PARTICIPANTES: Borja Ortiz, Chuchi Echeverría, Oscar Agosti
Fue en la primavera del año 2005 cuando debido a los fuertes vientos que azotaban la arista de Les Bosses, superiores a los 100 km/h, me vi obligado a permanecer durante más de cuatro horas en el refugio Vivac de Vallot. Al final, y viendo que el viento no amainaba, tuve que renunciar dejando allí para otra ocasión la cumbre del Mont Blanc.
Durante éstas largas horas en Vallot, me quedé prendado de la belleza de la impresionante cara norte del Mont Blanc, y me propuse que mi siguiente objetivo en Los Alpes fuera intentar bajarla con esquís desde la cumbre, claro que para esto primero tendría que hacer la cumbre y con los esquís a la chepa que no era empresa fácil, pero merecía la pena intentarlo. Empecé a preocuparme de recopilar información para tal actividad, aunque prácticamente no conseguí nada, ya que no di con nadie que hubiera vivido esa experiencia de bajar por la cara norte con esquís desde la cumbre. Necesitaba un par de experimentados esquiadores de montaña que me siguiesen y que fuesen muy rápidos en solventar los tramos más comprometidos de éste espectacular laberinto de seracs y grietas interminables y a la vez con un buen nivel técnico a la hora de acometer un posible rapel o cosa similar. Necesitaba sobre todo compañeros muy rápidos con los esquís en los pies. Di con ellos enseguida, mis inseparables compañeros Chuchi y Borja.
Y así fue cómo después de un invierno de intenso entrenamiento en nuestras montañas, nos desplazamos a principio de mayo de 2006 a la cuna del alpinismo: Chamonix.
ASCENSION A LA CUMBRE DESDE CHAMONIX:
En un principio la idea era coger el teleférico del Midi hasta la estación intermedia, como suele ser normal, para subir al Mont Blanc con esquís, pero una vez allí y sabiendo que a mis dos compañeros no se les pone nada por delante, y de que yo también soy fácil de convencer, pues nos liamos con los trastos a la espalda y a dos escasos kilómetros del centro de Chamonix, comenzamos nuestra particular aventura con esta bella montaña a una altura de 1180 metros.
Para esta parte inicial contábamos con Borja de guía, ya que el año anterior él ya había transitado por ésta zona con su compañero Iván. Después de una hora y media y a una altura de 1680 metros, justamente en la estación intermedia del antiguo teleférico Les Glaciers, nos calzamos los esquís por primera vez, y ya no los quitamos hasta el refugio de Mulets.
Antes de llegar al refugio de Mulets nos quedaba atravesar el glaciar de Bossons por el famoso paso de La Jontcion, el cual no nos presentó ningún problema y lo pudimos pasar perfectamente sin encordarnos.
Para acceder al refugio de Mulets, una pequeña dificultad añadida. Después de tanto esfuerzo para llegar a la base del refugio, fue necesario un poquito de “escalada” sobre una pared rocosa de más de 20 metros de altura para alcanzar el final de nuestra primera etapa:
En Mulets un merecido descanso de seis horas aproximadamente, hasta que dieron las 2 de la madrugada y comenzamos la segunda etapa. Sacar la nariz del refugio a esas horas normalmente requiere de unas buenas ganas para acometer la tarea de poner pieles y echar a andar, y es aquí en este momento cuando empiezan las horas mágicas de la ascensión al Mont Blanc, hasta que a eso de las 6 de la mañana comienza el espectáculo inenarrable del amanecer, rondando los 4000 metros y ya cercanos al Dome de Gouter.
En esta ocasión y debido a las cambiantes situaciones que presentan los Alpes, en general, en estos últimos años, tuvimos que cambiar el itinerario de subida, ya que el paso para alcanzar el Petit Plató se encontraba en una peligrosa situación, con toda la zona amenazada por grandísimos seracs que vas dejando a la derecha, en el sentido de la ascensión. Ante este riesgo decidimos desplazamos más a la derecha hasta llegar a la vertical de la arista del Dome de Gouter.
Al inicio de esta arista, y a unos 3500 metros nos descalzamos los esquís y proseguimos por este bello recorrido hasta los 4000 metros aproximadamente, donde se termina la arista e iniciamos con los esquís puestos otra vez el acercamiento al Col del Dome, para llegar con las primeras luces del día y sin ningún contratiempo reseñable, aparte del típico e intenso frío del amanecer, hasta el refugio Vivac de Vallot. Parada obligada y aparcamiento habitual para los esquís en las ascensiones al Mont Blanc, pero esta vez no sería nuestro caso, porque una vez revisada visualmente la amenazante cara norte desde este espectacular mirador, ya no hay vuelta atrás y los tres estamos decididos a probar suerte en descender con esquís, desde la cumbre, la cara norte del Mont Blanc.
La arista de Les Bosses no supuso ningún contratiempo, afilada y esbelta como de costumbre, y así después de hora y media de transitar por ella hicimos cumbre a eso de las 10 de la mañana, y con un día esplendido, en el techo de los Alpes, a 4810 metros de altitud.
DESCENSO POR LA CARA NORTE
En la cumbre coincidimos unas veinte personas y nuestra sorpresa fue grande cuando vemos a un grupo de cuatro alpinistas con un guía y con sus esquís en las mochilas. No les habíamos visto en toda la subida y nos extrañó. Después de una pequeña charla con ellos, nos dicen que vienen de la Aiguille du Midi por la “ruta de los cuatromiles”, y que prosiguen por la arista Les Bosses para bajar por el itinerario clásico de descenso con esquís, por Vallot. Nosotros concentrados en lo nuestro. Después de unos quince minutos de relax en la cumbre, no siendo la temperatura muy fría, empezamos a preparar nuestro material y con mucha concentración y respeto empezamos el descenso.
La primera pala no tiene ninguna dificultad técnica, pero por el contrario se encuentra muy expuesta ya que hay que bajar obligatoriamente por el hombro noreste, que es una zona muy venteada y a casi 5000 metros de altitud la nieve se encuentra muy cambiante, y una simple caída puede provocar fatales consecuencias. Así que, en cuanto tenemos oportunidad y encontramos paso nos metemos en la cara norte propiamente dicha, ya que se encuentra mucho más protegida y menos venteada.
Enseguida nos dimos cuenta de lo insignificante que somos los seres humanos ante tanta naturaleza en su más salvaje estado. Hay que estar en esa situación para ver como segundo a segundo te empequeñeces ante semejantes seracs colgantes y amenazantes, algunos de ellos con unos cuantos cientos de metros de altura. Empezamos a entender por qué se calcula que en la cuenca de la cara norte del Mont Blanc la nieve llega a tener un espesor aproximado de 500 metros.
A unos 4500 metros de altura llega nuestra primera sorpresa, se nos corta el descenso por una rimaya de unos 30 metros de alta y unos 200 de ancha. Con las pulsaciones por las nubes debido a la tensión de la bajada, al esfuerzo físico y la altura lo que nos faltaba… tener que remontar y buscar un posible paso alternativo. Lo encontramos justo donde más exposición teníamos, debajo de unos inmensos seracs y con un salto obligatorio de unos 4 metros que conseguimos dar con rapidez y como podemos ¿verdad Borja? Normalmente, en este paso se realiza un rapel, pero los amenazantes seracs que teníamos encima de nuestras cabezas y, sobre todo, los restos de los que habían caído pocas horas antes, nos desaconsejaban perder mucho tiempo instalando un rapel en esa zona.
Una vez superado este obstáculo vamos perdiendo altitud como podemos, ya que las palas que vamos bajando no nos permiten relajarnos lo más mínimo, a la vez que nos sentimos unas autenticas hormiguitas en este laberinto blanco. En la siguiente imagen, se nos puede “apreciar” sobre la inmensidad la parte más delicada del descenso:
Seguidamente nos enfrentamos, a unos 4300 metros de altitud, con que se nos cierra el paso y tenemos que realizar un desplazamiento lateral hacia el Oeste muy largo y de un gran esfuerzo físico, ya que constantemente íbamos atravesando bloques de puro hielo de grandes dimensiones, que habían caído desde los seracs que cortan toda la cara norte por encima de nosotros. Sin duda fue el momento de más tensión de todo el descenso. El agarrotamiento físico fue tremendo hasta que por fin llegamos a la inmensa planicie del Grand Plató, sobre los 4000 metros de altura, lugar donde pudimos parar por primera vez y relajarnos, y donde Chuchi dejó grabadas en vídeo unas frases para el recuerdo, que definen perfectamente las sensaciones vividas por los tres unos minutos antes.
Era en este punto en donde nos veíamos con el objetivo cumplido ya que de aquí en adelante era territorio conocido, aunque no podíamos bajar la guardia porque todavía nos quedaban famosos tramos, como el estrechamiento para llegar al Petit Plató, con sus clásicas grietas y seracs colgantes que descienden del Dome de Gouter, y más abajo el volver a tener que atravesar el glaciar de Bossons por La Jontcion, ya a altas horas del día con el consiguiente riesgo que conlleva.
Finalmente, después de 3200 metros de descenso continuado, nos quitamos los esquís y ahora sí, ya sin ningún riesgo y con una buena paliza en el cuerpo, descendimos los 500 metros de desnivel que nos restaban con los esquís en la mochila hasta la primera terraza de cualquier bar de Chamonix, disfrutando de una merecida cerveza y como fondo, EL MONT BLANC.
Muchas gracias amigos, y espero que os haya gustado la experiencia que vivimos y que hemos querido compartir con todos los amigos de la montaña y de Nevasport.
Os espero, próximamente, con ésta y otras muchas experiencias, más fotografías, vídeos, etc. en www.oscaragosti.com. Saludos desde Santander.
