Las fugas del Papa
Hasta que un día, un esquiador se cruzó con el Papa sin saber quién era.
El Pontífice estaba sentado en una piedra comiendo "perritos" de una lata que había abierto, le ofreció al esquiador que pasaba por allí, le recibió y siguió de largo.
Después, ya en casa, cayó en la cuenta que el esquiador de la piedra era el Papa; entonces la zona se inundó de esquiadores y de seguridad y ni el Papa, ni su amigo Sandro Pertini pudieron volver allí.
Juan Pablo, monte arriba...
A Juan Pablo II, a pesar de la estricta vigilancia a que era sometido, no se le quitaron los deseos de hacer deporte al aire libre, en contacto con la naturaleza.
Por eso se las ingeniaba para esquiar o hacer "senderismo".
Cierto día sorprendió a todos sus ayudantes y al equipo de seguridad cuando les dijo que quería subir al Mont Blanc... Muchos creyeron que era una broma o un deseo a incumplir...
Pero se quedaron mudos cuando Juan Pablo II se arremangó la sotana y emprendió la larga escalada por las faldas de este mítico monte.
Sus ropas blancas le daban un aire celestial... en la cuesta. Fue en el año de 1986.