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Última actualización: 06/05/2024 a las 14:16:00 (CET)

Herminator: el milagro del albañil que construyó su mito sobre la nieve

Herminator: el milagro del albañil que construyó su mito sobre la nieve
Al campeón de esquí Hermann Maier (Altenmarkt, Austria, 1972) el destino le dio una segunda oportunidad cuando, en agosto de 2001, mientras montaba su motocicleta, un conductor despistado le apartó violentamente hacia la cuneta en una carretera de Salzburgo.
No deja de ser curioso que uno se dedique a lanzarse montaña abajo con un par de tablas en los pies a una velocidad endiablada y, sin embargo, sea su locura por las motos la que esté a punto de costarle la vida.

Al campeón de esquí Hermann Maier (Altenmarkt, Austria, 1972) el destino le dio una segunda oportunidad cuando, en agosto de 2001, mientras montaba su motocicleta, un conductor despistado le apartó violentamente hacia la cuneta en una carretera de Salzburgo, provocándole fracturas abiertas de tibia y peroné en su pierna derecha, además de otras lesiones que destrozaron gran parte de masa muscular en la zona y la pérdida de dos dientes. El deportista austriaco esquivó, de milagro, una pilona de cemento.

Hasta entonces había abrazado tres globos de cristal -en 1998, 2000 y 2001-, el trofeo que premia al vencedor de la Copa del Mundo, además de colgarse dos oros olímpicos en Nagano"98 y acumular 41 victorias en pruebas de competición mundial. El domingo pasado, el deporte blanco se rendía de nuevo ante la abrumadora potencia de sus piernas y su absoluto dominio de la técnica. Maier volvía a llamarse Herminator, el apodo que se ganó tras revolucionar el esquí y arrollar a todos sus rivales en la temporada 97-98.

Más de siete horas estuvo Maier en la mesa de operaciones, mientras los cirujanos trataban afanosamente de reconstruir su pierna, a la que casi daban por perdida. Despertó de la anestesia deprimido, sin ilusión por su futuro. El accidente había truncado su carrera en la cumbre y precisamente unos meses antes de afrontar una nueva cita olímpica, en Salt Lake City, donde partía como indiscutible favorito para vencer en todas las pruebas.

Sin embargo, la capacidad de superación y la fuerza de voluntad que se les presupone a los grandes campeones afloraron también en Herminator. Apenas cuatro meses después volvió a atar sus botas a unas tablas, aunque de esquí de fondo. Durante la Navidad de 2001 trabajó con su cuerpo y con su mente, recuperando el optimismo. "Los valores deportivos no han cambiado, pero sí los humanos. Hay otras cosas además de las victorias: el triunfo sobre mí mismo".

En agosto de 2002 volvió a entrenarse con un clavo de 32 centímetros y sin notar la parte frontal de la pierna derecha. Después de muchos días con el dolor como único sentimiento, apareció la recompensa. El 14 de enero de 2003 regresó a la competición en el gigante de Abelboden, pero no logró clasificarse para la segunda manga. Trece días después completaba una prueba colosal en el super-gigante de Kitzbuehel. Él explica su milagro como el fruto de "la paciencia, el entrenamiento forzoso y el corazón de un combatiente".

El pasado fin de semana cerró definitivamente su recuperación. Tres esquiadores ponían en peligro el liderazgo de Maier en la Copa del Mundo, pero las causalidades se aliaron con él. El estadounidense Miller se cayó en la primera manga del gigante. El austríaco Raich, que había ganado la primera manga, se vio perjudicado por el mal tiempo y el último bicampeón de la Copa del Mundo Eberharter decidió no tomar la salida en el último eslalon, que fue suspendido por una intensa nevada.

Maier creció deslizándose por la nieve, favorecido por el entorno y la profesión de su padre, dueño de una escuela de esquí. Comenzó a competir a los cinco años, asomando su enorme talento. Pero en plena adolescencia le sorprendió un síndrome que intemrrumpió su desarrollo físico y que le obligó a abandonar el deporte y los estudios para dedicarse a la albañilería. Cuando su enfermedad remitió regresó a las laderas y en 1996 se coló como abridor de pista en el gigante de Flachau, donde él vive. Un amigo le cronometró: marcó el 12º mejor tiempo.

A partir de ahí fue seleccionado para la Copa de Europa, luego llegaron la Copa del Mundo y los ya mencionados tres globos de oro, que desde el domingo pasado son cuatro. "He llegado al cien por cien de mis posibilidades actuales -reconoce-, pero nunca llegaré al nivel de entonces". Visto su milagro, quién sabe.

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