Son palabras de Òscar Balsells, de la consultoría RestNeige, quien añade que desde el punto de vista comercial, esta inteligencia se basará en gran parte en conseguir la personalización de las masas o en lograr una mayor segmentación de los clientes para darles respuesta:
- Desde el punto de vista técnico se tratará de optimizar todo lo que nos rodea, de manera homogénea.
- Desde el punto de vista económico se implantarán y mejorarán modelos What if (¿Qué habría pasado si...?) para gestionar mejor el riesgo, el cual es mucho mayor en una estación de esquí debido a las variables climatológicas.
- Y finalmente desde el punto de vista humano, la calidad permanente y la disponibilidad no se alcanzará solamente con la tecnología, con lo que se le deberá dar más importancia a los empleados/prescriptores.
A todo esto, Oscar Balcells apunta que
- Trabajar el posicionamiento de la estación, asociado a su responsabilidad social como motor del destino.
- Optimización de los recursos, yendo hacia una transición energética relacionada con la ecología.
- Centralización y modificación de ciertas operaciones, especialmente las que se refieren a las compras y en algunos casos a la comercialización.
- “Encantar” a los clientes.
- Visión periférica. Colaboración con el resto de actores del territorio.
Todo y así existe mucha diferencia entre las estaciones de nuestro territorio. En algunas de ellas el término “deportes de nieve” ya ha sido superado aunque desde algunas estaciones pequeñas existe el convencimiento de que las estaciones grandes pueden alcanzar estos retos de manera más fácil, aunque en algunas, según Balcells, "puede que sea más un mecanismo de defensa” por parte de los políticos que tienen la responsabilidad de tomar decisiones (que no de sus directivos) sin salir de un círculo vicioso del que les cuesta salir. Las oportunidades surgirán si van hacia el concepto “vacaciones en la nieve”, en el que el esquí seguirá siendo el gran protagonista, pero necesitado de generar creatividad emocional y por qué no, de generosidad.
Oscar Balcells nos pone el ejemplo de Pralognan-la-Vanoise. Se trata de una estación pequeñas istuada en mitad de los Alpes, con apenas 26 km de pistas. En cambio es capaz de vender 195.000 días de esquí por temporada y facturar unos 3,5 millones de euros, y todo esto con un precio del forfait en taquilla de 27,70€. Ahora bien, ofrecen más de 5.700 plazas (entre hoteles y apartamentos) y otras 3.800 de camas frías, además de completos servicios complementarios para que sus clientes la escojan. De hecho el 83% se alojan durante toda una semana (ojo, recordemos que se trata de una estación de 26 km de pistas), un 92% son familias y un 17% son no esquiadores, pero dispuestos a probar las numerosas actividades propuestas, como las raquetas, un parque de aventuras, esquí de fondo, trineos con perros… y estamos hablando de una pequeña estación rodeada de los más grandes dominios de Europa,
Por último, las autoridades españolas y autonómicas deberían estar atentas a lo que está ocurriendo en otros países. En Francia el Estado ha avanzado las vacaciones de abril unas dos semanas para que las estaciones no cierren tan pronto (el modelo escolar francés es diferente al español, con unos 10 días de vacaciones cada 7-8 semanas). Hay que pensar que el 65% de los ingresos se realizan en estos periodos, afectando a la economía en general ya que finalizan contratos de trabajo cuando todavía hay nieve y teniendo en cuenta que las inversiones en las estaciones son muy costosas y hay que amortizarlas con unos ingresos que se deben generar en una tercera parte del año. Si ese porcentaje se incrementa, la confianza para invertir por parte de los centros de esquí será mayor, reactivando por lo tanto la economía.