Ha tenido que pasar medio siglo para que el parque nacional de Aigüestortes ocupe el lugar que se merece. Aunque la gran eclosión se ha producido durante la última década. El número de visitantes que entran a este parque por la Vall de Boí casi se ha triplicado entre los años 1994 (64.688 visitas) y 2004 (152.931 visitas). Mucho más discreta ha sido la evolución por la entrada de Espot, que ha pasado de los 116.933 visitantes de hace diez años a los 131.868 del 2004. Son ya casi 300.000 las personas que visitan cada año Aigüestortes, lo que está convirtiendo este parque "en el principal motor económico de la zona", tal y como afirma el alcalde de Vall de Boí, Joan Perelada.
Una gran mayoría de los empresarios del sector turístico de la comarca comparten esa tesis y confían en que la tónica se mantenga. Y es que por la Vall de Boí ya entran al parque nacional casi las mismas personas que recibe en una buena temporada la estación de esquí de Boí Taüll.
La diferencia entre los que van a andar a la montaña y los que van a esquiar es que los primeros -indican empresarios turísticos de Barruera y Boí- "recorren todo el valle, compran en las tiendas de la zona o se quedan a dormir, mientras que muchos de los aficionados a la nieve son turistas de ida y vuelta que abandonan rápidamente la comarca tras la jornada de esquí".
Otra ventaja es que la temporada de visitas a Aigüestortes es mucho más larga que la del esquí. Y la tranquilidad para el sector turístico -a la vista de cómo aumentan los visitantes al parque- "es que Aigüestortes no lo cerrarán nunca, mientras que nadie puede decir lo mismo de una estación de esquí", indica un restaurador de Barruera.
Aigüestortes llega a su madurez -este año se celebra el 50 aniversario del decreto de Franco que dio pie a la creación del parque- en un inmejorable estado de salud. Casi tan saludable como la de Joan Gil Gil, conocido cariñosamente como Juanito,el primer guarda que tuvo el parque. Este hombre, todavía en activo, hace 37 años que sube prácticamente cada día a Aigüestortes. "Al principio mi única misión era vigilar a los furtivos y evitar los incendios forestales", recuerda Juanito, que se jubilará este verano cuando cumpla los 65 años.
Este guarda afirma que años atrás "era muy complicado hacer entender a la gente que había que proteger el medio ambiente. Llegaban aquí y se pensaban que podían hacer lo que quisieran".
Ahora todo es muy diferente. "Apenas recogemos basura y el visitante es muy respetuoso con el entorno", revela Joan Gil. También se anda mucho más. Juanito ha visto a familias enteras subir en coche hasta Aigüestortes, desplegar una mesa de camping en la hierba "y después de darse la gran comilona, lo han recogido todo y se han sin ido sin dar ni un solo paso".
Hoy en día esto es imposible y los visitantes, que sólo pueden acceder a pie o en taxi, buscan un contacto mucho más directo con la naturaleza. Vista la evolución y el interés creciente que despierta el parque no extraña que ahora la Vall de Boí se proponga vivir cara a ese entorno natural, que cuando fue creado se topó con las críticas de la mayoría de los vecinos del valle que sólo vieron en la protección de ese entorno una limitación a sus movimientos y actividades tradicionales como la caza y la pesca.
Falta que la Administración entienda también la importancia de esta apuesta, tal y comoa firma Joan Perelada, después de una nefasta gestión en los últimos años que ha hecho perder muchas inversiones. Ramon Luque, director general de Medi Natural de la Generalitat, anuncia que el Govern va a apostar por Aigüestortes para enmendar los errores del pasado y para que el espacio natural desempeñe "un papel fundamental en el desarrollo del Pirineo".
El regalo que la Generalitat ha previsto para este 50 aniversario es ampliar en un 25% el parque nacional, que ahora ocupa 14.119 hectáreas, después de que lo hayan pedido algunas comarcas como el Pallars, conscientes de que tener ese espacio en su territorio es, ahora mismo, una de las mejores estrategias turísticas cara al futuro.
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