Las críticas sociales y su relación con la autocrítica devaluatoria
El juicio de los demás también puede provocar la autocrítica destructiva. Tener demasiado en cuenta o estar constantemente pendiente de las evaluaciones ajenas nos podría generar temor o vergüenza, desencadenando actitudes autodespreciativas.
Bajo la autocrítica negativa se esconde la amenaza del rechazo social a través de una fuerte crítica externa. Al recibir críticas ajenas al esquiar, nos enfrentamos a dos cuestiones: la crítica en sí misma y el hecho de que la otra persona se apropia de la razón por la cual realiza la crítica. Si en cambio nos autocriticamos constructivamente con el objetivo de modificar la conducta anterior, conseguimos mitigar tanto el efecto de la crítica recibida como la actitud del que nos critica.
El conflicto emerge, y subsiste, cuando no logramos apaciguar lo que percibimos como un ataque a nuestra autoestima ni tampoco obtenemos el cambio que buscamos. En este tipo de actitud nociva, el miedo al rechazo social afecta nuestro autoconcepto, entonces comenzamos a creer que no poseemos los atributos necesarios para esquiar bien, o los atributos que los demás esperan de nosotros, creyendo que nuestros defectos no pueden ser modificados porque nos percibimos disminuidos e incapaces de afrontar la propia esquiada.
La autocrítica constructiva
La autocrítica es saludable cuando nos lleva a hacernos responsables de lo sucedido o de lo actuado para luego encauzar conductas futuras hacia un mejor camino. Cumple una función natural en tanto tengamos como objetivo tomar conciencia de la corrección y la superación de nuestras ejecuciones erróneas.
La solución para modificar una actitud autodesvalorizante es utilizar la autocrítica constructiva, la cual describe la conducta sin emitir juicios ni culpa, dejando abierta la posibilidad para aportar en nuestra mejoría. Se convierte en un hábito sano sólo si la generamos conscientemente, reconociendo tanto lo bueno como lo malo de la acción realizada. Se manifiesta a través del diálogo interior positivo que permite dar cuenta de lo actuado y aprender de ello.
El origen de la autocrítica saludable podría establecerse en la necesidad de utilizarla para el desarrollo de nuestras capacidades o para prever posibles adversidades. Por ejemplo, si recibimos el mensaje de que si no practicamos a consciencia no alcanzaremos nuestro objetivo, podemos utilizar la autocrítica constructiva como una herramienta para lograr nuestras metas.
La propia aceptación sobre como esquiamos puede cambiar la manera de autopercibirnos, sin tener la obligación de modificar la propia esquiada. Lograr esta conquista es una experiencia autocompasiva muy saludable puesto que promueve el sentimiento de la propia seguridad. La actitud a adoptar es ser comprensivo con nosotros mismos mediante la autoaceptación y la autocompasión, que son las herramientas para contrarrestar los efectos nocivos de la autocrítica destructiva.
La autocrítica constructiva abarca las siguientes particularidades:
- Se orienta hacia la mejoría de la conducta.
- Se centra en lo positivo de lo actuado.
- Contiene apoyo, estímulo y benevolencia.
- Remarca la posibilidad de futuras conquistas.
- Acrecienta la oportunidad de seguir intentando.
Conclusiones
✔️ Cuando nos criticamos, deberíamos diferenciar si lo hacemos mediante una autocrítica destructiva o una constructiva.
✔️La autocrítica destructiva se compone de la distorsión y de la atribución negativa. La distorsión es la manera inapropiada de criticarnos negativamente.
✔️Tanto el profesor como el entrenador de esquí pueden utilizar la propia autocrítica como enseñanza, es decir, ser autocríticos con el ejemplo.
Finalizamos aquí con el desarrollo de la autocrítica. Seguiremos luego con otro aspecto importante asociado a la personalidad: la autocompasión.
¡Hasta la próxima!
