El Arlberg

El Arlberg
El Arlberg es uno de los grandes dominios esquiables europeos y, el de mayor tradición histórica en Austria. Este artículo lo da a conocer a través de un viaje y comentando algunas de sus claves culturales relacionadas con el esquí.

Esquiar en Austria era una de mis asignaturas pendientes. Ahora puedo anunciar que se ha hecho realidad ¡ya era hora! La importancia de este país en la historia del esquí es fundamental pues fue allí donde se desarrollaron varios de los hitos que transformaron el esquí, evolucionándolo desde su origen nórdico hasta la versión alpina, la cual cobró forma en los Alpes. El papel de Austria en todo aquel proceso fue clave y, en especial, en la zona conocida como el Arlberg. Así pues, esquiar allí implica, además de poder disfrutar de uno de los mejores espacios para la práctica del esquí, hacerlo en un escenario de enorme implicación histórica y cultural para dicho deporte. Por lo que ya pueden imaginar los lectores lo emocionado que yo acudía a la cita.

En la actualidad, el dominio Ski Arlberg está considerado el mayor espacio esquiable de Austria y el quinto más grande del mundo. Ya comenté en alguna entrada que las mediciones se han ido puntualizando recientemente, debido a anteriores polémicas por declaraciones poco precisas o engañosas de algunas estaciones. Gracias en especial al experto Christoph Schrahe, están surgiendo sistemas de acreditación o, cuando menos, fórmulas y criterios de valoración más precisos y fiables. En cuanto a la tradicional fórmula de kilometraje lineal de pistas, Ski Arlberg supera los 300km (309). Pero su posicionamiento mejora ostensiblemente cuando se integran otros criterios, muy en especial el de superficie esquiable, en cuyo caso su valoración se multiplica de forma evidente con respecto a sus competidores.

 

Plano de pistas

 
Forfait

 

En principio íbamos a ser cuatro, pero finalmente nos quedamos en tres: David, Fernando y yo. Desde Múnich, viajamos en coche hacia el este, bordeamos parte del lago Constanza, continuamos dirección sur, rozamos St. Gallen y nos dirigimos posteriormente al oeste en dirección a St. Anton, aunque nuestro destino era Wald. Nos alojamos en un espacioso y lujoso apartamento fuera del núcleo urbano del pueblo (https://schneeflocke-apartment.com/). Wald es pequeño, está situado a unos 900m de altitud y estaba bien servido de nieve, aunque hasta allí no llegan los remontes. Durante el viaje ya tuvimos nuestro primer encuentro con la peculiar gastronomía austríaca, mediante una sopa con albóndigas.

 

 Imagen: https://schneeflocke-apartment.com/

 
"Mi" habitación. (Imagen: https://schneeflocke-apartment.com/)

 

1º día.

A la mañana siguiente, la de nuestro primer día de esquí, nos topamos con una poderosa nevada que no ofrecía nada de visibilidad. Empezamos esquiando en Stuben, que, casi todos los días, fue nuestro punto de partida. Aquel pueblo, ahora estación de esquí, fue donde nació el mítico esquiador Johann (Hannes) Schneider, que pasó a la historia como un gran campeón de esquí y más todavía como inventor de la técnica Arlberg y como prestigioso monitor. Comenzó su carrera como instructor en St. Anton y posteriormente fundó y dirigió la escuela de esquí local, que abrió sus puertas en 1921. Los lectores del libro Metiendo cantos, han de recordar, necesariamente, a tan importante figura.

 

Mientras en casa faltaba la nieve, aquí había de sobra (Wald).

 

Tras un par de bajadas, una fijación de David colapsó por fatiga de materiales. Él tuvo que desplazarse en telecabinas hasta acceder a una tienda para que le pusieran otras nuevas, mientras que nosotros descendíamos hacia el punto de partida para, aprovechando el mal tiempo, acercarnos a la tienda de alquiler para cambiar de esquís, previendo que nos esperaban unas jornadas con nieve profunda. Experimentamos con el transporte de autobuses que están incluidos con el forfait, nos llevó algo de tiempo porque nos saltamos una parada, pero conseguimos llegar al sitio y sustituir unos modelos pisteros por otros de 90 y 88mm de anchura de patín. Todo ello, mientras seguía nevando sin descanso y con copos cada vez más nutridos.

 

Típica arquitectura local, nevando en la parada del autobús (Klösterle).

Habituales fachadas decoradas.

 

Finalmente nos reencontramos los tres en Stuben, y nos trasladamos por telecabinas hasta Zürs, descendiendo una pista roja muy larga y con mínima visibilidad. En Zürs, en 1905, Viktor Sohm empezó a impartir profesionalmente las primeras clases de esquí. Al principio únicamente con alumnado local, aunque a partir de los primeros años veinte, también con huéspedes. También fue allí donde se instaló el primer remonte de Austria, en 1937. Ahora hay, entre otras cosas, una pista para competiciones de slalom especial y paralelo que en aquel momento estaba iluminada, algo que aprovechamos para disfrutarla un poco. Continuamos esquiando por algunas pistas rojas de la misma vertiente e incluso, en algún momento de mayor visibilidad, hasta nos metimos fuera de pista. Después probamos varias de la vertiente opuesta (el núcleo urbano se cruza a través de un largo y estrecho puente con nieve y una cinta transportadora final).

Para la vuelta, callejeamos por el centro del pueblo y regresamos mediante telecabinas y una agradable pista azul final con la que acabamos despidiéndonos casi todos los días. Aquella tarde decidimos salir a cenar fuera. Optamos por un restaurante muy cuqui, de aspecto tradicional por fuera y por dentro. Casita de madera coloreada en verde claro, y comedor forrado en madera barnizada, respectivamente. Típicamente austríaco. Lo mismo que el menú por el que optamos: sopa de queso, wiener schnitzel y apfelstrudel. Los tres somos de esos a quienes gusta integrarse en el entorno de los lugares a los que viajan.

2º día.

Para entonces ya estaba perfectamente instaurada nuestra dinámica de puesta en marcha. Desayunábamos en el amplio espacio de salón-comedor con cocina abierta. Delante de la mesa disponíamos una gran pantalla de Smart TV con el mapa interactivo del resort y con el acceso a las numerosas cámaras conectadas en diferentes puntos. Había amanecido con una copiosa nevada y el tiempo parecía seguir igual, pero, tras comprobar todas las cámaras disponibles, nos dimos cuenta de que en Lech se apreciaba una ventana de visibilidad a diferentes alturas, así que cogimos el coche y, ascendiendo un puerto, rodando sobre la carretera nevada, nos plantamos allí. Es un pueblo alpino muy bonito y elegante, con numerosos hoteles de tamaño medio, la mayoría de cuatro estrellas con alguna que otra excepción de cinco. Lejos de los rangos de precios populares. Lujo y clasicismo, algo que sugerían las lámparas de cristales (arañas) de los salones. El parking es gratuito para quienes tienen forfait. Junto a uno de ellos hay una moderna vaquería de tamaño relativamente pequeño en la que, desde fuera, pueden verse a las vacas comiendo. De allí salía la leche fresca que pudimos comprar en la tienda de nuestro pueblo.

 

Vacas en Lech.

 

Efectivamente, pudimos disfrutar toda la jornada de buena luz y visibilidad, así como de mucha nieve virgen muy profunda. Uno de los rasgos destacables del Arlberg es que ofrece muchos itinerarios de fuera de pista (sin pisar) marcados por postes alejados entre sí. El sistema ofrece señalización orientadora de espacios seguros para esquiar en nieve no tratada. Mientras en muchos países ignoran el fuera de pista o incluso lo penalizan compinchándose con las aseguradoras para no cubrir los accidentes, en el Alberg lo facilitan como valor añadido, siendo conscientes de que, para la cultura austríaca del esquí, el fuera de pista es una expresión prioritaria de este deporte. Por otro lado, esquiando por allí, pude comprobar que en el territorio del Arlberg es prácticamente esquiable todo lo blanco. Me explico: apenas hay roca y ocupa, por lo general, zonas cumbreras, el resto: laderas, vaguadas, valles, palas, etc. Están cubiertas y son esquiables. De ahí que su rango de esquiabilidad suba tanto cuando se aplican criterios integrados. Estábamos ante un paraíso de ¡superficie esquiable! Ese día esquiamos bastante fuera de pista y con varios tramos con la nieve por encima de la rodilla. Aprovechamos la presencia de varias telesillas dispuestas en abanico. Una nos proporcionó una bajada especialmente larga en nieve virgen. En otra, opté por dibujar virajes sobre el estrecho y sinuoso lecho de un arroyo. Me resultó muy estimulante, y cuando me detuve a contemplar mis propias huellas, descubrí que una liebre nival las utilizaba para remontar la pendiente.

 

David y Fernando.

Empezaban las huellas.

 

 

Por ahí (minúsculos) andamos bajando David y yo.

 

A punto de "hacer saltar la liebre".

Fin de la borrasca, llegada del buen tiempo.

 

Continuando hacia el noroeste del dominio, realizamos otro buen descenso en nieve profunda, así como una pista negra con nieve rápida. A partir de entonces, alternancia de pistas y tramos fuera de ellas. Y así hasta llegar a Warth, un extremo del dominio. Allí paramos para comer. ¡Goulash! Magnífico estofado de carne en formato cercano a la sopa. Es un plato típico austríaco muy sabroso y que allí bordaron.

 

Reponiendo fuerzas.

En 1894, el cura de Warth, el padre Müller, se agenció un par de esquís para su uso personal, los primeros de la zona. Los empleaba para recorrer en invierno los trayectos entre Warth y Lech. Algunos de ellos, los mismos, probablemente, que nosotros utilizamos regresando por pistas, aunque todavía pude disfrutar de un último fuera de pista. Volviendo, una pista roja muy variada, emocionante y trazada por mitad de un bosque en su tramo final, nos permitió llegar a Oberlech, que es el barrio más lujoso de Lech. Un escenario encantador, en mitad de las pistas, donde uno sueña con quedarse allí hospedado el tiempo que haga falta. Está orientado hacia el sur, por lo que disfruta del sol todo el día. Maravillados por un precioso contraluz entre árboles, continuamos bajando hasta Lech. Apurando descensos y remontes, acabaron cerrándonos el último, pero pudimos solucionarlo mediante una breve caminata antes de una bajada final hasta el coche. Fue en Lech, en 1940, donde se instaló el segundo remonte del Arlberg. Tal y como he anunciado al principio, estábamos, continuamente, disfrutando del esquí en una de sus cunas alpinas.

 

Fernando y David en Oberlech.


Fernando con Lech al fondo.

 

Final de jornada en Lech. Los dos primeros días esquié con capa, el segundo no hubiera sido necesario, pero esta no molesta nada.

 

Nuestra jornada se vio completada con una larga sesión de piscina cubierta con chorros ¡muchos chorros! Espalda, piernas, etc. Hacían falta porque había sido larga e intensa. Después, cena hogareña y tertulia. Sendos momentos clásicos de los viajes de esquí.

3º día.

Nuestro paso del Ecuador. Cielo completamente despejado, sol y nada de viento, y así permanecería el resto de nuestra estancia. Quedaban tres jornadas por delante y en todas ellas volvimos a utilizar Stuben como punto de inicio y final con los esquís. Los comienzos del esquí en el Arlberg se produjeron prácticamente allí, en Langen, a unos tres kilómetros carretera abajo (hacia el oeste) de Stuben. Allí, en 1885, un ingeniero noruego llevó los primeros esquís del Arlberg. Esto es algo que ocurrió en Austria, Suiza… e incluso en varios puntos de la geografía española de montaña, tal y como explico en el libro Metiendo cantos: un noruego, desplazado por motivos de trabajo, se da cuenta de que se instala en un lugar donde nieva, se lleva unos esquís y, enseguida, algunos curiosos empiezan a practicar. Allí los primeros de esos curiosos fueron tres. Los primeros que empezaron a practicar en la comarca.

Aquel tercer día era sábado, se notaba algo más de gente, pero sin molestia alguna por el gran efecto dispersor que produce la proliferación de remontes y pistas. Empezamos dirigiéndonos hacia el extremo oeste de Stuben, que nos faltaba por conocer. Allí disfrutamos de otro buen descenso en nieve virgen para empezar el día. Posteriormente fuimos esquiando y remontando hacia el sureste, en dirección a St. Anton. Sucesión de pistas negras con nieves duras, preciosas azules por bosque, etc. Un variado repaso general de tan mítica zona de esquí.

 

Los tres camino de St. Anton.

David admirando "su" dominio esquiable.


Mirases donde mirases, nieve y posibles descensos.

¡Y huellas!

En 1899, Hermann Hartmann ascendió al Galzig por primera vez con esquís. Lo hizo desde St. Anton vía St. Christoph. Aquella excursión fue premonitoria, pues hoy en día la vocación de travesía y de itinerarios alejados de las pistas se perciben sin ambages cuando esquiamos por este dominio esquiable. El recorrido se vio posteriormente reforzado con la instalación del Galzigbahn en St. Anton. Aquel fue el primer teleférico del mundo diseñado específicamente para funcionar en invierno, con capacidad para 120 personas por hora. Actualmente ha sido sustituido por un remonte de varias cabinas grandes que muestran a la vista un espectacular sistema de tracción, en el que los viajeros podemos ver como la cabina asciende, primeramente en la base inferior, trazando media circunferencia gracias a la rotación de unas ruedas metálicas gigantescas. Desde arriba, descendimos hacia St. Cristoph en trazado mixto de pista y fuera de ella (¡que tubo final tan agradable!). Es un pueblo precioso que, en aquel momento, parecía localizado entre algodones o sobre una nube.

 

St. Cristoph.

En St. Christoph, en el Hotel Hospiz, seis amigos fundaron el Ski Club Arlberg  en 1901. En la Nochebuena de 1900, tras largas discusiones sobre el esquí, decidieron planear una excursión. El tres de enero llegó el momento de hacerla (1901). Salieron de St. Christoph en un día radiante y con nieve en polvo. Tras la primera jornada, gracias al té y al vino, la velada se fue alargando. La euforia tras su logro, sin duda acrecentada por la generosidad del hostelero y el efecto del vino, acabó cristalizando en una entrada histórica en el libro de huéspedes. Adolf Rybizka, uno de los excursionistas, sugirió fundar un club. La idea fue aceptada por los demás y Rybizka escribió lo siguiente:

«Encantados por la naturaleza, emocionados por el deporte, imbuidos con la necesidad de crear un modesto punto de encuentro en el Arlberg para los amigos de este noble placer, los excursionistas involucrados en el “ex tempore” se sintieron motivados para fundar el Ski Club Arlberg».

 

Con David, a punto de iniciar un descenso.

Tras esquiar un rato más entre St. Cristoph y St. Anton, paramos a comer en esta última zona. Espaguetis al pesto, refresco de esencia de edelweiss, pan austríaco y una bomba de postre con compota de manzana. La parada vino muy bien porque al salir del restaurante estábamos al lado de una silla que acababan de abrir. ¡Dicho y hecho! Ascenso y acceso al itinerario número 40 de fuera de pista. Uno que discurre por una especie de valle lateral con una diminuta cabaña a mitad de camino. ¡Qué nieve profunda! Y ¡qué series de virajes! ¡qué disfrute! Recorrido precioso, separado de los remontes, largo y con una nieve ideal.

Repetimos ascenso, aunque para entonces descenderlo por una pista roja que, para mi sorpresa y alegría, me proporcionó algunos tramos de baches. No me lo podía creer, nieve virgen y bumps en un mismo día, mis dos prácticas favoritas. La jornada finalizó regresando a Stuben por una pista en la que en cada moderado muro aparecían nuevos baches en los que practicar.

Aquella tarde, tras ducharnos, nos fuimos en coche a St. Anton, para conocerlo, hacer algunas compras y tomar una cerveza. Aquella localidad es bastante más grande. Es la más famosa, y a la que tempranamente llegó el ferrocarril que dinamizó los orígenes del esquí en la comarca. Por el día apenas disfruta del sol en invierno, está en el lecho de un valle muy umbrío. Por la noche se llena de luz y ambiente callejero. Se percibe lujo en tiendas, hoteles y restaurantes. Dos de los segundos fueron propiedad de Toni Sailer, otra gran figura de la historia local. Triple medallista de oro olímpico, actor, etc. También está la casa que adquirió Hannes Schneider cuando se trasladó allí.

En St. Anton se celebró la primera carrera (con esquís) del Arlberg el 5 de junio de 1904. Mucho tiempo después, en 1927, Schneider, en colaboración con el promotor de viajes y competiciones de esquí Sir Arnold Lunn, organizaron una competición de pruebas combinadas, a través del English Kandahar Club y el Ski Club Arlberg. El evento se celebró en las pendientes de Galzig (St. Anton) los días 3 y 4 de marzo de 1928, marcando el inicio de la legendaria carrera Arlberg-Kandahar, en honor a sendos clubes. La desafiante y ondulada pista, que se extendía a lo largo de 4,2km, se ganó rápidamente el respeto del mundo del esquí. En la edición inaugural participaron 45 esquiadores. Al año siguiente la cifra ya había ascendido hasta los 130. En 1930, la FIS reconocía oficialmente la carrera de esquí alpino. A lo largo de las décadas siguientes, el prestigioso evento se expandió hacia otros lugares como Mürren, Chamonix, Sestriere y Garmisch-Partenkirchen, afianzando progresivamente el carácter internacional de las carreras de esquí alpino. Aquello, en el fondo, tal y como relato en el libro, fue el germen de la Copa del Mundo de esquí alpino.

Desde el punto de vista de la cultura técnica del esquí, aquella jornada me permitió hacer algunas observaciones con respecto a la Escuela Austríaca de Esquí. Heredera de la de Schneider, tal y como también explico en el libro, fue la opción elegida por Eduardo Roldán cuando tuvo que decantarse por una metodología que importar para la EEE. Entre las opciones francesa y austríaca optó (en mi opinión, afortunadamente) por la segunda. Mientras que, a causa de la proliferación de escuelas existente actualmente en España, muchas veces se desvirtúan las didácticas, los contenidos y las progresiones, me fue grato comprobar como en St. Anton, hay cimientos técnicos a los que siguen rigurosamente apegados, estos son algunos de los que pude ver:

  • Grupos ejecutando giros de cuña clásica perfecta. 
  • Especial atención, demostración y corrección-exigencia de una perfecta colocación de los brazos, manos y bastones, independientemente del nivel del grupo de alumnos.
  • Ejercicios de toma de cantos alternada con derrapes laterales de grupos de niveles bajos y con niños pequeños, practicados en pistas negras con nieve dura.

4º día.

Era domingo. Se notaba un poco más de gente, pero sin colas de remonte ni masificación en pistas, aunque se apreciaba cierto estrés en aquellos para los cuales aquel era su primer día de la temporada (probablemente comienzo de sus vacaciones navideñas). Fuimos acercándonos hacia la famosa montaña Valluga (2811m), que domina el espacio esquiable de St. Anton. Hasta hace poco allí se subía por un teleférico. El actual es la versión contemporánea del original, que se instaló en 1955, erigiéndose, en aquel momento, como el más elevado de Austria. Tiene dos estaciones superiores. La más alta es únicamente para visita panorámica. La inmediatamente inferior es la que da acceso a lo esquiable. Desde ella se da la salida a la mítica carrera (todos contra todos y pringado el último) denominada Der Weisse Rausch, que se celebra hacia final de temporada, en la que hay algún tramo cuesta arriba y a la que ya me he referido en alguna entrada anterior. Se trata de una especie de revival (en versión actual) de una de las películas más famosas del cine con temática esquiadora, titulada del mismo modo. A lo largo de los años treinta del siglo XX, el director de cine Arnold Fanck rodó una serie de películas en el Arlberg que, entre otras cosas, generaron un gran impacto público. En particular, gracias sus espectaculares escenas de esquí. La más famosa fue Der Weisse Rausch. Protagonizada por Hannes Schneider y Leni Riefenstahl, popularizó enormemente el esquí y lo dio a conocer fuera de los Alpes. El epílogo de Metiendo cantos profundiza bastante en todo este asunto.

Nosotros no cogimos el teleférico. Resulta que, desde hace poco, hay un telecabina que asciende hasta otra cumbre muy próxima al Valluga, por la que se accede al mismo collado elevado. Mueve mucha más gente, por lo que resulta más recomendable. Subimos un par de veces. La primera para descender alternando pista y fuera por la vertiente este desde el collado. La segunda para hacer lo mismo por la oeste, la cual, además, se convierte en un prolongadísimo descenso de 1200m de desnivel hasta Stuben. Desde allí esquiamos hacia Zürs, y continuamos hacia el oeste, hasta dar con un itinerario (pisado) con acceso a algunos tramos de nieve virgen. Es una bajada muy recomendable por la variedad de su trazado en forma de curvas, cambios de rasante, pendientes, etc. Permite llegar a Zug, que es otro de los pueblos más pequeños y encantadores del territorio. Continuamos por un telecabina hacia el norte, que empalma con una cuerda mecanizada y da acceso al remonte y pistas más occidentales de Lech. Tras esquiarlas por primera vez, regresamos por Oberlech, donde nos detuvimos para comer otro Goulash en una soleada terraza.

 

Iniciando el itinerario del Valluga.

 

David y Fernando, camino de Zug.

Espectacular itinerario que desechamos por riesgo de aludes (dirección Zug).

 

Zug.
Típico refresco local.

 

Disfrutando de la comida en Oberlech.

 

De nuevo sobre las tablas, descendimos hasta Lech y lo atravesamos para montar en un teleférico que remonta sus laderas orientales. Descendimos por un itinerario que estaba también tratado, y un telesquí averiado casi nos hace sufrir una considerable caminata, pero lo repararon a tiempo para evitarlo. Desde allí descendimos de nuevo a Zürs, y tomamos dos sillas consecutivas hacia el oeste, para acceder a un collado que permite descender por un empinado valle lateral, solitario, con un paisaje espectacular y sin nadie a la vista: ni edificios, ni remontes, ni esquiadores. Ofrece un largo descenso muy variado en el que correr y bajarlo sin paradas se convierten en una experiencia emocionante. Allí cerramos la jornada con el consiguiente enlace en dos telecabinas y el breve descenso final en Stuben.

 

El "valle escondido" de Zürs.
 

El último remonte nos ofreció dos estampas inusuales de gran belleza. Primero la de tres expertos guías trazando virajes en nieve virgen por una zona francamente aérea y ajena a las pistas. Poco después, un grupo de rebecos (sarrios para los pirenaicos) pacía en una calva de nieve provocada por un alud. En casa, cerramos tan completísima jornada despachándonos unos buenos platos de patatas guisadas. El chorizo estuvo sustituido por un embutido local, pero el plato salió bien.

La nota del día tiene un fondo sociocultural. Siendo ya la tercera jornada despejada tras una intensa nevada, todas las hectáreas del dominio estaban firmadas por miles de huellas perfectamente trazadas sobre la nieve virgen. Ya he explicado este asunto de la querencia de los austríacos hacia el fuera de pista. Las huellas, por lo general, están dibujadas con educación, cultura, empatía y solidaridad. Todo lo contrario a lo que demasiadas veces veo en España. Allí, a nadie se le ocurre arruinar el terreno virgen trazando una trayectoria errática e irracional que estropeé muchas líneas de máxima pendiente. Al contrario, una vez creada una huella, el resto de la gente traza la suya bien pegada a la anterior, de modo que sean muchos esquiadores los que puedan aprovechar las condiciones. Cada nueva nevada se hace más sostenible en su aprovechamiento. Al final, el paisaje impacta por los cientos de líneas que tapizan todo el territorio. Da igual cómo lo exprese, hay que estar allí para verlo. De igual modo, los pocos espacios que no están firmados los ocupan multitud de aludes. Se producen muchísimos y son los que van marcando qué zonas se abren y cuáles no. Por ambas razones, afición al fuera de pista y riesgo presente, muchos esquiadores portan mochilas con ABS, sistemas electrónicos de detección, varilla y pala. También pueden verse muchos esquís de free-ride o polivalentes montados con fijaciones de travesía o con opción de liberar la talonera, porque cuando casi todo está ya esquiado, pequeñas remontadas desde cotas accesibles mecánicamente, dan opción a muchos otros itinerarios.

Otro detalle menor. Por la estación se ven trineos. Preciosos, de esos clásicos de madera. Hay algunas pistas para ellos, los alquilan y venden en las tiendas, y hay gente que los utiliza. También los niños en los prados de los pueblos, por la tarde o al anochecer si hay alguna farola cerca.

5º día.

Nuestro último día de esquí lo dedicamos a algo especial. Uno de los aspectos que más me atraen de los grandes dominios esquiables es recorrerlos en plan de excursión, utilizando remontes y descendiendo pistas sin repetición, descubriendo parajes, tratando de abarcar mucho territorio. En cierto modo, era algo que habíamos ido haciendo, más o menos, en tres de las jornadas anteriores, pero para la última había un objetivo bien definido. Algunos grandes dominios, sabedores de sus posibilidades y del poder que el juego representa para los usuarios, han diseñado recorridos ambiciosos que ofrecer a sus clientes. Recorridos que proponen esquiar la mayor parte de su extensión en una única jornada. Ski Arlberg ha entrado al juego, y ofrece el denominado Run of Fame.

El Run of Fame es complejo en su diseño. Dibuja sendos bucles conectados por una línea de ida y vuelta. Al sur, un bucle más corto por St. Anton con Rendl incluido. La línea es la que conecta la zona alta de St. Anton con Stuben y Zürs. El bucle más largo da cuenta de Lech, Zug y Warth, antes de regresar a Stuben por la comentada línea. El recorrido implica 85km esquiados y 18.000m de desnivel. Hay sendos puntos de comienzo y final en Rendl y Warth en forma de photocall, aunque cada cual puede iniciar (y finalizar) el recorrido donde mejor le convenga por su alojamiento. Hay señalización, pero es muy discreta, por lo que conviene tirar de plano y estar muy atento. También hay parafernalia de logotipos, app de tracking para el móvil, e incluso unas chapitas, a modo de recompensas, para colocarlas en los bastones cada vez que se completa. El recorrido está dedicado a esquiadores pioneros, grandes campeones y estrellas de cine algo relacionadas con el esquí. No he dado con un listado oficial pero sí que he encontrado mencionados a los siguientes: Hannes Schneider (sobradamente mencionado ya); Karl Schranz (gran campeón austríaco de las décadas de los 60 y 70); el legendario Toni Sailer (también mencionado); Yul Brynner (protagonista de la película The doble man (Mi doble en los Alpes), de 1967, cuya trama se desarrolla en una estación de esquí austríaca); Johann Müller (aquel sacerdote pionero de Warth); o Colin Firth (protagonista de El diario de Bridget Jones, 2001, película en la que se lleva a  Bridget a esquiar a Leth).

Como siempre resulta difícil de prever el tiempo que llevará completar un recorrido de tales características, decidimos adelantar media hora nuestro horario de comienzo. Empezamos por el sur sin encontrar apenas esquiadores. Siempre eligiendo pistas, para poder esquiar más rápido. Desde Rendl realizamos una bajada muy deportiva. Una pista roja tremendamente entretenida con muchas curvas peraltadas y contraperaltadas, cambios de rasante, etc. Realizábamos todos los descensos con giros amplios y sin paradas intermedias. Había que ir avanzando. Fue especialmente largo el que nos llevó desde las proximidades del Valluga hasta Stuben.

 

Fernando en el extremo de Rendl.

Al recorrer la que he denominado línea (por Stuben y Zürs) encontramos algunas colas en los remontes. Breves pero tumultuosas. En ellas empezamos a temer que a mucha gente se le hubiera ocurrido acometer el mismo plan, pero ya en Zug nos dimos cuenta de que no era así, pues volvimos a encontrar escasísimo tráfico. Llevábamos bocadillos y barritas para comer en los telecabinas, así que alcanzamos el extremo oriental de Warth (¡qué precioso pueblo!) antes de nuestro horario previsto. Íbamos pues, sobrados de tiempo. Desde allí regresamos pasando por Oberlech y Lech, para coger su teleférico y descender directamente hasta Zürs. Como casi habíamos terminado la ruta, decidimos regalarnos un último descenso al valle escondido que tanto nos había encandilado la víspera. Lo encontramos de nuevo vacío y pudimos disfrutarlo a gran velocidad, a modo, casi, de despedida. De vuelta a Stuben, nuestro Run of Fame quedaba sobradamente completado y bajamos al coche por la pista azul habitual, la cual, por cierto, atraviesa un bello paso encañonado.

 

David consultando el plano camino de Warth.

Enamorados de Warth, paraíso (también) para el esquí de travesía.

 
El otro extremo del Run of Fame.

 

Despedida del Ski Arlberg.

Hablando de cañones: a caballo entre las décadas de los setenta y los ochenta, Michael Manhart (empresario de remontes, visionario técnico y nieto del pionero Sepp Bildstein) desarrolló el cañón de nieve artificial Arlberg Jet, que posteriormente se utilizó para los JJOO de Calgary (1988). Otro detalle histórico a añadir al currículum del Arlberg. El dominio muestra muchísimos sistemas de inivación artificial. Fijos (de varios tipos), portátiles, etc. Pese a que la temporada había empezado con muchísima carga de nieve, a la que se había añadido la generosa nevada que nos encontramos cuando llegamos, y a pesar de que había evidente abundancia de nieve por todas partes, pudimos ver que ponían en funcionamiento muchísimos cañones, pensando, imaginamos, que más vale que sobre que no que falte más adelante.

Nuestro viaje al Arlberg constituyó un sueño cumplido, al menos para mí. Aunar excelente esquí con maravilloso paraje, cultura e historia de dicho deporte supuso una experiencia magnífica. La recomiendo encarecidamente. Tengo que agradecer la generosidad y buena compañía de mis dos amigos David y Fernando, con quienes confío en volver a esquiar.

En Wald estuvimos alojados en un apartamento de una lujosa ¡y espaciosa! (algo muy alejado del concepto francés) urbanización que, a una altura de unos 900m sobre el nivel del mar, ya estaba generosamente cubierta de nieve. Su referencia en Internet es:  https://schneeflocke-apartment.com/ El alojamiento está muy bien equipados. Equilibra de modo ideal los aspectos alpinos tradicionales con una construcción, acabado y decoración modernos. Incluye garaje cubierto, guarda-esquís con ¡tubos calefactados para las botas!, sauna, una coqueta piscina cubierta de última generación con variedad de chorros de masaje, etc. Por allí pasan autobuses de línea que están incluidos en el forfait, así que, si se quiere, se puede prescindir del coche, aunque utilizarlo por la zona aporta otras posibilidades. El acceso más próximo es Stuben, aunque en coche no se tarda mucho en acercarse a Lech y, más cerca que los anteriores, está la zona esquiable de Sonnenkoff, a la que no llegamos a ir (no está comunicada con el resto mediante esquís, aunque sí incluida en el forfait) por falta de días. Cerca de la urbanización, en el pueblo de al lado, hay tienda de comestibles y productos de limpieza, gasolinera, restaurantes y tienda de alquiler de material de esquí para todos los niveles.

8 Comentarios Escribe tu comentario

  • #1
    Fecha comentario:
    11/01/2024 08:18
    #1
    Felicidades, por el viaje, por compartir, y ver las condiciones que tubisteis.

    De las mejores zonas del mundo para mi.

    Quiero mi "Goulash" y unos codillo tostaditos ¡¡¡¡¡.

    A por la siguiente. Buenas huellas.

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    • Gracias!
  • #2
    Fecha comentario:
    11/01/2024 08:27
    #2
    Muchas gracias,
    sí, habrá más, prometido.

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    • Gracias!
  • #3
    Fecha comentario:
    11/01/2024 11:00
    #3
    Qué bonito artículo! Cómo lo he disfrutado! Yo creo que la primera vez que estuvimos en St Anton fue en el 2012 😀 y esmi segunda favorita de Austria (siendo la primera Saalbach porque si llevas niños o principiantes la veo más versátil). Ese año cogimos un guía para fuera pista, majísimo,y disfrutamos mucho. Austria es otro universo para mi, el haber sido pioneros en muchas cosas, y el tener el deporte tan arraigado en su idiosincrasia lo hace mucho más natural.

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    • Gracias!
  • #4
    Fecha comentario:
    11/01/2024 12:17
    #4
    Gran salida de esqui y muy bien explicada.
    Super bien redactada!
    Enhorabuena!!

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    • Gracias!
  • #5
    Fecha comentario:
    11/01/2024 16:57
    #5
    guapo repor y fotos espectaculares :+:

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    • Gracias!
  • #6
    Fecha comentario:
    11/01/2024 19:00
    #6
    Una alegría tener al fin tu blog aquí en nevasport delmer

    Para lo que necesites ya sabes donde estamos 🤠

    Pepe

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    • Gracias!
  • #7
    Fecha comentario:
    15/01/2024 17:26
    #7
    Felicidades por el artículo. Me ha hecho revivir nuestra estancia de la primera semana de Enero. No falta detalle. Añadiría que es un resort diferente a los que he estado en los Alpes. Se extiende en múltiples valles con cantidad de recorridos fuera pistas justo al lado de estas. Tuvimos la fortuna de que nos nevó 4 noches unos 15 cm cada una. Destacaría la cantidad de Ski lockers que hay en las tiendas, en subterráneos con escaleras mecánicas, a pie de los telesfericos. Impresionante la salida del Galzig tal como explicas con la elevación de las cabinas.
    En resumen como en todos los grandes Resorts Alpinos impresionantes instalaciones.
    A comentar que hay muchas pistas azules que en nuestro país las marcan como rojas.
    El viaje lo hicimos en avión hasta Zurich. Desde allí metro a la estación central y luego un tren de la OBB hasta Sankt Anton. Duración 2 h 20 min.
    Con muchas ganas de REPETIR.

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    • Gracias!
  • #8
    Fecha comentario:
    15/01/2024 20:10
    #8
    #7 Hola, gracias por tu atenta lectura. Sí, el sitio es magnífico. Sé que la mejor combinación es vía Zurich, la más rápida y cercana, aunque nosotros volamos a Münich por conveniencia de aeropuerto de partida (Bilbao) y porque a D, que viajaba desde otro país, también le venía bien.
    En todo caso, una gozada también para vosotros. Me alegro.

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    • Gracias!

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