La Pinilla es la estación de los madrileños (los que mas afición al esquí tienen de España), y su comunicación cómoda debería ser un negocio redondo, y así lo entiende Luis Besas, que escribe esta opinión en El Norte de Castilla, en el que acaba resumiendo que la Junta (la única con el poder financiero para hacerlo), no invertirá en ella si no hay una demanda social... aunque esto podría ser un pez que se muerde la cola, y los esquiadores pedir primero un desarrollo económico para cumplir esa demanda social.
Siempre me ha sorprendido el relativo desdén de los segovianos para con el esquí. Digo yo que será cosa de la sobriedad castellana, según la cual un deporte es algo que no cuesta dinero. Echarse a correr monte arriba, darle a la bici, patear una pelota en los descampados... Eso sí. Gastar para entretenerse, ni de coña. Para eso está el Eroski. Vean la multitudinaria carrera de San Silvestre, media ciudad al trote lobero, alcalde a la cabeza, y la otra apostada en las aceras y de miranda, pasando más frío que en la toma de Teruel, y solo para librarse al pasatiempo de «mira, si es fulano el que corre y todavía se aguanta, el hombre», saludar a los sobrinos o más comentarios en la línea anterior, «fíjate en tal, si al final no tendrá cáncer». Y cosas así. Entrañable competición. De puro sobrio, la carrera del pavo se hace en bicis sin cadena. En segoviano, deporte igual a salir pitando. De modo que el esquí tiene mala prensa. Que si es de pijos -que lo es -que si es caro -que también-. Se cuentan con los dedos las provincias que disponen de estaciones de esquí, pero en La Pinilla algo pasa que la cosa no termina de arrancar. Es una estación pequeña, el año pasado recibió a 110.000 visitantes, pero es, de largo, la mejor que puedes encontrar a hora en coche de Madrid, lo que supone 8 millones de potenciales usuarios. Visto así, La Pinilla debería ser canela en rama para el sector turístico de la comunidad. Un motor capaz de mover a miles de turistas ricos en la parte tonta del año. Pero, naturalmente, para eso hay que invertir. Un buen referente de gestión es Aramón, la empresa del gobierno maño para la modernización de las pistas aragonesas. Ciertamente se ha invertido a espuertas. Sustituir un telesquí por un telesilla es cosa de mil millones. Embalsar agua para fabricar nieve es, además de otro tanto, poco ecológico, con lo que la gresca con Centaurea está asegurada. La inversión es tal que no hay privado que pueda rentabilizar los pasivos. En Aramón se conforman con que los saldos de explotación salgan positivos y consideran la inversión estructural equilibrio territorial. A fin de cuentas, la economía de valles enteros del Pirineo pivota alrededor de la nieve Eso allí. Aquí, fuera de las jeremiadas del senador Clemente replicadas por las filípicas del congresista López, que si la culpa es tuya que no que es tuya o que yo hago más y tu haces menos, la estación depende del Ayuntamiento de Riaza, entidad que por su escaso músculo financiero no encontraría el crédito necesario para unas instalaciones punteras ni pagando el 200% al prestamista más mafioso de Las Vegas. De hecho, ni siquiera la Diputación, la Caja o cualquier otro solvente puede permitirse el lujo de invertir a cientos a fondo perdido. Como no sea la Junta. Pero claro, la Junta no creo que invierta si no hay una demanda social. Y es aquí donde se ve el desdén que comentaba al principio de los segovianos en general para con las pijadas. Pocos segovianos saben esquiar. Alguno que ha probado considera que esquiar es buscar aparcamiento en Navacerrada. Cuando la Diputación de Segovia va apurada, lo primero que se carga es el programa de bautismo de nieve. Yo lo veo de este modo. Correr en calzones por la carretera será muy divertido pero no da un duro. Carece de valor añadido. El esquí, en cambio, mueve dinero. Que sí, que la San Silvestre está bien para ver como jadea el alcalde, echarse unas risas y pillarse un catarro. Pero hablamos de negocios. |
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