Chotacabras es el nombre de una de las pistas de Sierra Nevada. La estación de esquí penibética es así, entre nombres ilustres como los de María José Rienda o Paco Fernández Ochoa, uno se encuentra con las pistas Peseta o Sol y Sombra, por citar un par de ejemplos. Con los remontes ocurre tres cuartos de lo mismo. Lo que no encontrará el esquiador será referencia alguna a Jerónimo Páez, al menos de manera oficial. Tampoco al Rey Juan Carlos. No tienen pista ni telesilla, pero fueron piezas claves para celebrar los Campeonatos del Mundo de Esquí Alpino de 1996, como también lo fueron el consejero Juan López Martos o Antonio Jara. El que fuera alcalde de Granada fue el único que inmortalizó su nombre en un remonte de Sierra Nevada, el que une Pradollano con la Loma de Dílar.
Esta semana se cumplen veinte años del comienzo de un evento que puso a Sierra Nevada en el mapa de los deportes de invierno y que, sobre todo, hizo posible la mayor renovación que la ciudad de Granada ha tenido en el último medio siglo. Veinte años desde que los planetas se alinearon por última vez a favor de esta provincia. Los más jóvenes no sabrán que infraestructuras como la Ronda Sur, el Estadio de los Cármenes, la carretera a Sierra Nevada o la Plaza de Andalucía fueron posibles gracias a los Campeonatos del 95. Se puede leer en su memoria final que uno de los objetivos principales era desarrollar la capacidad necesaria para producir veintidós kilómetros de pistas mediante cañones de nieve. Exactamente uno más de lo que hoy se oferta en la estación.
La temporada de esquí que estamos viviendo en 2016 (y muchas otras antes) no hubiesen sido posibles sin las inversiones realizadas para aquel evento. El sistema de nieve producida es la espina dorsal de Sierra Nevada y tiene su origen en los Campeonatos del Mundo, al igual que la remodelación de Pradollano. Decir Plaza de Andalucía es algo más que hablar de un espacio urbano, es hablar de los hoteles que se hicieron en ella, sus espacios comerciales o su párking. Los que aprendieron a esquiar antes de los noventa recordarán la explanada en la que se podía llegar esquiando hasta el coche, en lo que hoy es el corazón de la estación. Un espacio inspirado, por cierto, en la estación canadiense de Whistler. Y como no hablar de la reestructuración de la Pista del Río, la gran arteria de Sierra Nevada. Para Eduardo Valenzuela, quien fuera director de competición de los Campeonatos y actual director de montaña de Cetursa, la nueva pista del Río fue la clave,
De las reticencias sobre Granada dan buena muestra los periódicos austriacos que por aquellas fechas titulaban que las pistas de Sierra Nevada no estarían listas porque los trabajadores españoles se iban a dormir la siesta. Y cómo no recordar las polémicas declaraciones del ídolo del momento, el italiano Alberto Tomba, que ironizaba sobre Sierra Nevada diciendo que era como ir a esquiar a África. Fue abucheado durante la ceremonia de inauguración y se fue de Granada diciendo que se sentía español y que era la mejor pista de gigante sobre la que había competido.
Estas y otras anécdotas las recuerda bien Juan Prieto, periodista granadino que formó parte del equipo de comunicación del comité organizador, a cargo del difunto Manuel Santaella.
Mitos al margen, está fuera de toda duda que quien fuera director de Cetursa por aquel entonces tuvo el liderazgo para convertir Sierra Nevada en el referente que es hoy. Dicen que se dejó la piel por evitar la cancelación en el 95 ante la falta de nieve. Es algo que se consiguió, tal y como recuerdan los que estuvieron cerca de él, gracias a la intervención del mismísimo Rey Juan Carlos. Quizá por eso, por su visión y por su empeño, en los primeros compases del segundo intento, en el 96, ante las dudas que volvieron a surgir y viéndolo derrotado en un rincón del restaurante de Pepe 'el bollos', Don Juan Carlos le echó el brazo por encima de los hombros a Jerónimo, lo miró a los ojos y le dijo: «tranquilo que todo va a salir bien». Así empezaron los Campeonatos del Mundo de 1996.
Luego vinieron las dos medallas de oro de Alberto Tomba, el canto de cisne de Marc Girardelli con su oro en la combinada, Pernila Wiber, Isolde Kostner, Compagnioni, Picabo Street y, cómo no, la mascota Cecilio. Ningún reportaje sobre los Campeonatos del Mundo de 1996 estaría completo sin esta curiosa versión de los leones de la Alhambra. El gran Cecilio se merecía una pista con su nombre. Y la tiene.
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