la importancia que han generado las montañas en nuestras culturas.
Antes de las grandes civilizaciones persas, griegas o egipcias, las primeras sociedades animistas consideraban las montañas como el lugar en el que se refugiaban los espíritus, llegando a enterrar a sus muertos en sus laderas para acercarlos a sus antepasados.
Durante la antigüedad, la gran civilización griega fue de las primeras en considerar el primer gran monte sagrado como el propio hogar de los Dioses. El Monte Olimpo fue para una cultura entera el lugar desde donde los dioses lo veían y manipulaban todo.
Incluso la propia Biblia hace referencia a las montañas como lugares en los cuales se está más próximos a Dios. Ya que el propio Abraham, padre de las tres grandes religiones monoteístas, subió al monte Sinaí para recibir los diez mandamientos.
Sin embargo, durante la edad media y el oscurantismo europeo, los antiguos mitos nórdicos tenían a las montañas como el hogar de trolls, espíritus malignos o semidioses. A menudo, relacionando los picos con seres mitológicos.
En nuestras culturas más cercanas, las montañas de los Alpes o del Pirineo han cobijado multitudes de leyendas relacionadas con el propio diablo o vírgenes que se aparecían en el camino, vinculando estos mitos directamente con la cultura judeo-cristiana.
Pero no sólo nuestras culturas se refieren a las montañas como lugares sagrados. Las culturas andinas siempre han tenido unas firmes creencias en cuanto a los montes ya que para ellos las cuevas son la entrada al vientre de la tierra y el inframundo, poblado por espíritus vengativos y malvados.
En los pasos de las montañas andinas, como collados o desfiladeros, existían montículos de piedra, los cuales los indios que viajaban por ahí debían dar tres vueltas en el sentido contrario a las agujas del reloj y dejar alguna ofrenda, sino les ocurrirían desgracias a lo largo de su camino.
También en Asía, el Tibet está repleto de mitos sobre las montañas más altas del mundo. Según los antiguos documentos sánscritos, el Pico Kailash, en la Cordillera Gangdise, habría albergado al dios de los dioses en un fabuloso palacio.
Mientras tanto, los budistas tibetanos creen que el Kailash tiene forma de olivo y alberga las cuatro fuentes de los cuatro ríos de la región de Ngari, cada una de ellas con diferentes formas: caballo, león, elefante y pavo real. Para ellos la montaña también resguarda un palacio, pero esta vez alberga a 500 Arhats que han alcanzado el Nirvana.
Así que no es de extrañar la fascinación que siguen creando las montañas en nuestras conciencias, disparando nuestra imaginación y sentimiento de grandiosidad cuando caminamos por ellas. Pocos entornos en el planeta nos relacionan de forma tan directa con la divinidad de nuestras existencias, haciendo que nos sintamos tan pequeños y insignificantes al mismo tiempo que grandes y majestuosos…¡como los dioses!