Muchos amantes de los deportes blancos hablan de la montaña como los viejos marineros: personalizándola, como si fuera una mujer traicionera. Por eso el equipo de profesionales que se encargan de mantener la seguridad en las pistas y fuera de ella tiene que estar atentos, entrenados y preparados para actuar en cualquier ocasión. El cuerpo de alta montaña de la Guardia Civil tiene una dotación permanente de 15 hombres en la Estación de Sierra Nevada pero en el caso de avalancha todas las manos son pocas. Hay que estar coordinados porque a partir de los 120 minutos sólo hay un 10% de posibilidades de encontrar una persona con vida. Por eso los simulacros son una práctica crucial que puede ser la clave del éxito de un rescate real.El pasado Miércoles el Centro de Estudios de Deportes de Invierno (CEDI) organizó uno con el equipo de la Guardia Civil. Los medios de comunicación también estuvieron invitados para divulgar la importancia del trabajo de los hombres y mujeres que hacen que la montaña sea un lugar más seguro a pesar de su carácter indómito.
Choca pensar que un paisaje tan cercano pueda resultar tan traicionero a estas alturas del siglo XXI cuando parece que el hombre domina el medio sin ningún problema. Y más curioso resulta aún que el equipo de profesionales y voluntarios cubiertos con sus equipos aislantes, térmicos y transpirables, con sus helicópteros y sus motos de nieve, tengan que recurrir al olfato de los perros para localizar a las víctimas de las avalanchas.
Rubén Santos, el teniente del Sereim (Sección de Rescate e Intervención en Montaña), explica que los perros de la Guardia Civil, a diferencia de los de otros países, pueden rastrear a los accidentados a la vez que otras personas buscan por la zona porque sus rastros no los despistan. Para los canes es un juego, pero que salva muchas vidas. Atentos a las órdenes del Guardia Civil que hace de guía canino se lanzan a olfatear a la víctima sin atender a ninguna distracción. Hasta que, si la suerte acompaña a la víctima, el perro la encuentra pronto, empieza a escarbar y el guía grita: "¡Víctima!".
Entonces el resto de los agentes se movilizan para empezar el rescate. Primero hay que desenterrar al accidentado, prestarle los primeros auxilios y proceder a la evacuación. Se trasladarán en helicóptero o en moto de nieve en función del estado de gravedad de la víctima y de las condiciones del terreno.
También parece mentira que el instrumento más importante para el rescate en alta montaña, según contaba ayer el director del CEDI, Justo Uslé, siga siendo la pala. "El equipo de rescate siempre tiene que llevar sondas y palas. Con las manos sólo quitarías una pequeña pelota de nieve. Eso es lo más importante". Las sondas no son más que palos verticales que se sumergen en la nieve hasta tocar el cuerpo duro del accidentado.Se forman filas de profesionales o voluntarios, como ayer se organizaron en el simulacro, que avanzan en línea recta pinchando en el terreno. "Es posible que se le dé a la víctima, pero eso es un mal menor si se consigue sacar con vida". Hay que actuar deprisa porque se lucha contra el riesgo de asfixia si la persona no ha conseguido una pequeña bolsa de aire. Los primeros que inician el rescate en muchos casos son los compañeros del propio accidentado. Luego los profesionales del Sereim o esquiadores más expertos de la estación. Pisteros, el mismo personal sanitario que haya acudido al rescate. "Cuanta más gente busque antes se encontrará", cuenta el teniente Santos. El Arva, un dispositivo que emite señales a los demás aparatos del grupo de montaña, también es muy útil para lograr la localización en estos primeros momentos.
El segundo riesgo es la hipotermia, aunque haya quedado en una bolsa de aire. Uslé cuenta que cuando encuentran un cadáver suele estar boca a bajo porque la víctima, en su desesperación y desorientada tras ser arrastrada por el alud, inicia una inútil huida escarbando con sus manos pero en vez de hacia la superficie hacia la tierra.
Si escucha el jadeo del perro o el grito de "víctima" pronto empezará a ver la luz, a recibir más aire, a escuchar las voces tranquilizadoras del equipo de rescate. El shock probablemente le hará que tarde en darse cuenta de que ha logrado salir de una panteón lechoso y gélido.
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