Julia sufrió lo que comúnmente se llama amor a primera vista. Estaba en la cola del telesilla. Él estaba unos metros más adelante con sus amigos. Su traje de freerider, el más alto del grupo, con casco a la última. Lo siguió prudentemente a varios metros de distancia… trazó un plan… lo seguiría hasta arriba.
A medida que la cola avanzaba, Julia tenía tiempo de analizar cada detalle… cómo se movía, si era fantasma, si reía con sus amigos… subió dos sillas por detrás, pero muriéndose de ganas de subir en la misma silla que él. Su cabeza daba vueltas sobre cómo actuar. Cuando llegó arriba ya tenía trazado un plan… le seguiría, pues por muy bien que él esquiara, a ella no se le podía escapar. Iría donde él fuera y montaría un encuentro casual para ver su reacción. A partir de ahí, se abrían mil caminos en los que adentrarse.
Esquiaban todos bastante bien. Ella les siguió a una distancia prudencial. Sin duda él era quien esquiaba mejor, el líder del grupo de amigos. Estilo de competición pero adaptado al freeride… se notaba y daba gusto verlo esquiar. Cuando pararon a media pista, Julia pasó discretamente lejos del grupo. Siguió esquiando y se paró unos veinte metros por encima de la cola del telesilla.
Cuando el grupo pasó esquiando hacia el telesilla, Julia les siguió más de cerca y entró en la cola justo detrás de ellos. Poco a poco se puso a su lado y deliberadamente dejó caer un palo con un guante entre los dos.
Pepe se sorprendió al ver el palo con el guante caídos en su esquí, pero bajó rápidamente y lo recogió de la nieve. Cuando alzó la vista para devolvérselos a quien fuera, se quedó absolutamente prendado de esos ojos azules que le miraban sonriendo y esa trenza rubia que caía por el hombro izquierdo de Julia… acababa de enamorarse perdidamente y ni siquiera la había visto antes.
Balbuceó como pudo un ¿es esto tuyo? y absolutamente colorado se lo devolvió con una de las sonrisas más tontas del mundo. Julia le dio las gracias con una sonrisa y sin cortarse, inició una conversación banal sobre cómo estaba de bien la nieve, cuanta gente había y lo divertido que era esquiar. Subieron juntos en la silla… Pepe ya no se acordaba de sus amigos, solo tenía ojos para Julia.
Casi al final del trayecto, justo antes de subir la barra de seguridad de la silla, Julia le preguntó de forma directa…
–Oye, ¿qué esquís son estos? Es que no logro ver la marca por ningún lado y me encantan. Son preciosos y me he enamorado de ellos.
Pepe, un poco sorprendido, le contestó que eran unos tal y cual y que iban súper bien.
–¡Oh! gracias, ¡son preciosos!
Julia le plantó un inesperado beso en la mejilla, le dijo adiós rápidamente con una gran sonrisa, salió a toda prisa de la silla con las cintas de los palos ya colocadas en las muñecas y se impulsó fuertemente. Cuando ya tenía algo de velocidad, se volvió sonriendo y dijo adiós con la mano levantada, desapareciendo ante los ojos atónitos de Pepe y sus amigos.
Pepe no volvió a verla ese día… y no para de buscar a Julia cada fin de semana desde entonces.
La siguiente aventura de Julia la puedes leer clickando aqui.