En Barcelona no suele nevar. De hecho, sólo nieva algunos años y es muy raro que lo haga con intensidad y en zonas bajas de la ciudad. Por eso, una nevada como la del mes de diciembre de 1962 quedó en la memoria de todos los que la vivieron y yo, que en esa época aún me quedaban más de diez años para nacer, me he pasado muchos años oyendo toda clase de anécdotas de esa nevada.
Así lo narraba La Vanguardia:
Barcelona tiene una configuración que ya quisieran muchas estaciones de esquí. Hay algunas calles que con nieve harían las delicias de mucchos aficionados (Iradier, Av. Foix, Balmes, Muntaner, etc). Desde la parte alta de la ciudad bajan las calles con más pendiente y se van suavizando a medida que nos acercamos al mar. Por eso, de todo lo que he oído de la gran nevada de Barcelona, me quedo con la gente que subía en lo que ahora son los Ferrocarriles de la Generalitat para bajar esquiando la calle Balmes. Y no dejo de fantasear con que vuelva a ocurrir, aunque ahora que ya tengo una edad, le veo más inconvenientes de los que le veía cuando era más joven.
Os dejo unas fotos que seguro que harán las delicias de los más nostálgicos, aunque seguro que esta efeméride se verá en muchos más medios.
Luego han venido otras de más o menos entidad, la última en 2008, que ya ocasionó muchos problemas. No quiero imaginar qué pasaría en pleno siglo XXI si nevara medio metro en dos días y el frío no dejara fundir la nieve.