El esquí de fondo pone mayor énfasis en la resistencia y la fuerza que en la velocidad. No obstante, en las competiciones, el promedio de tiempo que se tarda en cubrir una carrera de 15 km es de unos 50 minutos; para la carrera larga, de unos 48 km, se emplean unas 2 horas y 45 minutos. Las distancias habituales de las carreras de fondo oscilan desde los 5 hasta los 50 kilómetros. Las pistas están señaladas con marcas de colores para que los esquiadores sigan una ruta similar. Las variaciones en altura son pequeñas, ya que el movimiento fundamental es horizontal y no vertical.
Históricamente, las carreras de esquí de fondo provienen de la necesidad de un medio de transporte. En su vertiente no competitiva, es un deporte en el que pueden participar juntos mayores y jóvenes. Aunque no se adapta muy bien a terrenos muy arbolados, se puede practicar en cualquier zona que se encuentre cubierta de nieve.
Los fundamentos del ‘paso de patinador’, técnica utilizada en el esquí de fondo, combinan un paso con un pie para impulsarse, mientras se realiza un deslizamiento con el otro. Estos pasos se alternan de forma suave y rápida. El bastón de una mano se planta en la nieve mientras la pierna opuesta comienza el impulso. Distintas variaciones del paso básico sirven para ascender o descender y permiten la maniobrabilidad necesaria e incluso proporcionan cierto descanso. En la técnica de deslizamiento, desarrollada en la década de 1980, el esquiador se mueve de un lado a otro impulsándose con el lado interno del esquí.
4.1 Salto de trampolín
Tradicionalmente, el salto de trampolín se considera una parte de la competición de esquí nórdico y ha llegado a ser muy popular en el siglo XX. El saltador se desliza por una superficie preparada, bastante inclinada, hasta el punto de despegue; la distancia del salto se mide desde el borde del punto de despegue hasta el punto donde los esquíes del saltador tocan la nieve en el aterrizaje. Se conceden puntos por la distancia conseguida y por el estilo en la ejecución del salto. Para minimizar la inevitable subjetividad al calificar el estilo, los jueces utilizan un sistema muy complejo de evaluación. El éxito del saltador depende más del equilibrio y la coordinación que de la habilidad para saltar. El objetivo último es el control del movimiento durante el vuelo y un aterrizaje preciso, de forma que desde el inicio del salto hasta el final del aterrizaje pueda ser visto como un todo continuo. En la competición olímpica hay dos pruebas de salto de trampolín: 70 y 90 metros.
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