Como decíamos en el anterior artículo, Desde Trípoli tenemos que pasar una serie de controles militares para llegar al valle de la Qadisha, en la Cordillera del Líbano. Al entrar notamos que este área, eminentemente cristiana, esta prácticamente blindada. No es fácil entrar y salir obviando los controles militares que separan Trípoli (de mayoría sunní) de la Qadisha (Cristiano en su totalidad y maronita en un alto porcentaje).
Es uno de los "must" si vamos a Líbano. Un valle de unos 50 Km. de extensión que separa Batrún de Bcharré y por el que discurre el río del mismo nombre, hundiéndose como una garganta natural en el fondo de este. Decenas de cascadas y ermitas y monasterios maronitas situados muchos de ellos en lugares recónditos y casi inaccesibles (algunos de ellos de los siglos XII y XIII) lo van acompañando desde la zona baja hasta Bcharré y permiten actividades como senderismo, barranquismo, escalada, etc. Es una de las pocas reservas naturales de Líbano y además es Patrimonio Natural Mundial por parte de la UNESCO.
En Bcharré nos quedamos en el hostal Tiger House, que no es mas que un bed & breakfast barato (desde 10 $ la noche) en el que veneran a Samir Geagea. Cuadros y fotos por toda la casa de el dirigente de las Falanges Libanesas (milicia responsable de las matanzas de Sabra y Chatila) y actual dirigente de las Fuerzas Libanesas (partido político con una imagen dura que estoy seguro que no tardaría en retomar las armas si fuera necesario).
En estos días coincidimos con una de las tormentas más grandes que se recuerdan en Líbano en los últimos veinte años. Por una parte esta bien porque nos iba a traer mucha nieve para esquiar, pero el día que nos tocó ir a la estación de los Cedros (Cedars) no invitaba demasiado al esquí por la poca visibilidad que tuvimos. La niebla, más que cerrada, no permitía ver más allá de nuestras narices y de hecho la estación estuvo cerrada hasta mediodía y aunque abrió posteriormente, solo lo hizo la parte baja, lo que impidió que conociéramos la parte alta de la estación, que sin duda parece lo más interesante. A cambio, la sensación única de ser los únicos esquiadores de la estación si quitamos a un par de pisteros, dos locales y una madre con sus hijos que debió pensar que éramos trabajadores de la estación o incluso esclavos, si tenemos en cuenta como trató a Josean. No en vano, Líbano es uno de los países donde podríamos decir que la esclavitud no se ha erradicado totalmente y no es infrecuente encontrar mujeres de Sri Lanka o Etiopia como Nur, la chica que servía en Tiger House y que a pesar de todo tenía una sonrisa de la que cualquiera podría enamorarse.
De la estación de los Cedros (y demás estaciones) nos encargaremos en próximos artículos dedicados en exclusiva al esquí.
Al día siguiente, después de un corto día de esquí en Cedros, nos disponíamos a visitar uno de los destinos fuertes de nuestro viaje, Beirut. La capital de Líbano nos recordaba años de extrema violencia durante la guerra civil y los diferentes conflictos con su vecino del sur, Israel. Más de 25 años de bombardeos habían destruido gran parte de la ciudad. A todos nos recuerdan imágenes de edificios venidos abajo por completo. Terribles escenas como la de la matanza de Sabra y Chatila cuando más de 3.000 palestinos fueron asesinados por parte de las falanges libanesas con el apoyo del ejercito sionista de Ariel Sharon en la más evidente muestra del ojo por ojo después del asesinato del Presidente Bashir Gemayel, el dirigente maronita de las Falanges Libanesas (y Comandante de la milicia Fuerzas Libanesas), así como otras 26 personas.
Pero no solo nos vienen imágenes tristes. Si acudimos a los años 60, los recuerdos son bien diferentes. Años de desarrollo que hacen acuñar el termino de Líbano como la Suiza de Oriente Medio, Imágenes de un país moderno, deposito de las riquezas de los países árabes. Modernas universidades, casinos repletos y un turismo, generalmente árabe, de muy alto nivel. Playas privadas con clubs de alto standing, fincas al más puro estilo Hollywood y como no, el desarrollo del turismo blanco y la construcción de las principales estaciones de esquí.
Beirut no es una Beirut. Son varias diferentes. Cerradas entre ellas y mezcladas en el centro, donde no existe tal separación entre confesiones. Una ciudad con una vida trepidante y en la que vivimos un ambiente nocturno parecido al español (preparen billetes) o escenas más parecidas a las que solemos ver sobre Palestina si visitamos el sur, mayoritariamente chií. A pesar del enorme esfuerzo que hacen los libaneses una y otra vez resurgiendo de las cenizas y reedificando zonas enteras, las huellas de la violencia son evidentes en especial en el sur beirutí o en las manzanas más cercanas a la línea verde, avenida donde los libaneses experimentaron durante muchos años las formas más crueles de enfrentarse con sus vecinos: minas, francotiradores, etc.